Por qué mi sueño empeora según voy cumpliendo años
El sueño es una de las funciones fisiológicas más importantes. Desde Aristóteles hasta principios del siglo XX, gran parte de los filósofos sostuvieron que era una consecuencia de la disminución en la información sensorial y otros científicos dudaron de la existencia de vías neuronales específicas que regulasen el sueño y la vigilia. Estos conceptos reflejan que, hasta mediados del siglo XIX, el conocimiento sobre el sueño se obtenía mediante observaciones combinadas con el pensamiento deductivo e inductivo, recuerda un artículo de opinión del 'Jounal Sleep Research' tal y como describe en Laura Sánchez del Departamento de Bioquímica y Biología Molecular la Facultad de Sevila en sus tesis doctoral: 'Privación de sueño y neurodegeneración'.
En él artículo se insiste en que uno de los enfoques para estudiar la función del sueño fue observar los efectos de su privación en el organismo. Marie de Manacëine (1843–1903), fisióloga de San Petersburgo, fue la primera en aplicar este procedimiento en cachorros de perro. Descubrió que la privación prolongada del sueño es letal, lo que derivó en la conclusión que el sueño cumple funciones vitales. El primer estudio de privación del mismo. ealizado en humanos se llevó a cabo en 1896, con tres sujetos que estuvieron privados de sueño durante casi 90 horas. Se observó una disminución del rendimiento en las pruebas de capacidad de atención, memoria y fuerza de agarre.
La privación del sueño en humanos se ha estudiado intensamente desde finales de la década de 1920. A mediados del siglo XX, Eugene Aserinsky (1921-1998), fue el primero en observar fases recurrentes de movimientos oculares espasmódicos durante el sueño. En conjunto con los hallazgos de otros investigadores, se llegó a la clasificación de las etapas del sueño que sentó las bases para la clasificación actual. Afortunadamente, en los últimos años, la perspectiva acerca de la biología del sueño se ha modificado. Se han identificado múltiples sistemas cerebrales que regulan selectivamente la aparición tanto la vigilia como el sueño. Si bien las definiciones de “salud del sueño” son erráticas y poco claras, se reconoce que el sueño es esencial para la cognición óptima, la función inmunológica y la salud general, como documenta un artículo de 'Sleep'. En él, ademas, se peopone un modelo conceptual acerca de la salud del sueño. Este modelo postula que varias dimensiones de la función sueño-vigilia pueden afectar los resultados en diferentes funciones fisiológicas y en la salud.
La pérdida de sueño comúnmente interrumpe el metabolismo, aumenta el riesgo de obesidad y se ha asociado con la expresión alterada de genes y hormonas. A largo plazo, puede incrementar la probabilidad de desarrollar enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares e hipertensión. Además de las consecuencias indirectas asociadas con la pérdida de sueño, incluido el aumento de accidentes, provocados por la disminución del estado de alerta y los cambios en el comportamiento como recoge un ensayo de 'Lipidis in Health and Diseases'.
Nuevos datos
El cerebro es uno de los órganos más afectados por la falta del sueño. Y llega una nueva investigación que confirma que las personas de mediana edad que tienen una mala calidad de mism, incluida la dificultad para conciliar el sueño o permanecer dormidos, presentan más signos de mala salud cerebral en la mediana edad avanzada, según un estudio publicado 'Neurology', la revista médica de la Academia Estadounidense de Neurología . El ensayo no prueba que la falta de sueño acelere el envejecimiento cerebral. Solo muestra una asociación entre la mala calidad del sueño y los signos de envejecimiento cerebral.
"En investigaciones anteriores se ha vinculado la falta de sueño con una capacidad de pensamiento y de memoria deficientes en etapas posteriores de la vida, lo que aumenta el riesgo de demencia", ha destacado la autora del estudio, Clémence Cavaillès, de la Universidad de California en San Francisco. "Nuestro estudio, en el que se utilizaron escáneres cerebrales para determinar la edad cerebral de los participantes, sugiere que la falta de sueño está relacionada con casi tres años adicionales de envejecimiento cerebral ya en la mediana edad".
El estudio incluyó a 589 personas con una edad promedio de 40 años al inicio del mismo. Los participantes completaron cuestionarios sobre el sueño tanto al comienzo del estudio como cinco años después. Los participantes se sometieron a exploraciones cerebrales 15 años después de que comenzara el estudio.
Los investigadores revisaron las respuestas de los participantes a preguntas como: "¿Suele tener problemas para conciliar el sueño?”", "¿Suele despertarse varias veces por la noche?" y "¿Suele despertarse demasiado temprano?". Registraron el número de seis características de sueño deficientes para cada participante: duración de sueño corta, mala calidad de sueño, dificultad para conciliar el mismo, dificultad para permanecer dormido, despertarse temprano por la mañana y somnolencia diurna.
Los participantes se dividieron en tres grupos. Los del grupo de bajo nivel no tenían más de una característica de sueño deficiente. Las personas del grupo medio tenían entre dos y tres, y las del grupo alto tenían más de tres. Al comienzo del estudio, alrededor del 70% estaban en el grupo de bajo nivel, el 22% en el grupo medio y el 8% en el grupo alto.
Los investigadores examinaron las imágenes cerebrales de los participantes, en las que el nivel de encogimiento cerebral se corresponde con una edad específica. Los investigadores utilizaron el aprendizaje automático para determinar la edad cerebral de cada participante.
Después de ajustar factores como la edad, el sexo, la presión arterial alta y la diabetes, los investigadores encontraron que las personas del grupo medio tenían una edad cerebral promedio 1,6 años mayor que las del grupo bajo, mientras que las del grupo alto tenían una edad cerebral promedio 2,6 años mayor.
Características del sueño y mayor edad cerebral
Entre las características del sueño, la mala calidad del sueño, la dificultad para conciliar el sueño, la dificultad para permanecer dormido y el despertar temprano por la mañana se relacionaron con una mayor edad cerebral, especialmente cuando las personas tuvieron consistentemente estas malas características del sueño durante cinco años.
"Nuestros hallazgos resaltan la importancia de abordar los problemas de sueño a una edad más temprana para preservar la salud cerebral, lo que incluye mantener un horario de sueño constante, hacer ejercicio, evitar la cafeína y el alcohol antes de acostarse y utilizar técnicas de relajación", ha afirmado la coautora Kristine Yaffe, de la Universidad de California en San Francisco y miembro de la Academia Estadounidense de Neurología. "Las investigaciones futuras deberían centrarse en encontrar nuevas formas de mejorar la calidad del sueño e investigar el impacto a largo plazo del sueño en la salud cerebral de las personas más jóvenes", ha insistido.
Una limitación del estudio fue que los participantes informaron sus propios problemas de sueño y es posible que no los hayan informado con precisión.