Rosa Roch
Rosa Roch es redactora especializada en temas de salud, alimentación y gastronomía.
… saber más sobre el autorExiste una gran oferta de atún en conserva. Desde diferentes marcas y precios; tipos de envasados (tarro o lata); métodos de conservación, natural, en aceite de girasol, aceite de oliva, escabeche; atún claro, bonito del norte, entero, lomos o migas.
Hay quien elige en función del precio o la confianza que pueda dar una determinada marca. Quien presta atención a la sostenibilidad o considera más saludable uno que otro. También se elige en función del uso que se le vaya a dar. Y, por supuesto, al sabor y al gusto del consumidor. Todo ello hace que escoger el atún en conserva que mejor se adapta a nuestros gustos, necesidades y bolsillo, requiere tiempo y paciencia.
Lo primero que hay que tener en cuenta es qué uso se le va a dar y decidir qué tipo de atún se ajustará más a nuestras necesidades: atún natural, en escabeche o en aceite, que aporta jugosidad y conserva mejor las propiedades organolépticas del atún. Además, se elabora de diferentes variedades y calidades.
En este sentido, el atún en aceite Virgen Extra, además del valor añadido que aporta este tipo de aceite en cuanto a nutrientes, conserva mucho mejor el aroma, la jugosidad y la textura. Por su parte, el atún al natural solo nos ofrece las propiedades del pescado, que no son pocas, y el sabor único del atún.
Finalmente, si bien el atún en escabeche nos aporta el sabor propio del escabeche y puede dar un plus a una ensalada, por ejemplo, el sabor del atún queda completamente camuflado por el del escabeche.
Pero más allá de elegir qué atún queremos, también es importante fijarse en los valores nutricionales que aparecen en los tarros, latas o etiquetas del producto. Es importante revisar la cantidad de sal que contiene, especialmente si se tienen problemas de hipertensión. Hay que tener en cuenta que la cantidad de sal no debe estar por encima de 0,8 gramos por cada 100 de producto.
El precio también viene condicionado por la calidad del atún. Las variedades más habituales son el atún blanco y el bonito del norte, pero en su elaboración también se utilizan otras variedades de atún como el listado, el rabil, el patudo y el sarda, entre otros, que, al no ser obligatorio, normalmente no se indican en la etiqueta, a no ser que se trate de atún rojo, uno de los más apreciados.
En la información del producto también ha de aparecer el peso neto, escurrido, y el bruto, es decir todo el contenido interior, así como los valores nutricionales que se han de especificar en base a al peso. Para el atún en conserva en aceite o en escabeche, ha de haber un 65% de atún y para el natural, ha de ser de al menos un 70%.
En función de qué parte del atún se trate, sus propiedades organolépticas serán diferentes, su textura y sabor variarán, por lo que será necesario saber cómo se va a consumir, si formará parte de un plato principal, para el que se podría elegir una ventresca o unos lomos; o si, por el contrario, será un ingrediente más de una receta, por ejemplo un relleno para unas empanadillas o unas croquetas para las que se podrían utilizar perfectamente unas migas de atún, de precio mucho más bajo que los lomos o la ventresca, aunque también de menor calidad.
Finalmente, hay que decir que, desde el punto de vista nutricional, no hay diferencia alguna entre el atún en lata o en tarro de cristal, aunque este último dé la sensación de ser de mejor calidad.
Lo que sí hay que tener en cuenta es si la lata tiene recubrimiento interior de BPA, que se considera de riesgo para la salud.
Y si se opta por el consumo de productos que velan por la preservación de las especies, existe, entre otros, lo que se conoce como Sello azul de MSC (Marine Stewardship Council, por su nombre en inglés), un distintivo que se concede a los productos del mar provenientes de una pesca certificada bajo un estándar de sostenibilidad y mínimo impacto medioambiental. Las conserveras que trabajan bajo estos estándares incorporan este sello en sus envases.