Cuenta la leyenda –vaya usted a saber si inventada—que un día José Ortega y Gasset y Miguel de Unamuno paseaban por el claustro de la Universidad de Salamanca. De pronto uno de ellos se puso reflexivo y le preguntó al otro:
¿Te das cuenta? Debemos estar muy mayores porque las chicas ya no nos miran.
No es que no nos miren, profesor. Es que no nos ven.
Sin darse cuenta, los dos maestros habían descubierto uno de los grandes problemas sociales de las personas mayores: la invisibilidad. Pasados cien años de aquella conversación, el mundo ha cambiado de forma radical. Y uno de los cambios fundamentales, probablemente el más sugestivo, lo describe así Rojas Marcos: “el siglo se caracteriza por el aumento triunfante de la duración de la vida”. Las estadísticas de envejecimiento lo confirman. Hay tantos mayores, que las jubilaciones empiezan a ser uno de los grandes problemas del Estado de Bienestar. Sin embargo, ese alto porcentaje de población está plagado de agujeros negros. Uno de ellos, quizá el más sensible, sigue respondiendo al retrato de Unamuno y Ortega: no es que no nos miren; es que no nos ven.
Todo eso tiene profundas raíces culturales en la historia de nuestro país. Digamos que lo viejo ha sido teóricamente muy querido, pero también menospreciado en la literatura, española y universal. “No podemos arrancar un suspiro de lo viejo”, dice un poema de García Lorca. “La enfermedad y la vejez, esas dos humillaciones del hombre”, calificó Remy de Gourmont. “El marqués de Bradomín había descubierto que el frío de la vejez era más triste que el de la muerte”, narra Manuel Rivas. Y Antonio Machado: “Soy viejo porque tengo más de 60 años, que es mucha edad para un español”.
Y ahora, como factor agravante, la civilización de la imagen ha producido un fenómeno nuevo: el culto a lo joven. Ser joven se ha convertido un mérito en sí mismo, es un espeluznante desprecio a la sabiduría y a la experiencia. El relevo generacional ha servido para que haya una invasión de lo joven en todos los ámbitos: en el político, donde el más “viejo” de los líderes, Pedro Sánchez, tiene 46 años; en el cultural, donde los nuevos triunfadores son imberbes “influencers” que dominan las redes; en el informativo, donde la televisión expulsó literalmente de sus pantallas a los más adultos; o en el tecnológico, donde se ha decidido que las nuevas tecnologías son cosas de los nietos.
Este nuevo medio informativo, 65Ymás, que hoy asoma con toda humildad, pero con toda ambición, nace con muchas vocaciones: romper la invisibilidad de los mayores; terminar con ese complejo y luchar contra sus causas; llamar cada mañana a las puertas del poder para recordarle las necesidades, pero también las inmensas utilidades, de los mayores; crear un vínculo entre esas personas y las asociaciones y entidades que las representan, y poner en valor las capacidades de un sector creciente que entendemos que ninguna sociedad se puede permitir el lujo de desaprovechar.
Dicho en otras palabras dirigidas personalmente a nuestros primeros lectores: aquí estamos buscando serte útil. Nos guía el afán de utilidad. Si estás sola o solo, queremos ser tu compañía. Si tienes algún problema personal o de grupo, nos encantará asesorarte y orientarte. Y, como medio informativo, 65Ymás quiere que en sus páginas estén cada día los contenidos que te interesan: las últimas noticias en tiempo real, los servicios, los reportajes humanos, los informes de situación tan necesarios en estos tiempos marcados por la volatilidad y la pérdida de contexto, la orientación de ocio y la cultural… Todo lo que cabe en un diario. Todo lo que una persona puede esperar de un diario pensado para ella, pero con la aspiración de un periodista: el interés general. Un excelente equipo lleva ya mucho tiempo trabajando para hacer de 65Ymás tu periódico. Y déjame decirlo así: tu costumbre de cada día.
¿Somos un medio reivindicativo? Sí, con todas las letras, porque hay mucho que reclamar a los poderes públicos. Pero queremos ser mucho más: tu voz y tu eco. Queremos comunicarte y que tú nos comuniques. Te abrimos estas páginas para que estés informado, porque esa es nuestra vocación, pero también para que tú nos informes, porque esa es nuestra ilusión; para que nos cuentes tus alegrías y tus pesares; para que opines de tu situación y de cómo ves este país; para echar broncas al poderoso y para enseñarle desde tu sabiduría y desde tu experiencia; para que tengas, en fin, un altavoz de tus iniciativas y tus inquietudes.
Cuando dentro de un año hagamos un balance de nuestra labor, la corona de laurel que buscamos sería --y nos proponemos que sea-- la de haber creado un diario y haber logrado convertirlo en un foro de debate, un punto de encuentro, un vínculo entre millones de personas unidas por la identidad de sus intereses y las ejemplares asociaciones que os representan. Lo dicho: tu eco y tu voz.