Lola Santos
Lola Santos es redactora especializada en temas de alimentación, viajes y ocio.
… saber más sobre el autorLos taninos es una palabra que oímos a veces y, como mucho, solemos relacionar con el mundo del vino. Pero ¿sabes a qué se refiere exactamente? Vamos a descubrirlo.
Los taninos son unos compuestos fenólicos que se acumulan en las frutas y las cortezas de plantas y árboles; tienen un olor muy característico y los encontramos en aquellos alimentos que al comerlos producen sensación de aspereza, sequedad y amargor. Podemos encontrar taninos en el vino, las uvas, el té, el café, las espinacas, la granada, el membrillo o la manzana.
Los taninos aportan diferentes beneficios para la para la salud. Además de su función potenciadora del sabor, los taninos tienen propiedades astringentes y antiinflamatorias, por lo que son muy eficaces en tratamientos relacionados con malestar intestinal. También se les relaciona con la disminución del riesgo de padecer enfermedades cardíacas.
Poseen propiedades antioxidantes, por lo que ayudan a evitar el envejecimiento prematuro. Además, los taninos ofrecen una acción antiséptica frente a bacterias, hongos y virus; las plantas que contienen taninos atacan a los microorganismos aglutinando las proteínas de su superficie y por lo que estas plantas se marchitan menos.
Los taninos que encontramos en el vino proceden de las partes más sólidas del racimo: piel, pepitas y tallos de la vid. Pero no es la única fuente de taninos, ya que cuando se almacena en barricas de madera, también se disuelven a través del contacto los taninos propios de la madera, afectando así al sabor final de la bebida.
Por este motivo, la maduración y suavización de los taninos es uno de los procesos más importantes en la evolución de un vino, ya que de ella depende en gran parte la calidad final de un vino.
Los taninos son sustancias químicas naturales cuyo compuesto incluye, entre otros elementos, los pigmentos responsables del color o antocianos, especialmente en los vinos tintos y rosados. El tanino añade tanto amargor como astringencia, así como complejidad al sabor. Aportan una sensación de aspereza, sequedad y amargor tanto en la lengua como en las encías.
Los taninos influyen directamente en el sabor del vino, potenciándolo y aportando al paladar unos matices secos, ásperos y rugosos. Normalmente a más taninos, mayor amargor y sequedad (astringencia) encontraremos en la bebida.
Además, su presencia también influye en el envejecimiento del vino; cuanto mayor sea la concentración de tanino y antociano, el vino puede envejecer durante más tiempo, dotando así de mayor complejidad, cuerpo y estructura.