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Problemas de salud mental en personas mayores: causas y soluciones
Un estudio alerta de la necesidad de detectarlos para su terapia precoz. Hablamos con una experta
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El mensaje de la OMS sobre cómo lograr una buena salud sí ha calado en buena parte de la población. Reza la institución que la salud es fundamental para el bienestar total, e incluye la salud física, mental y social. Es esencial abordar urgentemente la salud mental en personas mayores, especialmente con una población que gana años en aumento.
Esto implica comprender los desafíos que enfermedades, como la demencia, el alzhéimer, la ansiedad, la depresión, el estrés, las adicciones y el riesgo de suicidio. Para enfrentar estos problemas, se han categorizado las soluciones en tres grupos: concienciación, promoción y prevención, y asistencia. Se han identificado diversas aplicaciones, herramientas, iniciativas y campañas que ofrecen soluciones en uno o más de estos ámbitos, ya sea para concienciar, prevenir o brindar asistencia.
Al parecer, el 74,7% de las personas percibe un deterioro en su salud mental en los últimos años. A pesar de ello, los servicios de atención a las personas mayores, ya sea en el domicilio, en residencias, en atención primaria y atención hospitalaria, están poco dotados de atención psicológica. Esta falta de apoyo psicológico especializado puede contribuir a un aumento de los problemas de salud mental, una disminución del bienestar emocional y una calidad de vida más baja en una población ya vulnerable, exacerbando así los desafíos asociados al envejecimiento y a las enfermedades crónicas, documenta el Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid (COP)
Estas son algunas de las principales conclusiones recogidas en un informe publicado por el Nagusi Intelligence Center (NIC) de Bizkaia (centro cuyo objetivo es impulsar un nuevo sector de actividad económica en torno al envejecimiento, la salud y los cuidados de larga duración), a través del cual expone en detalle el estado actual de la salud mental de las personas mayores y pone de relieve la necesidad de abordarla, comprendiendo, para ello, los desafíos que enfrenta esta población, entre ellos, la demencia, el alzhéimer, la ansiedad, la depresión, el estrés, las adicciones y el riesgo de suicidio.
El informe
A modo de introducción, el informe recoge una serie de datos preocupantes expuestos por la Confederación de Salud Mental España y la Fundación Mutua Madrileña en su estudio sobre la 'Situación de la Salud Mental en España', relativos tanto a la población en general como a las personas con experiencias previas de problemas de salud mental y a profesionales de la salud, entre ellos, los siguientes:
- Un 39,3% de las personas evalúa negativamente su salud mental actual.
- El 74,7% de las personas percibe un deterioro en la salud mental en los últimos años, atribuyendo esta situación principalmente a dificultades económicas, incertidumbre ante el futuro y la presión diaria, seguidas por la influencia de la pandemia y la sensación de vivir en una sociedad cada vez más individualista y competitiva.
- Un significativo 42,1% ha enfrentado depresión en algún momento de su vida, mientras que el 14,5% ha tenido ideas suicidas o ha intentado suicidarse, siendo más prevalente entre mujeres (17%) que hombres (11,7%). La prevalencia de la depresión en las personas mayores varía entre el 1,2% y el 9,4%.
- El 26,2% de las personas recurren a especialistas de salud mental, especialmente a consultas de Psicología y Psiquiatría.
Con respecto a la salud mental en el contexto de las personas mayores, los autores destacan dos escenarios que ofrecen desafíos únicos y requieren enfoques diferenciados: "Por un lado, las personas que desarrollan problemas de salud mental en la edad más adulta y, por otro, las que envejecen teniendo trastornos mentales crónicos previos".
Riesgos de salud mental
A la hora de comprender los desafíos asociados a la salud mental en las personas mayores, los autores de este informe consideran primordial explorar los diversos factores que pueden contribuir en este ámbito de la salud, agrupados en tres dimensiones: biológicos (como predisposiciones genéticas, cambios hormonales y condiciones de salud física), psicológicos (pensamientos, emociones y respuestas cognitivas) y sociales (relacionados con el entorno social, las interacciones y el apoyo social).
De acuerdo con este informe, en las personas mayores, los factores biológicos “se relacionan con los cambios celulares que afectan tanto a tejidos como a órganos”. Según afirman sus autores, las enfermedades crónicas no transmisibles (por ej., la diabetes, las cardio-metabólicas, los trastornos neuropsiquiátricos, las cardiopatías y las enfermedades cerebrovasculares), “tienen una fuerte conexión con la depresión”. Asimismo, el deterioro funcional está vinculado con la depresión, “al igual que el deterioro cognitivo, que a veces puede ser un indicador temprano de demencia”. Los factores biológicos como el envejecimiento y la genética están relacionados con la demencia.
No obstante, recuerdan que éstas representan un porcentaje pequeño de los casos, aproximadamente el 5%, subrayando la existencia de diversos factores de riesgo no biológicos, como el estilo de vida, la salud cardiovascular, la educación, entre otros que también influyen en la aparición de la demencia.
