Olga Selma
Olga Selma es redactora especializada en temas de salud, alimentación y consumo.
… saber más sobre el autorDesde los cereales del desayuno al yogur de media mañana, las salsas de la comida o la fruta de la merienda... cada día podemos estar haciendo pequeños gestos que añaden calorías a nuestra dieta. Porque algunos alimentos engordan más de lo quizás pensamos, y lo mejor es consumirlos de forma ocasional.
Según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el aporte energético de una alimentación equilibrada debe provenir en un 55% de los hidratos de carbono, en un 30% de las grasas y el 15% restante, de las proteínas. El problema viene cuando consumimos más grasas e hidratos de carbono de los aconsejados, muchas veces ocultos en alimentos que parecen más saludables de lo que son, y que contienen cantidades de azúcar por encima de las recomendadas. Veamos algunos de ellos.
Cada vez hay más oferta de fruta deshidratada en los supermercados. Desde piña a manzana, coco, plátano, kiwi o mango, variedades exóticas que se suman a las clásicas pasas y orejones. Las frutas deshidratadas son frutas que han pasado por un proceso de secado que elimina su contenido en agua, concentrando las vitaminas y minerales, pero también todo su azúcar. Así, 100 gramos de piña deshidratada contienen 82 gramos de azúcar, mientras que la piña fresca contiene 11,2 por cada 100 gramos. El peligro es que, al reducirse el tamaño de la fruta, corremos el riesgo de consumir porciones más grandes y, por lo tanto, más calorías. Además, algunas frutas pueden contener grasas vegetales añadidas para darles mejor sabor. Por lo que no debemos consumirlas como un sustituto de la fruta fresca.
Los nutricionistas advierten que los cereales que compramos para el desayuno también contienen demasiada cantidad de un tipo concreto de hidrato de carbono simple: el azúcar, que aporta calorías vacías sin ningún tipo de nutriente. La cantidad de azúcar en estos productos del supermercado es variable, pero la mayoría tienen entre un 15% y un 35% por cada 100 gramos, según el tipo de cereal y los ingredientes que se le añadan. Así, por ejemplo, los chocolateados, azucarados o con miel, tienen más. Además, hay que tener en cuenta que su aporte calórico aumenta si se le añaden frutos secos, o fruta deshidratada.
El consumo de yogures se ha asociado con distintos beneficios para la salud, pero no todos los yogures que encontramos en el supermerdado son saludables ya que muchos contienen una cantidad de azúcar añadido superior a la recomendada por la Organización Mundial de la Salud. Por ejemplo, un yogur natural con mermelada de fresa puede contener hasta 26 gramos de azúcar, lo que equivaldría a 6,5 terrones. Para que los productos puedan ser considerados como “bajos en azúcar” deben contener un máximo de 5 gramos de azúcar por cada 100 gramos de producto, de acuerdo con la regulación de la Unión Europea. El azúcar de un yogurt natural está por debajo de esta cantidad, siempre que no le añadamos ninguna cucharada de azúcar extra u otro ingrediente dulce.
Según la legislación, un alimento light es aquel que tiene un valor energético reducido y que aporta el 30% de calorías menos que el producto de referencia. Es decir, son alimentos que tienen una menor proporción de sal, azúcar o grasas que sus homólogos, pero no aseguran un bajo aporte calórico. Así, mientras que una bolsa de patatas fritas pequeña tiene 161 calorías, una light tiene 120/130. En cuanto a la sal, la OMS recomienda un máximo de 2 gramos al día de sodio, lo que equivale a 5 gramos de sal. La mayoría de bolsas de patatas fritas contienen alrededor de 1,5 gramos de sal por 100 gramos de patatas, y algunas llegan a los 2,3 gramos. Comiendo una bolsa de patatas podemos superar el límite para todo el día. En cuanto a las grasas, pueden contener 20 gramos de grasas saturadas por cada 100 de producto. También la cantidad recomendada para todo el día.
En cuanto a la salsa de tomate, los nutricionistas creen que sus ingredientes no son tan sanos como deberían por la cantidad de sal y azúcar que contienen. Las salsas de tomate frito del supermercado se caracterizan por llevar entre sus ingredientes una alta proporción de azúcares para que su sabor se adecúe al gusto de la mayoría de consumidores. El azúcar interviene en muchas recetas para lograr un sabor más agradable, equilibrando la acidez. Además, no todas las salsas contienen aceite de oliva virgen extra, y algunas utilizan almidones y espesantes que también modifican las calorías. Si entre sus componentes no encontramos azúcar, pero sí jarabe de glucosa o de fructosa, tengamos en cuenta que engordan igual.