La científica, divulgadora y viróloga del CSIC Margarita del Val es optimista respecto a cómo está evolucionando la pandemia en los últimos meses. La razón: gran parte de la población ha tenido contacto ya con ómicron –y sus sublinajes–, y eso hace que, si no aparece una variante peor, el impacto del virus vaya siendo cada vez más suave, afirma Del Val.
Eso sí, matiza, muchos vulnerables siguen estando a riesgo, sobre todo, quienes no han reaccionado correctamente a las distintas dosis de la vacuna, parte de los cuales, son personas mayores.
Por esta razón, opina, este colectivo y su círculo cercano no deberían socializar sin medidas de precaución este otoño e invierno –mascarilla, juntarse en espacios bien ventilados, recurrir a test de antígenos preventivos y, en caso de contagio, antivirales...–.
PREGUNTA - ¿En qué momento de la pandemia estamos?
RESPUESTA - La variante ómicron está siendo la más longeva que hemos tenido hasta ahora, y no están surgiendo otras capaces de desplazarla. Son buenas noticias, porque muchas personas tenemos inmunidad, al habernos infectado, en general, tras la vacunación.
En segundo lugar, tenemos que reconocer que las vacunas aguantan muy bien y no han mostrado signos de dejar de proteger frente a lo que es importante –lo que se les ha pedido siempre a las vacunas–, es decir, la enfermedad grave y la muerte.
Y finalmente, creo que nos encontramos en una situación en la cual vamos a cerrar los interiores para ahorrar dinero, sin haber aprendido previamente a ventilar sin gastar energía o a usar filtros tipo HEPA. Así que creo que no estamos preparados para hacer frente a la situación que viene.
P.- ¿Qué peligros implican los nuevos sublinajes de ómicron XBB, BQ.1.1, BA.2.75.2, etc.?
R.- Con las variantes, hemos aprendido a no predecir. No tenemos ni idea de lo que va a ocurrir hasta que no lo observamos. Ahora bien, todas ellas son versiones de ómicron y tenemos inmunidad. Parece que es difícil que haya un cambio que logre darle más capacidad de transmisión al virus, que es lo que realmente le beneficia, salvo que haya una sorpresa, pero aún no se ven indicios.
P.- ¿Hasta cuándo seguiremos teniendo olas?
R.- Cuantas más personas estén inmunizadas, y esto es historia de las epidemias,haymenos olasy son más pequeñas. Así que, si seguimos con ómicron, podrían ocurrir dos cosas este invierno: la típica oleada de enfermedades respiratorias navideña por habernos encerrado en interiores –ahorro de energía y costumbre– o una temporada como la de la gripe de 2009 –ese año, todo el mundo se infectó entre verano y otoño y, después de diciembre, no hubo contagios–.
P.- ¿Cree que todas las infecciones de este verano servirán para amortiguar una futura ola este otoño/invierno?
R.- Si no cambia la variante, la ola podría ser casi benigna. Pero, si ya no es ómicron, a saber. Este virus y los que desarrollan enfermedad después de haber contagiado no garantizan unas variantes futuras más atenuadas. Sería bueno si no cambiase, porque tenemos mucha inmunidad por la infección y la vacuna.
P.- En 2020, se llegó a decir que la pandemia estaría controlada cuando sólo hubiese brotes esporádicos, pero parece que, casi tres años después, estamos teniendo olas cada tres meses y difícilmente se logra parar la transmisión mediante la inmunidad previa. ¿Le ha sorprendido esto?
R.- A mí, personalmente, no. Con otras infecciones también hay olas pero, como son benignas, no las seguimos tanto. Por ejemplo, con muchos de los virus respiratorios, cuando nuestro comportamiento favorece el contagio, en otoño e invierno, hay una ola –de enfermedad–. ¿Y por qué la hay?, pues porque regularmente aparecen nuevas personas un poco más vulnerables que el resto –ha empeorado su salud, requieren de un tratamiento que les baja las defensas, etc.–. Sólo deja de haber oleadas si se elimina un virus de una población como pasa con el sarampión o la polio.
P.- Varios expertos comentan que habrá que vacunarse cada año contra el Covid. ¿Tiene sentido?
