Rosa Roch
Rosa Roch es redactora especializada en temas de salud, alimentación y gastronomía.
… saber más sobre el autorHistóricamente, el laurel ha estado asociado a la victoria, de hecho, su nombre científico es Laurus nobilis que en latín significa célebre, famoso. Ya en la antigua Roma, los emperadores y generales victoriosos eran coronados con tiaras de laurel. Precisamente, en estatuas e imágenes de Julio Cesar, este suele aparecer aureolado con una corona de laurel.
Y es que el laurel es una árbol que ha crecido de manera salvaje desde tiempos inmemoriales en toda la cuenta mediterránea, en zonas húmedas y sombreadas. No obstante, su aporte a la gastronomía no fue apreciado hasta la época helenística, cuando por su potente aroma se lo consagró a los dioses del Olimpo, en concreto a Apolo, Dios de las artes, la poesía y los oráculos.
En la actualidad, el laurel no puede faltar en ninguna cocina que se precie. Da un toque de sabor y aroma a los guisos, adobos, escabeches, estofados y rustidos, todas ellas preparaciones con un tiempo de cocción o maceración largo, lo que permite obtener todo el su sabor. Y es que el laurel, al usarlo en seco, necesita ser hidratado en su cocción, nunca freírlo.
De sabor entre dulce y picante, el uso del laurel en la cocina es muy simple, pero hay que tener en cuenta una serie de consideraciones para aprovechar al máximo su potencial.
Además de su uso como condimento en la cocina tradicional, el laurel también ha tenido y tiene un papel importante en la medicina, especialmente al relacionada con la salud digestiva. Tomado en infusión antes de la comida abre el apetito y después de comer facilita la digestión, reduce la hinchazón del estómago y la formación de gases, de ahí que forme parte de los platos más contundentes de nuestra gastronomía. Tiene una acción diurética, antioxidante y bactericida. Además, es rico en vitaminas B6 y C y minerales como el potasio, el magnesio, el manganeso, el calcio y el fósforo.