Manuela Martín
Practicopedia
Cómo acabar con los malos olores de la nevera
Uno de los días más duros del año puede ser la vuelta de las vacaciones, pero si además al entrar en casa abres el frigorífico y te invade un olor insoportable, la llegada puede ser aún más dura.
A pesar de que revisaste varias veces aquellos alimentos perecederos para que no se estropeasen en la nevera durante las vacaciones, podemos haber tenido algún despiste o bien, haber sufrido un corte de electricidad durante nuestra ausencia, deteriorando así algunos productos y generando un fuerte olor en nuestra nevera.
Lo primero y más recomendable es sacar los alimentos en mal estado y llevar a cabo una limpieza profunda. La forma más sencilla de hacerlo y casi sin esfuerzo es limpiar toda la nevera con bicarbonato sódico y agua caliente y secar posteriormente las superficies. Otra opción sería utilizar agua con sal.
Sin embargo, si el olor persiste, existen algunos trucos para acabar con él. Consiste en introducir algunos de los siguientes productos en tu nevera:
- Bicarbonato de sodio en un recipiente: es uno de los remedios más eficaces para eliminar los malos olores. Para ello, mezcla dos cucharadas de bicarbonato con un litro de agua caliente y unas gotas de limón.
- Un limón cortado por la mitad con clavos aromáticos.
- Un vaso con zumo de limón o café molido.
- Un plato con pan duro o bien una bola grande de miga de pan empapada con vinagre.
- Un trozo de carbón vegetal.
- Granos de avena.
Si ves que no consigues eliminar el olor a la primera, no desistas en tu empeño, renueva el producto hasta que el olor haya desaparecido.
Y siempre recuerda, es importante cubrir y aislar bien los productos que desprenden olores fuertes como cebollas o quesos, entre otros. Neutralizándolos con papel de plata, film o simplemente guardándolos en un táper con cierre hermético, conseguiremos que nuestra nevera no sea una fuente fuertes aromas.
Cobertura de pérdida de alimentos
Cada vez son más los seguros de hogar que incluyen en sus pólizas la cobertura de pérdida de alimentos refrigerados o congelados, garantizando el reembolso de los gastos ocasionados por la pérdida o el deterioro de los alimentos destinados al consumo familiar derivados de un corte de suministro, avería del propio aparato u otras causas amparadas por las pólizas.
Según los datos del último programa “Más alimento, menos desperdicio” del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación de España para limitar las pérdidas y el desperdicio de alimentos y su impacto sobre el medio ambiente, alrededor de un tercio de la producción mundial de los alimentos destinados al consumo humano se pierde o desperdicia en todo el mundo, lo que equivale a aproximadamente 1.300 millones de toneladas al año. Esto supone el empleo del 30% de la superficie agrícola del planeta (unos 1.400 millones de hectáreas) y de 250 millones de metros cúbicos de agua (casi 75 veces el consumo anual de España) para producir alimentos que acaban en la basura. Y al descomponerse producen una huella de carbono de 3.300 millones de toneladas de CO2, sólo superado por las emisiones de EEUU y China.
En este sentido, existe un compromiso de la Unión Europea con la sostenibilidad a través del Plan de Acción para la Economía Circular que incluye una serie de propuestas legislativas revisadas sobre residuos con el objetivo de reducir estas cifras.