Teresa Rey
Cómo
Cómo conocer el verdadero origen de tu apellido
Antes de nada debemos investigar quiénes eran nuestros antepasados y hacer un árbol genealógico
Si tienes curiosidad por saber cuál es el origen de tu apellido, has de saber que no es un proceso sencillo. A pesar de que es lo primero que se tiende a mirar cuando emprendemos esta búsqueda, lo cierto es que este dato es el último en el que deberíamos fijarnos en nuestra investigación. Según explican por ejemplo desde la Biblioteca Nacional Española (@BNE_biblioteca), lo primero en lo que hay que centrarse es en averiguar quiénes eran nuestros antepasados, es decir, hacer un árbol genealógico.
Algo más que el apellido
Esto es lo recomendable si queremos conocer de forma exhaustiva y lo más fidedigna posible por qué llevamos el apellido que tenemos y no otro. Esto es así porque realmente su origen es complejo y se vincula a numerosos avatares sucedidos a lo largo de la historia. Además, si tenemos un apellido muy común llegar a nuestros verdaderos orígenes se puede tornar en una tarea bastante complicada.
Actualmente, algunas aplicaciones nos permiten ponerlo y nos ofrecen una información genérica de su procedencia, pero no está vinculada a nuestra verdadera historia personal.
Hay que partir de la base de que puede que nuestro apellido no fuera así siempre y que este haya sufrido evoluciones a lo largo del tiempo. Lo normal es que estos cambiaran o que incluso que se unieran a nombres u otras familias y sufrieran modificaciones.
Mucha variedad
Por este motivo hay que tener en cuenta también las directrices que se seguían a la hora de formar los apellidos. Por un lado, tenemos los patronímicos que son aquellos que provienen del nombre paterno. Estos suele acabar en “oz” o “ez”, así en el caso de Pérez, queremos decir “hijo de Pedro”, y el de Muñoz, “hijo de Muño”.
En ocasiones los propios oficios desempeñados eran los que los formaban, por eso aparecía primero el nombre y continuación el trabajo que se realizba: “el Carpintero”, “el Sastre”, el Herrero”, etcétera. A veces incluso los propios motes que hacían referencia a alguna peculiaridad física o habilidad, se transformaban en esta seña de identidad. Y también, en España, eran muy frecuentes los toponímicos, que son los que se refieren a una región como Madrid, Segovia, De la Vega, Molina, por citar algunos.
Estas, por tanto, son cuestiones genéricas que tendremos que valorar a la hora de determinar de dónde viene de nuestro apellido, pero los expertos aseguran que primero se ha de estudiar la historia de los que nos precedieron en el linaje familiar. Para ello se puede acudir a un genetista o bien empezar a indagar por nuestra cuenta preguntando a familiares o curioseando entre los archivos de casa.