Rosa Roch
Rosa Roch es redactora especializada en temas de salud, alimentación y gastronomía.
… saber más sobre el autorTendemos a confundir el hambre con el apetito, pero mientras que el primero está relacionado con una necesidad fisiológica de nuestro organismo para sobrevivir, el segundo, el apetito, tiene que ver con el placer que sentimos al comer, sobre todo cuando se trata de alimentos ricos en harinas refinadas, azúcares y grasas saturadas. Por esta razón no hay que confundir hambre con apetito y si siempre tienes sensación de hambre quizá es señal de que tu alimentación no es del todo correcta.
Así, para reducir la sensación de hambre constante, no permitir que el gusanillo aparezca a media mañana y te lleve a atacar la nevera en busca de cualquier entretenimiento o, simplemente, evitar atacar el plato con apetito y hambre atroz, puedes seguir estas pautas.
Recuerda que una buena alimentación ayuda a mantener en buenas condiciones el sistema inmunitario, pilar para hacer frente a las enfermedades, y que los atracones nunca forman parte de una alimentación sana.
Tomar lácteos desnatados o semidesnatados es una buena opción para reducir la ingesta de grasas cuando se sigue una dieta pero, cuando se suele tener siempre sensación de apetito, tomar lácteos enteros ricos en calcio y otros minerales liposolubles nos ayudará a reducir esa sensación de hambre continua, gracias a las grasas saludables que aumentan la sensación de saciedad.
Según un estudio publicado en 2016 por la European Journal of Nutrition, las personas que bebieron dos vasos de agua inmediatamente antes de la comida, ingirieron un 22% menos de comida que los que no tomaron agua, de lo que se desprende que medio litro de agua antes de comer produce un efecto saciante al llenar el estómago.
Ingerir alimentos en silencio, sin distracciones, sin mirar el móvil u otras pantalla, es decir en plena consciencia de lo que se está haciendo, lo que se conoce hoy en día como mindful eating, permite identificar mejor las señales de saciedad y evitar comer por impulso lo que hemos puesto en el plato cuando teníamos mucha hambre. De este modo seremos capaces de parar de comer cuando ya no tengamos hambre.
Tomar un zumo es más fácil y práctico que una pieza de fruta, pero no es tan saludable. Con el zumo perdemos parte del alimento de esa fruta y, además, los azúcares se absorben más rápidamente, lo que puede provocar algún pico de azúcar en sangre y hacer que se presente antes la sensación de hambre. En cambio, la fruta entera conserva su matriz original, se ingiere más lentamente porque hay que masticarla y también se digiere de manera más lenta en el estómago por lo que la sensación de saciedad dura más.
Como avanzábamos al hablar de la leche entera, consumir grasas saludables procedentes de aguacate, salmón, frutos secos o aceite de oliva, por ejemplo, aumenta la sensación de saciedad ya que ralentizan la digestión.
Los alimentos con alto contenido en proteínas reducen los niveles de la hormona del hambre lo que hace que comamos menos cantidad de alimentos. Así, huevos, salmón, atún y carnes, pero también proteínas de origen vegetal como son las legumbres, serán unas buenas aliadas para saciarnos y evitar darnos un atracón.
Decantarse por la versión integral de los alimentos también ayudará a mantener el hambre a raya y así evitar los atracones pues el organismo absorbe la fibra de manera más lenta por lo que el hambre tarda más en aparecer. Hay que tener en cuenta, además, que los alimentos integrales aportan una mayor cantidad de magnesio y vitaminas del grupo B y E que en las versiones refinadas.
Finalmente, procura no dejar demasiado tiempo entre comidas. Es preferible comer una pieza de fruta a media mañana y a media tarde que aguantar hasta la hora de la comida o la cena. También es importante, y te ayudará, comer despacio y masticar bien los alimentos.