Algunos alimentos pesan menos de lo que marca su etiqueta. De hecho, si pesamos en nuestra casa el contenido de algunos productos, a veces comprobaremos que el peso real es menor de lo que indica la etiqueta, y aunque es algo que cada vez se hace con más frecuencia (en las redes sociales se puede ver a gente pesando envases de productos y denunciando por la falta de peso), desde la Organización de Usuarios y Consumidores (OCU) advierten que, antes de denunciar, es importante tener algunas cuestiones claras, como que en los envases existen unos pesos mínimos "legales".
A veces, que el peso sea menor a lo que se indica en la etiqueta no significa que nos estén engañando. Primero debemos considerar algunas cuestiones, como que el peso que estemos usando no esté bien calibrado, ya que el uso y tiempo hace que pierdan exactitud. Para que el peso sea el correcto, también hay que prestar atención a la nivelación de la superficie, que el producto esté bien apoyado o no sobresalga. Además, no sirve con vaciar el contenido y pesarlo; para hacerlo correctamente, lo recomendable es pesar el envase lleno y cerrado, después vaciarlo, lavarlo y secarlo.
Tolerancias permitidas legalmente y peso mínimo
La legislación permite unas tolerancias de peso generales, dependiendo del peso del envase. Por ejemplo, en un envase con un peso de 5 a 50 gramos o mililitros, el error máximo por defecto tolerado sería un 9%; mientras que en un envase con un peso entre 1.000 a 10.000, el error máximo por defecto tolerado sería de un 1,5%. Desde la OCU (@consumidores), señalan que en un solo envase individual podría faltar hasta el doble de estas cantidades.
En cuanto a cuál es el peso mínimo legal que podría tener un envase individual según su peso, en un envase de 10 gramos, por ejemplo, podrían faltar 0,9 gramos, lo que significa que su peso mínimo tolerado serían 9,1 gramos y su peso mínimo en un envase individual de 8,2 gramos. En cambio, en el caso de un envase de 1 kilo, podrían faltar 15 gramos, siendo el peso mínimo tolerado de 985 gramos y el peso mínimo en un envase individual de 970 gramos.
Tal y como indican, la razón por la que se pusieron estos límites es que a veces es complicado obtener el peso exacto, como por ejemplo con una lata de sardinas o un bote de espárragos, donde no se pueden poner trozos para completar el peso, algo que no ocurre con un bote de tomate frito.
Frecuentes pesos inferiores al anunciado
Tras las comprobaciones de la OCU del peso de varios productos, indican que en varias ocasiones han encontrado pesos inferiores al anunciado, pero ninguno que fuese inferior al límite legal.
Poniendo como ejemplo algunas bandejas de carne o pescado, explican que "hay un empapador para recoger el agua que suelta el alimento. Si no lo pusieran, el agua líquida daría mal aspecto y se fomentaría el crecimiento de microrganismo en esos jugos. Soltar agua es un proceso natural, no es fraudulento ni significa que ese agua se ha añadido. Pero si cuando sacamos el alimento del envase y lo volvemos a meter se ha producido una pérdida de agua, es imposible que el peso cuadre con el indicado".
En otros envases es común encontrar una "e" junto al peso, que significa que en la fábrica de donde ha salido se establece un control estadístico de pesos eficaces de acuerdo a la normativa europea, por lo que no es probable que allí se "sise" en el peso de los productos, debido a que las fábricas guardan registros que luego pueden ser utilizado para realizar una inspección.
Las bolsas que parecen muy llenas y que luego encontramos medio vacías son otros de los casos más habituales, como las de patatas fritas. La razón de que se hinchen tanto estas bolsas es para evitar se rompa el producto o para facilitar la conservación.
Cómo reclamar
En cualquier caso, es posible poner una hoja de reclamacionesen el establecimiento si sentimos que nos han engañado. También podemos llevar el envase cerrado hasta una OMIC o a un laboratorio municipal (solo acepta el producto si no se ha abierto), para comprobar el peso de forma más exacta.
Sobre el autor:
María Bonillo
María Bonillo es licenciada en Comunicación Audiovisual y Periodismo por la Universidad Carlos III de Madrid. Escribe principalmente sobre temas de sociedad. También tiene experiencia en comunicación corporativa de empresas como OmnicomPRGroup y Pentación Espectáculos.