A la lista conocida de los cinco ‘Jinetes del Apocalipsis’ cardiaco (colesterol, diabetes, hipertensión, tabaco, sobrepeso u obesidad) le ha salido un duro competidor: la ira.
Desde que los cardiólogos estadounidenses Meyer Friedman y Raymond Rosenman propusieron, por primera vez, en 1959 que las personas con un patrón de conducta definido como altamente competitivo, ambicioso, motivado por el trabajo, con control del tiempo, consciente y agresivo (bautizado como patrón de comportamiento tipo A) tenían un mayor riesgo de sufrir eventos cardiovasculares (ECV), como documenta su trabajo recogido en ‘JAMA’, la comunidad científica se ha volcado en investigar la asociación entre factores psicosociales y patologías cardiacas.
Recordar que existen otros tipos de personalidad (B,C y D) establecidos. Y uno de ellos, el D, también se suma a la ‘lista negra’ de los enemigos de la salud cardiaca. Así, mientras que el tipo A es impaciente y propenso a la hostilidad y la agresividad; el B es relajado, alegre, paciente y despreocupado. El C, por su parte, es sistemático, pensativo, sensible, prudente y crítico mientras que el D corresponde a una persona apenada, negativa, pesimista, deprimida y socialmente inhibida. Y como constata una investigación, publicada en ‘Current Cardiology Reports’, una de cada cuatro personas con enfermedad cardiaca tiene este último tipo de personalidad.
La aterosclerosis es una enfermedad difusa caracterizada por el depósito de lípidos y otros elementos transmitidos por la sangre dentro de la pared arterial. Se sabe que la alteración de una placa aterosclerótica arterial y la posterior formación de trombos son responsables de la aparición de ECV. Ahora un nuevo estudio concreta que basta con experimentar un breve episodio de ira, desencadenado por recordar experiencias pasadas, para inhibir la capacidad de los vasos sanguíneos para relajarse, lo cual es esencial para lograr un flujo adecuado de sangre, según publica ‘The Journal of the American Heart Association’. Sin flujo conveniente el riesgo de ECV e ictus aumenta.
La valoración
En declaraciones a 65yMÁS.com, el Dr. José Luis Zamorano, Catedrático de Medicina, jefe de Cardiología del Hospital Universitario Ramón y Cajal (Madrid) y Vicepresidente de la Sociedad Europea de Cardiología, comenta: “Se trata de un estudio muy sugerente. La disfunción endotelial es uno de los aspectos clave en la génesis de la aterosclerosis. Por eso clásicamente se han descrito que factores que provocan la disfunción endotelial, como por ejemplo la diabetes, el tabaco o la hipertensión, son causa de ateroesclerosis”.
E insiste: “No olvidemos que las estatinas, fármacos que disminuyen el colesterol LDL, ‘el malo’, han demostrado sus efectos beneficiosos a través de la mejoría de la función endotelial. Este artículo es tremendamente interesante y pone de manifiesto cómo los aspectos psicológicos del ser humano también podrían influir en la función endotelial”.
El especialista recuerda que “siempre se ha dicho que una personalidad determinada, como aquellos con más estrés o ansiedad, tienen más tendencia a sufrir ECV. Este artículo viene a confirmar que en el grupo de pacientes que se provocó un estrés psicológico conllevaba a disfunción endotelial que, sin duda, está relacionado con los eventos cardiovasculares. En definitiva, además de controlar los factores de riesgo clásicos, debemos también cuidar nuestra forma de vivir y enfocar la vida”.
El estudio
La nueva investigación, liderada por el Dr. Daichi Shimbo, profesor de Medicina en el Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia en Nueva York (EEUU), analizó si las emociones negativas (ira, tristeza y ansiedad) pueden tener un impacto adverso en la función de los vasos sanguíneos en comparación con una neutra.
Para llevarlo a cabo se reclutó a 280 adultos sanos. La media de edad fue de 26 años y en el trabajo se definió como saludable la ausencia de antecedentes de enfermedad cardíaca,ictus, cirugía de bypass o stents, ataque isquémico transitorio, enfermedad arterial periférica, insuficiencia cardíaca, presión arterial alta, colesterol alto, diabetes tipo 2 o diagnóstico autoinformado de enfermedad mental. Además, no tenían ningún medicamento recetado ni consumían suplementos dietéticos; y no fumaban en la actualidad.