R.- Lo he repetido muchas veces. Eso sólo se hace en una situación: con la gripe. Pero las vacunas contra el coronavirus son mejores y el virus es menos variable. Así que no hay ninguna razón, evidencia o dato para pensar que haya que hacerlo cada año, porque no nos vacunamos por las olas de casos, lo hacemos según cuanto dure la inmunidad. Y como éstas son muy buenas, la protección puede durar mucho, décadas. Por ejemplo, a los mayores de 65 años se les vacuna sólo una vez en la vida contra el neumococo –es una dosis que recomiendo– y también tiene variantes.
P.- ¿Y los mayores? ¿Deben ponerse este refuerzo de la vacuna –la cuarta dosis–?
R.- Tenemos que proteger a los que sean de riesgo, pero antes que con otra dosis –no hay evidencia de que haga falta–, tratándoles con antivirales. Hay personas en las que la vacuna no acaba de prender. Lo que hay que hacer, es tener estos medicamentos preparados. Están aprobados y, desde Semana Santa, los tenemos en España. Deben aplicarse en los primeros días. Es decir, cuando una persona mayor tenga síntomas –leves o moderados– debe ir al médico, informarle de que está en su primer día, decirle que es paciente de riesgo y preguntarle si se le debería recetar este medicamento. No tienen que quedarse en casa porque crean que están bien. Si dejan pasar cinco días, habremos perdido la única bala que teníamos. Es como los antibióticos: se prescriben a tiempo para evitar casos graves y hospitalizaciones.
P.- Entiendo entonces que una persona mayor, sin grandes problemas de salud, no debería preocuparse mucho este invierno y tampoco necesitaría el refuerzo de la vacuna. ¿Es así?
R.- Lo que pasa con los muy mayores es que es difícil saber en quienes no ha prendido suficientemente la vacuna, aunque hayan recibido una cuarta dosis recientemente. Esa es la razón por la que se los considera de riesgo y se les recomiendan los antivirales.
Pero, en principio, ahora mismo no haría falta la cuarta vacuna, en general. Se pone por precaución, a los mayores, y me parece bien: el año pasado no hacía falta la tercera y hay que ver qué bien nos vino cuando apareció ómicron.
Además, yo la pondría porque, igual que el año pasado era el primer invierno que pasábamos con vacunas, este año, existe la certeza de que vamos a estar en condiciones de alto riesgo de enfermedades respiratorias. No sólo por este virus, el resto y las bacterias van a ser un problema.
Así que, que nadie dude: las vacunas son buenas. Ahora se ponen por precaución, al igual que hay que dar antivirales a los vulnerables o protegerles de situaciones de riesgo –mirar cómo de contaminado está el aire, que haya filtros HEPA, etc.–.
P.- Cada día es más complicado para los mayores mantener precauciones contra el Covid por la propia inercia de la sociedad.
R.- Una de las enseñanzas de la pandemia es que los interiores mal ventilados son un factor de riesgo cuando hay transmisión de virus por aerosoles. En realidad, lo hemos reaprendido: antes se ventilaba más y los techos eran más altos. Y es que el aire, cuando sale de nuestro cuerpo, es cálido y va hacia arriba. Así que, para tener una mayor higiene, se debería tener cuidado con las enfermedades respiratorias –ventilar, poner filtros HEPA, test de antígenos cuando vamos a ver a una persona mayor...–.
No hay que tener miedo ni estar otro invierno en casa, pero hay que identificar las situaciones más duras, y evitarlas. Por ejemplo, si vas a comer a un restaurante, que sea uno que tenga terraza, que no esté muy cargado o que cuente con un medidor de CO2 que indique la calidad del aire. Esto debería estar regulado por las autoridades sanitarias. Igual que el agua es potable, tendríamos que saber que lo que respiramos sigue unas normas y es higiénico.
P.- ¿No cree que eso es un poco 'utópico'?
R.- Lo es. Pero sabíamos desde 2020 que la calidad del aire era vital para no contagiarse. Así que es algo que tendríamos que haber hecho. Y por eso, insisto, no es algo que debamos dejar para el futuro. No puede ser que vaya a un restaurante y me tenga que filtrar el agua que beba, luego, tampoco tiene sentido que el aire no esté filtrado; y hay manera de hacerlo en las viviendas, en los centros de trabajo, en el ocio, en todas partes.
P.-Algunos expertos aseguran que no exponerse a patógenos puede ser peor de cara a futuras infecciones. ¿Qué opina?
