Mariola Báez
Alimentación
Bases de una dieta apropiada cuando se padece Enfermedad Inflamatoria Intestinal (EII)
Adaptar los alimentos al tipo de dolencia y a su evolución es esencial para la salud digestiva
La Enfermedad de Crohn y los distintos tipos de colitis, de origen ulceroso o indeterminado, son las patologías que engloba la Enfermedad Inflamatoria Intestinal. Tienen en común que todas suponen una alteración en la mucosa de la pared intestinal, de forma generalizada o en algún tramo concreto (colon). De estas dolencias, la colitis ulcerosa es la que tiene una mayor prevalencia en personas mayores, especialmente en el tramo de edad que va de los 65 a los 75 años, tal como señala la Fundación Española del Aparato Digestivo (@saludigestivo).
La dieta como parte del tratamiento de la EII
Los síntomas de la Enfermedad Inflamatoria Intestinal, como diarreas frecuentes, dolor abdominal, fiebre, náuseas o vómitos, se caracterizan por presentarse en brotes de intensidad variable, de leve hasta grave, a los que sigue una fase en la que la enfermedad parece remitir. La Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (@TuendocrinoSEEN) explica que para que la dieta se convierta en la mejor alidada de la salud digestiva, siempre deberá adaptarse a los síntomas concretos que muestre la enfermedad en cada momento. Se trata, por tanto, de una dieta variable pero que mantiene unos principios básicos entre los que hay que destacar:
- Se debe fraccionar la alimentación diaria en 4 – 6 ingestas, que han de tener lugar en un ambiente tranquilo y relajado. Es importante no saltarse ninguna comida.
- La hidratación es clave para mitigar las consecuencias de la enfermedad. Son necesarios 4 – 6 vasos de agua al día
- Es necesario evitar el sobrepeso y la obesidad, con dieta equilibrada y algo de ejercicio diario.
- Tras un brote activo de la enfermedad es fundamental seguir los consejos del médico o nutricionista a la hora de introducir de forma progresiva los distintos grupos de alimentos.
Además, hay una serie de recomendaciones nutricionales que deben aplicarse en caso de brote de la enfermedad, por ejemplo:
- Leche y derivados, son necesarios pero deben tomarse semidesnatados (o desnatados en caso de brote agudo) y sin lactosa.
- Carnes magras (pollo, pavo, conejo) y pescados blancos serán la base de la dieta en estos episodios. Embutidos como el jamón york o el jamón serrano entán permitidos solo en caso de brote leve.
- Farináceos. Puede incluirse pan tostado o del día anterior y cereales NO integrales. Arroz, pasta…
- Frutas y verduras. Son recomendables la manzana y pera al horno y la fruta en almíbar (siempre que no se padezca diabetes). Los purés y cremas, de patata o zanahoria, también deben incluirse en la dieta.
- Es importante cocinar los alimentos a la plancha, hervidos, al horno o al vapor y aliñar con aceite de oliva.
Superado el brote, en la fase de recuperación la alimentación debe tender progresivamente a una dieta variada y equilibrada, igual que la que sigue el resto de la población. Cereales, frutas, verduras, hortalizas, legumbres no han de faltar. Los pescados blancos y las carnes magras deben seguir predominando, aunque se recomienda tomar pescado azul 2 – 3 veces por semana y se admiten las carnes rojas (con moderación) cada 15 días. También es recomendable el consumo de huevos, 2 – 4 por semana. Por último, es importante evitar la bollería industrial.