Todos ellos fueron asignados aleatoriamente a una de cuatro tareas emocionales durante 8 minutos: rememorar un recuerdo personal que los hizo enojar; acordarse de otro personal de ansiedad; leer una serie de frases deprimentes que evocaban tristeza o contar repetidamente hasta 100 para inducir un estado emocionalmente neutral. Este protocolo: “Mecanismos putativos subyacentes a la aparición y las emociones del infarto de miocardio (PUME)” fue ya descrito por los investigadores en un artículo anterior.
Asimismo, se evaluaron las células que recubren los vasos sanguíneos de cada participante antes de las tareas mencionadas y en varios puntos después en busca de evidencia de deterioro de la dilatación de los vasos sanguíneos, aumento de la lesión celular y/o reducción de la capacidad de reparación celular. Las mediciones tomadas antes de las tareas emocionales se repitieron después de completarlas.
Se tomaron medidas para cada participante al inicio (0 minutos) y en cuatro momentos diferentes después de experimentar la tarea emocional asignada: 3 minutos, 40, 70 minutos y 100. Y esto es lo que encontró el análisis.
Rememorando el pasado
Las tareas que recordaban eventos pasados que causaron ira provocaron un deterioro en la dilatación de los vasos sanguíneos, de cero a 40 minutos después de la misma. Este daño ya no estaba presente a los 40 minutos. No hubo, en cambio, modificaciones estadísticamente significativas en los revestimientos de los vasos sanguíneos de los participantes en ningún momento después de experimentar las tareas emocionales de ansiedad y tristeza.
"Vimos que evocar un estado de ira conducía a una disfunción de los vasos sanguíneos, aunque todavía no entendemos qué puede causar estos cambios. La investigación de los vínculos subyacentes entre ella y la disfunción de los vasos sanguíneos puede ayudar a identificar objetivos de intervención eficaces para las personas con mayor riesgo de sufrir los episodios", ha afirmado el Dr. Shimbo en un comunicado
Según la declaración científica de 2021 de la Asociación Americana del Corazón, 'Salud psicológica, bienestar y conexión mente-corazón-cuerpo', el bienestar mental puede afectar positiva o negativamente la salud de una persona y a los factores de riesgo de enfermedad cardíaca y accidente cerebrovascular.
"Este estudio se suma a la creciente base de evidencia científica que constata que el bienestar mental puede afectar la salud cardiovascular y que los estados emocionales agudos e intensos, como la ira o el estrés, pueden provocar eventos cardiovasculares", ha declarado el Dr. Glenn Levine, profesor de Medicina en el Baylor College of Medicine, y jefe de la sección de cardiología del Centro Médico VA Michael E. DeBakey (ambos en Houston, EEUU).
“Por ejemplo, sabemos que la tristeza intensa o emociones similares son un desencadenante común de la miocardiopatía de Takatsubo, (también conocida como síndrome del corazón roto o cardiomiopatía inducida por estrés y eventos como terremotos o incluso ser un aficionado viendo un partido del Mundial de Fútbol, que provocan estrés, pueden causar infarto de miocardio y/o arritmias”, ha insistido.
Este estudio actual muestra de manera muy elocuente cómo la ira puede afectar negativamente la salud y la función del endotelio vascular, “y sabemos que el endotelio vascular, el revestimiento de los vasos sanguíneos, es un actor clave en la isquemia miocárdica y la enfermedad cardíaca aterosclerótica. Si bien no se han dilucidado todos los mecanismos sobre cómo los estados psicológicos impactan en la salud cardiovascular, este trabajo claramente nos acerca un paso más a la definición de dichos mecanismos”, han recordado los investigadores.
Sobre el autor:
Patricia Matey
Licenciada en Ciencias de la Información (Universidad Complutense de Madrid. 1986-1991), es periodista especializada en información de salud, medicina y biociencia desde hace 33 años. Durante todo este tiempo ha desarrollado su profesión primero en el suplemento SALUD de EL MUNDO (22 años), luego como coordinadora de los portales digitales Psiquiatría Infantil y Sexualidad en el mismo diario. Ha colaborado en distintos medios como El País, La Joya. la revista LVR, Muy Interesante, Cambio 16, Indagando TV o El Confidencial. En este último ejerció de jefa de sección de Alimente durante cuatro años. Su trayectoria ha sido reconocida con los premios de periodismo de la Sociedad Española de Oncología Médica, premio Boehringer-Ingelheim, premio de la Asociación Española de Derecho Farmacéutico, premio Salud de la Mujer, premio de Comunicación del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid o Premio de Periodismo de Pfizer. Actualmente es la responsable de la sección Cuídate+ sobre longevidad saludable de 65YMÁS.