Las subvariantes de ómicron de interés, para la comunidad científica, se cuentan ya por decenas. Desde que apareció a finales de 2021 BA.1 los expertos han ido analizando cada sublinaje para determinar si tiene o no potencial para causar una ola de transmisión.
Eso sí, los nombres técnicos de cada subvariante no son muy 'atractivos': BA.2, BA.5, BA.5.1, BA.2.75...
Por ello, popularmente se han buscado denominaciones alternativas, como la OMS hizo con las variantes ómicron, delta, alpha, eta, iota, beta, etc., con el objetivo de dejar de calificar a las mutaciones de preocupación según el país donde fueron detectadas.
Siguiendo la misma tradición de poner nombres griegos, en este caso, se ha popularizado llamar a los nuevos sublinajes de ómicron con apelativos provenientes de la mitología helénica.
Así, la variante BQ.1 podría ser 'Tifon', un monstruo con alas que tenía cabezas de dragón en vez de dedos y serpientes en las piernas y BQ.1.1, el sublinaje que está causando miles de casos actualmente, 'Cerbero', el perro de tres cabezas que guardaba el Hades.
Otro caso bastante conocido y que provocó una oleada de casos en verano en India es 'Centauro', BA.2.75, o la variante BF.7, presente en España, que se llamaría 'Minotauro', o XBB, que ha provocado una ola de casos en Singapur, sería conocida como 'Grifo' o 'Hipogrifo' –XBB.1–.
Ahora bien, no se trata de nombres oficiales, sino de una propuesta de nomenclatura popular para que sea más sencilla su identificación.
Cabe recordar que también hay detractores a esta iniciativa, puesto que muchos de estos nombres podrían distorsionar la realidad al sobredimensionar el impacto que tiene el virus sobre la población actualmente.
Es decir, llamar a BQ.1.1 "Perro del infierno" podría dar a entender que se trata de una versión mucho más peligrosa para el conjunto de la población, cosa que no parece, gracias a las vacunas y la inmunidad previa.