Ignacio Casanueva
Ignacio Casanueva es redactor especializado en temas de tecnología y salud.
… saber más sobre el autorEste objeto histórico sigue estando vigente y no pasa de moda. Su más que evidente utilidad y lo fotogénico que puede llegar a ser, según su diseño, han hecho de los abanicos un artículo antiguo que regresa con fuerza para convertirse en un complemento de moda.
Egipcios, babilónicos, persas, griegos y romanos ya utilizaban este utensilio. En un primer momento eran de gran tamaño, fijos, con plumas y de largos mangos. Su finalidad no sólo era dar aire, sino que se utilizaban, sobre todo, para espantar a los insectos.
Después, este utensilio se utilizó y se extendió como signo de belleza y moda entre las griegas. Se distinguían varios tipos: el miosoba para espantar a los insectos; el ripis para mover el aire, y el psigma para refrescarse. Estos primeros abanicos estaban hechos de plumas, juncos, tejidos, bambú, papiros, pergaminos o madera.
Se cree que los abanicos desplegables tuvieron su origen en Oriente (aprox. 900 D.C.) y su aceptación se extendió rápidamente, debido a su comodidad para el uso personal.
Los portugueses fueron quienes extendieron el uso del abanico en Europa a partir del siglo XV, cuando abrieron rutas comerciales en Oriente, pero su auge llegó en el siglo XVI, durante el Renacimiento.
Los abanicos desplegables datan del siglo XVIII y se construían en varios países, siendo los principales fabricantes España, Francia, Inglaterra, Italia, Holanda y Alemania. Para satisfacer la demanda de complementos de moda, las factorías empleaban todo tipo de materiales como madera, marfil, carey, madreperla, oro, plata, laca, seda, gasa o encaje, y posteriormente eran impresor o pintados a mano.
La cima del desarrollo del abanico en Europa se sitúa a principios de la década de 1880. Sin embargo, el efecto de dos guerras mundiales en la primera mitad del siglo XX redujo considerablemente su uso. No fue hasta la década de 1960 cuando el turismo en Europa hizo avanzar nuevamente el desarrollo de abanicos, en los que se representaban lugares de vacaciones como recuerdo.
El abanico en España data en el siglo XIV. Pero es en el siglo XVII cuando se afianza su uso.
El artesano francés Eugenio Prost se instaló en nuestro país, bajo la protección del conde de Floridablanca, y fue el máximo productor de abanicos, superando incluso a Italia y Francia.
Este utensilio era el capricho de la moda del momento. Se fabricaban con diferentes relieves, colores, materiales variados, formas, diferentes tamaños y para todos los usos: bodas, funerales, para la casa, el jardín, o de bolsillo (éstos fueron utilizados por los hombres, ya que, al principio, se usaban indistintamente, no tenían género).
El abanico no sólo era indispensable como elemento que acompañaba con la indumentaria, sino que sus movimientos, su posición y su colocación se convirtieron en un lenguaje, tanto gestual como alfabético. Las damas del siglo XIX y XX utilizaban esta forma de comunicación disimulada como declaración de amor, ya que la libertad de expresión femenina era nula y, también, para evitar que sus madres se enterasen del cortejo con los hombres; pero eso es otra historia…