Ni en las selvas tropicales ni en el último rincón del planeta, el último punto de acceso que ofrece una biodiversidad impresionante se encuentra muy cerca de ti.
Por ejemplo, el estadounidense promedio pasa el 93% de su tiempo en entornos construidos, casi el 70% de ese tiempo en su lugar de residencia. La salud y el bienestar humanos están intrínsecamente ligados a la calidad de nuestros entornos personales y los microbiomas que los pueblan. Por el contrario, el microbioma del entorno construido se siembra, se forma y se remodela según el comportamiento de los ocupantes, la limpieza, la higiene personal y las elecciones de alimentos, así como la ubicación geográfica y la variabilidad en la infraestructura
Las interacciones continuas entre los seres humanos y el entorno construido impulsan la exposición recíproca y el ensamblaje de la microbiota interior, como documenta un estudio de ‘Nature’.
Los nichos dentro del entorno construido acumulan continuamente microorganismos provenientes de ocupantes humanos, entornos exteriores o una mezcla de ambos, y muchas de estas comunidades pueden luego servir como fuente de exposición para los seres humanos. Estas exposiciones influyen en la salud y la enfermedad, incluso a través de la transmisión de patógenos potenciales, según detalla un ensayo de ‘Nature Reviews Microbiology’.
Comprender la estructura y la dinámica de la comunidad del microbioma del entorno construido es clave para descifrar su relación con la salud humana. Estudios previos ya han mostrado variaciones entre los microbiomas de diferentes entornos construidos por humanos e incluso entre elementos de un tipo de entorno interior. Por ejemplo, los pomos de las puertas. A medida que aumenta el número de observaciones y la disponibilidad de datos, resulta cada vez más factible cuantificar qué factores dan forma a los microbiomas del entorno construido y la magnitud de su impacto. Entre esos factores, la disponibilidad de agua y el grado de interacción humana son probablemente claves.
El 'nuevo escondite'
En un nuevo estudio, dirigido por la Universidad Northwestern (EEUU), los microbiólogos descubrieron que los cabezales de ducha y los cepillos de dientes están repletos de una colección extremadamente diversa de virus, la mayoría de los cuales nunca se habían visto antes.
Aunque esto pueda parecer inquietante, la buena noticia es que estos virus no atacan a las personas, atacan a las bacterias.Los microorganismos recogidos en el estudio son bacteriófagos, o “fagos”, un tipo de virus que infecta y se replica en el interior de las bacterias. Aunque los investigadores saben poco sobre ellos, han llamado la atención recientemente, como documenta la Sociedad Americana de Microbiología, por su posible uso en el tratamiento de infecciones bacterianas resistentes a los antibióticos. Y los virus hasta ahora desconocidos que acechan en nuestros baños podrían convertirse en un tesoro de materiales para explorar esas aplicaciones. El estudio ha sido publicado en 'Frontiers in Microbiomes'.
"La cantidad de virus que encontramos es absolutamente increíble. Encontramos muchos virus de los que sabemos muy poco y muchos otros que nunca habíamos visto antes. Es sorprendente la cantidad de biodiversidad sin explotar que hay a nuestro alrededor. Y ni siquiera hay que ir muy lejos para encontrarla: está justo debajo de nuestras narices", ha comentado Erica M. Hartmann, de Northwestern, directora del ensayo.
El nuevo estudio es una derivación de una investigación anterior, en la que Hartmann y sus colegas de la Universidad de Colorado en Boulder caracterizaron las bacterias que viven en los cepillos de dientes y los cabezales de ducha . Para los estudios anteriores, los investigadores pidieron a las personas que enviaran cepillos de dientes usados e hisopos con muestras recogidas de sus cabezales de ducha.
Inspirada por la preocupación de que la descarga del inodoro pudiera generar una nube de partículas de aerosol, Hartmann llamó cariñosamente al estudio del cepillo de dientes “Operación Boca de Pobre”.
"Este proyecto comenzó como una curiosidad. Queríamos saber qué microbios viven en nuestros hogares. Si pensamos en los ambientes interiores, las superficies como las mesas y las paredes son realmente difíciles de habitar para los microbios. Los microbios prefieren ambientes con agua. ¿Y dónde hay agua? Dentro de los cabezales de la ducha y en los cepillos de dientes", ha comentado la investigadora.
Diversidad y oportunidades
Después de caracterizar las bacterias, Hartmann utilizó la secuenciación de ADN para examinar los virus que vivían en esas mismas muestras. Quedó inmediatamente impresionada. En total, las muestras comprendían más de 600 virus diferentes, y no había dos muestras iguales.
"Básicamente, no vimos ninguna superposición de tipos de virus entre los cabezales de ducha y los cepillos de dientes. También vimos muy poca superposición entre dos muestras. Cada cabezal de ducha y cada cepillo de dientes es como una pequeña isla en sí misma. Esto simplemente subraya la increíble diversidad de virus que existen", ha insistido.
Aunque encontraron pocos patrones entre todas las muestras, Hartmann y su equipo notaron más micobacteriófagos que otros tipos de fagos. Los micobacteriófagos infectan a las micobacterias, una especie patógena que causa enfermedades como la lepra, la tuberculosis y las infecciones pulmonares crónicas. Hartmann imagina que, algún día, los investigadores podrían aprovechar los micobacteriófagos para tratar estas infecciones y otras.
"Podríamos imaginarnos tomar estos micobacteriófagos y usarlos como una forma de limpiar los patógenos del sistema de tuberías. Queremos observar todas las funciones que estos virus podrían tener y descubrir cómo podemos usarlos", ha recordado. .
La mayoría "no nos enfermarán"
Pero, mientras tanto, Hartmann advierte a la gente que no se preocupe por la fauna invisible que vive en nuestros baños. "En lugar de buscar lejía, la gente puede remojar el cabezal de la ducha en vinagre para eliminar la acumulación de calcio o simplemente lavarlo con agua y jabón. Y debería cambiar periódicamente los cabezales de los cepillos de dientes", ha aconsejado Hartmann. No es partidaria de los cepillos de dientes antimicrobianos, que, según ella, pueden dar lugar a la aparición de gérmenes resistentes a los antibióticos.
"Los microbios están en todas partes y la gran mayoría de ellos no nos enferman. Cuanto más los ataquemos con desinfectantes, más probabilidades hay de que desarrollen resistencia o se vuelvan más difíciles de tratar. Deberíamos aceptarlos", ha aconsejado.
Sobre el autor:
Patricia Matey
Licenciada en Ciencias de la Información (Universidad Complutense de Madrid. 1986-1991), es periodista especializada en información de salud, medicina y biociencia desde hace 33 años. Durante todo este tiempo ha desarrollado su profesión primero en el suplemento SALUD de EL MUNDO (22 años), luego como coordinadora de los portales digitales Psiquiatría Infantil y Sexualidad en el mismo diario. Ha colaborado en distintos medios como El País, La Joya. la revista LVR, Muy Interesante, Cambio 16, Indagando TV o El Confidencial. En este último ejerció de jefa de sección de Alimente durante cuatro años. Su trayectoria ha sido reconocida con los premios de periodismo de la Sociedad Española de Oncología Médica, premio Boehringer-Ingelheim, premio de la Asociación Española de Derecho Farmacéutico, premio Salud de la Mujer, premio de Comunicación del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid o Premio de Periodismo de Pfizer. Actualmente es la responsable de la sección Cuídate+ sobre longevidad saludable de 65YMÁS.