R.- Estos mecanismos disminuyen la cantidad de virus en el aire, no esterilizan. Y, cuando yo me enfrento a menos enemigos, es más fácil que gane la guerra. Eso es importante. No sé qué expertos han dicho eso pero, aunque el aire estuviese esterilizado, no habría problema. Pongo un ejemplo: la viruela se erradicó y tras 30 años sin circular en ningún sitio –eso sí que era esteril–, se analizó cuánta protección se mantenía contra la del mono, que es un virus distinto, y era la misma que hacia 30 años. Así que no pasa nada, porque la memoria es muy sólida; en general, es para toda la vida, y las vacunas aguantan bien. Por ello, no es verdad eso de decir que, por no enfrentarme, mi sistema inmunitario pierde entrenamiento.
P.- ¿Vale este mismo razonamiento para la gripe? Es decir, ¿cree que las personas, aunque no se hayan infectado en dos años, responderán bien contra el virus?
R.- Habrá más infectados. De hecho, cuando llegó la pandemia de 2009, los que se contagiaron fueron los jóvenes, adolescentes y niños, porque los mayores tenían inmunidad frente a las cepas anteriores.
P.- ¿Qué podemos esperar de la gripe este año?
R.- No sabría decir. A los niños que no se han infectado estos últimos inviernos, el contagio les pillará más mayores, así que mejor. Y los muy mayores y vulnerables, que no la han pasado al protegerse mucho, pues se han ahorrado tenerla grave, aunque quizá les toque este año. Además, cómo ha habido también infecciones este año, el conjunto de los que contagian a la vez a lo mejor no es tan grande.
P.- Al principio de la pandemia se decía: 'La mascarilla ha llegado para quedarse'. Tres años después, aunque en menor medida, algunas personas la siguen usando. ¿Cree que, efectivamente, el cubrebocas se queda?
R.- Pienso que se quedará para que la lleven personas de riesgo sin que nadie les llame la atención. Por lo cual, les animo a ponérsela. También las personas seguirán haciendo más cosas al aire libre –es más sano, ahora aguantamos mejor el fresco y estamos más a gusto–. Y, aunque llevamos dos años sin hacerlo, habría que poner una normativa para saber qué aparatos son buenos para filtrar el aire y medir cómo de cargado está. Pero esto último lo tiene que regular la administración, igual que se hace con la cantidad de cloro que se pone en el agua. Es un deber. Finalmente, se deberían quedar también los antivirales.
P.- ¿Qué precauciones debería tener una persona mayor de cara a este otoño/invierno?
R.- Los médicos deberían ver si puede tomar antivirales si está en una residencia, en cuanto desarrolle la infección. El centro además tiene que estar ventilado adecuadamente, respetando la normativa de ahorro energético y teniendo en cuenta los costes tremendos que tenemos ahora mismo. Y cuando vayamos a visitar a alguien, pues deberemos hacernos test de antígenos y llevar mascarilla, claramente. Se podría solucionar con filtros HEPA pero, como no está regulado, tenemos que tener eso.
Por otra parte, las personas que no viven en residencias deben también recibir visitas cortas, que no vaya todo el mundo a la vez, test, mascarillas, abrigarse y ventilar... Es decir, no tener miedo, pero evitar enfrentarnos al enemigo cuando esté concentrado. Cuanto más virus haya, más se le tiene que combatir. Hay que bajar un poco el riesgo. Por ejemplo, no ponerse a hacer un karaoke con mayores en un sitio cerrado durante dos horas, porque, a lo mejor, alguno acaba llevándole el virus.
P.- ¿Son compatibles estas medidas con una buena salud mental de los mayores?
R.- Por eso digo que es vital que cuidemos el aire, eso les va a dar calidad de vida, sin que tengan que andar con miedo y mirando el medidor de CO2 o poniéndose mascarilla y test. Vamos tarde. Y no vale que haya pasado la pandemia: es útil para muchas otras enfermedades respiratorias. Actualmente, no nos imaginamos una epidemia que venga por el agua, puede haber brotes, pero de ahí no saldrá.
Sobre el autor:
Pablo Recio
Pablo Recio es periodista especializado en salud y dependencia, es graduado en Relaciones Internacionales por la Universidad Complutense de Madrid y comenzó su carrera profesional en el diario El Mundo cubriendo información cultural y económica.
Además, fue cofundador de la radio online Irradiando y cuenta con un máster en Gobernanza y Derechos Humanos por la Universidad Autónoma de Madrid y otro en Periodismo por el CEU San Pablo/Unidad Editorial.