Rosa Roch
Rosa Roch es redactora especializada en temas de salud, alimentación y gastronomía.
… saber más sobre el autorTanto el yogur griego como el yogur tradicional o natural, para referirnos al que consumimos más habitualmente, son lo mismo: la misma materia prima (leche de vaca, cabra, oveja, búfala, camella…) y bacterias (estreptococus thermopillus y lactobacilus bulgaricus). Incluso el proceso de elaboración es el mismo, salvo por un pequeño detalle que determina las propiedades organolépticas de cada uno y que lo hacen diferentes en el resultado.
En el yogur tradicional el suero se mantiene junto a la parte cuajada, es frecuente verlo en la superficie del yogur al abrir en envase. Mucha gente tira este suero, pero es totalmente comestible. Como resultado final se obtiene un yogur de textura suave, no muy consistente y con diferentes grados de espesor: unos se pueden comer con cuchara y otros simplemente beberse.
En cambio, durante el proceso de producción del yogur griego, una vez fermentado, se escurre para sacar toda la parte liquida, incluido el suero, con lo que el resultado es un producto consistente y mucho más espeso. En la forma tradicional de elaborar el yogur griego este paso se hace con unas bolsas de tela por las que se pasa el yogur varias veces hasta obtener la textura deseada. En la elaboración industrial se utilizan centrifugadoras.
Otra de las diferencias que podemos encontrar entre estos dos tipos de yogur es el sabor: ácido en el griego, y dulzón y agrio en el tradicional. Esta diferencia se debe a que el griego concentra más cantidad de leche. Para conseguir el mismo volumen de yogur, en el griego se necesita cuatro veces más cantidad de leche que en el tradicional. De ahí que también sea más caro.
Pero también hay otras diferencias más allá del sabor y la textura que, si bien no son tan determinantes a la hora de elegir uno u otro, sí son significativas en el plano nutricional.
El yogur griego es mucho más graso, entre un 9% y un 10% de materia grasa, y un mayor contenido de proteínas, entre el 8% y el 16%.
Por su parte, el yogur natural tiene aproximadamente un 3,5% de materia grasa y solo entre un 4% y un 8% de proteínas, además de ser más rico en calcio, tres veces más que el griego; pero también más hidratos de carbono, entre 13 y 17 gramos por ración, el doble que el yogur griego; y azúcar.
Como dato interesante, cabe destacar que el yogur griego tiene unos valores mucho más bajos de sodio que el yogur tradicional, casi la mitad. Esto es un beneficio importante para aquellas personas que han de controlar su presión arterial, pues el sodio consumido en exceso puede producir hipertensión, además de afectar al sistema cardiocirculatorio y renal.
Los dos tipos de yogures son alimentos muy recomendables para incorporarlos a la dieta, siempre en su forma natural, es decir, sin azúcares añadidos, colorantes o saborizantes que alteren su propiedades nutricionales.
Como ventaja del yogur griego podemos destacar que, al tener unos niveles muy bajos de lactosa, es apto para personas con intolerancia a este componente.
Escoger uno u otro dependerá básicamente del paladar del consumidor, aunque también se pueden tener en cuenta las propiedades de cada uno para que se ajusten a los requerimientos de cada dieta: