Mariola Báez
Alimentación
Los microplásticos que te comes y no lo sabes: ¿son un riesgo para la salud?
Un estudio calcula que podrían ser más de 70.000 las partículas de este tipo ingeridas en un año
Es la cantidad a la que apuntan recientes investigaciones publicadas en el periódico Environmental Science & Technology de la American Chemical Society (@AmerChemSociety). Sus resultados, derivados de 26 análisis previos del contenido de distintos alimentos y el aire, consideran que un consumidor medio americano puede hacer que lleguen a su organismo entre 74.000 y 121.000 micropartículas de este tipo al año, siempre dependiendo de variables como el sexo, la edad o la dieta. Por ejemplo, los investigadores señalan que aquellos que solo beben agua embotellada, en lugar de tomarla del grifo, tendrían una ingesta adicional.
¿Qué son los microplásticos? ¿Cómo llegan a nuestro organismo?
No es el primer estudio que se realiza sobre este tema, pero sí uno de los primeros que habla de cifras que dan que pensar. No tenemos constancia de que exista uno similar referido a la población española, pero organismos e instituciones públicas y privadas son cada vez más conscientes de la necesidad de tomar medidas ante la evidencia de que los minúsculos plásticos ya no son solo un problema medioambiental, sino una realidad que también ingerimos, cuyos efectos sobre la salud aún no son del todo conocidos. En este sentido, la Organización Mundial de la Salud (@OMS_es) pide a los distintos países realizar una evaluación exhaustiva de la presencia de estos elementos en el entorno y de sus efectos en la salud de las personas.
Por su parte, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AECOSAN @sanidadgob) señala la diferencia entre micro y nano plásticos (estos últimos aún más pequeños) especificando que ambos pueden ser: primarios, los que se fabrican con ese tamaño y añadidos a numerosos productos; o secundarios, los que proceden de la fragmentación de plásticos de mayor tamaño. En cualquier caso, la preocupación se centra en que esas partículas pueden ser ingeridas por los animales marinos y, así, siguiendo la cadena alimentaria, llegar hasta el ser humano.
No hay que ser alarmistas y este organismo tranquiliza a los consumidores explicando que los microplásticos presentes en los peces se concentran especialmente en su estómago e intestinos, partes que generalmente se retiran y no son ingeridas. Por lo que, en principio, el pescado no constituye una importante fuente de exposición para la población. No ocurre lo mismo con algunos crustáceos y mariscos bivalvos que se comen “enteros”, tracto digestivo incluido, algo que podrían hacer que los microplásticos llegaran al organismo humano.
¿Existen riesgos para la salud?
Como detalla la European Chemicals Agency (@EU_ECHA), una vez en el medio ambiente, estas minúsculas partículas sólidas se acumulan en los animales, incluidos peces y mariscos, y llegan en menor o mayor medida a las personas, pero además, también hay micropartículas plásticas añadidas a determinados productos, desde fertilizantes hasta productos de limpieza, pinturas o cosméticos. En total se estima que anualmente se liberan al medio ambiente en la Unión Europea y Espacio Económico Europeo (EEE) unas 36.000 toneladas de microplásticos. Es evidente que los esfuerzos han de centrarse en reducirlas y en regular el uso de estas partículas en determinados productos.
Respecto a la salud, las investigaciones continúan profundizando en los distintos componentes presentes en ellas y en sus efectos sobre el organismo. Hay que recordar que no son solo los alimentos procedentes del mar los que pueden contenerlas. Distintos análisis han encontrado microplásticos en alimentos tan distintos entre sí como la miel, la cerveza o la sal marina.
Los trabajos para determinar con exactitud los posibles riesgos se incrementan. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (@FAO) tranquiliza señalando que, en lo que a microplásticos se refiere, “el riesgo para la salud humana ligado al consumo de pescado y productos de acuicultura es insignificante”, pero matiza que faltando datos que permitan evaluar la toxicidad de algunos componentes comunes en esos plásticos (monómeros y polímeros).
La principal preocupación, en la que se centran numerosas investigaciones actuales, es la capacidad que pudieran tener las micropartículas para alterar el correcto funcionamiento del sistema digestivo. Se estudia la posibilidad de que las más pequeñas (nanoplásticos) pudieran atravesar la membrana celular del aparato digestivo y pasar al torrente sanguíneo de animales y personas.
Que el plástico que comemos acaba llegando a nuestro estómago e intestinos es algo que confirman estudios cada vez más abundantes. Limitar las fuentes de producción, buscando alternativas a los plásticos; incrementar las medidas que fomenten el reciclaje, detener los vertidos de estas partículas al medio ambiente, en especial al mar; y profundizar en la investigación sobre los efectos de estas sustancias en el organismo son algunas de las medidas urgentes que señala la FAO, entre otros organismos, no solo para cuidar el planeta, sino también la propia salud.