Valoración
En declaraciones a ste dario Ana Lucas, destacada psicóloga y directora de Psico-Salud, ubicada en Madrid. documenta: "La evolución de las pirámides de población en muchos países nos ofrece una gran oportunidad para replantearnos el cuidado de nuestros mayores. Cada vez hay más personas mayores de 65 años y, afortunadamente, su calidad de vida sigue mejorando con el tiempo. Este cambio nos invita a transformar nuestra manera de entender el envejecimiento y a adaptarnos a nuevas necesidades, especialmente en lo que respecta a la salud psicológica. Nuestra sociedad tiene la oportunidad de avanzar en la atención emocional de las personas mayores, asegurando que sea profesional, específica y accesible, para acompañarlas en esta etapa con el bienestar que merecen".
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Dra. Ana Lucas.
Factores psicológicos
En estas edades "vienen dados por la acumulación de experiencias de vida de cada persona y pueden ser un factor estresante". A modo de ejemplo, situaciones como la pérdida de seres queridos, capacidades físicas e independencia "pueden desencadenar o agravar la depresión y la ansiedad". Por su parte, el aislamiento social -ya sea por jubilación, movilidad reducida o la pérdida de relaciones de amistad y familiares-, puede derivar en depresión, ansiedad y provocar sentimientos de soledad y desesperanza. El estrés asociado con problemas de salud, económicos o familiares “puede exacerbar aún más estos problemas, llegando incluso a afectar el sueño y el bienestar general”.
Según este informe, la salud mental de las personas mayores “se ve considerablemente afectada” por los factores sociales, principalmente, la soledad y el aislamiento social como elementos predominantes. A esto se añade el impacto emocional de la jubilación, que, con frecuencia “lleva a un sentido reducido de propósito, así como la aparición de insomnio y otros trastornos del sueño”. La discriminación por edad, conocida como edadismo, afecta a muchas personas mayores, agravando las dificultades emocionales asociadas al envejecimiento.
Además, la “alarmante prevalencia” de casos de maltrato (físico, verbal, psicológico, sexual o económico) hacia las personas de edades avanzadas, incrementa la vulnerabilidad a la hora de desarrollar problemas de salud mental.Todos estos factores tienen un gran impacto en los siguientes trastornos comunes en la senectud.
Recuerda la Dra. Ana Lucas: "El proceso de envejecimiento puede traer consigo ciertos desafíos físicos que aumentan la dependencia, pero también nos brinda la posibilidad de construir una sociedad más solidaria y atenta a las necesidades emocionales de sus mayores. Las administraciones públicas juegan un papel clave en la creación de servicios como los centros de día, que ofrecen apoyo y calidad de vida. Sin embargo, el cuidado emocional va más allá de las instituciones: cada uno de nosotros tiene un papel fundamental en evitar el aislamiento de las personas mayores y fomentar su integración en la vida comunitaria".
La demencia
Definida como “un síndrome generalmente de naturaleza crónica o progresiva caracterizado por el deterioro de la función cognitiva (es decir, la capacidad para procesar el pensamiento) más allá de lo que podría considerarse una consecuencia del envejecimiento normal”.
Puede deberse a diversas enfermedades, siendo la más común la de alzéeimer. Este trastorno crónico afecta a la memoria, a la capacidad de concentración y al proceso de aprendizaje, manifestando alteraciones “lo suficientemente serias como para perturbar las actividades relacionales, laborales y sociales de las personas afectadas. Los síntomas incluyen olvidos de eventos recientes, recuerdos vividos de épocas anteriores, dificultad progresiva para orientarse en espacio y tiempo, exageración de rasgos de personalidad y la desaparición de aficiones o hábitos.
Dentro de la demencia, el alzhéimer es una de las enfermedades más comunes, constituyendo entre el 60% y el 70% de ellas. Este trastorno impacta de manera progresiva en todas las funciones cognitivas, como la memoria, el reconocimiento facial, las capacidades de pensamiento y el lenguaje, y contribuye significativamente a la pérdida de autonomía y calidad de vida de quienes lo presentan. Según se estima, en España hay más de 700.000 personas con Alzheimer mayores de 40 años y se prevé que, en 2050, la cifra se habrá duplicado y se acercará a los dos millones de personas.
Ansiedad
Es el problema de salud mental más frecuente en España. El trastorno de ansiedad generalizada es muy común en la tercera edad, afectando entre el 10% y el 15% de las personas mayores, principalmente a las mujeres, que duplican el riesgo de desarrollar un trastorno de este tipo en comparación con los hombres. La depresión en la población mayor tiene una prevalencia sorprendentemente alta. Los indicios de depresión en ella son distintos de los que se presentan en otras etapas del ciclo vital. Existe una reticencia a compartir los síntomas emocionales “típicos de la depresión”, como sentirse melancólicos o perder interés en las actividades, debida, en opinión de los autores de este informe, a “antiguos estigmas relacionados con la salud mental o la dificultad para admitir que estas personas están enfrentando dificultades por sí mismas”.
Las personas mayores pueden experimentar manifestaciones físicas -tales como mareos, dolores, pérdida de peso, dificultades para conciliar el sueño, etc.-, y no reconocerlas como señales de depresión. También la pérdida de memoria y los cambios de conducta (como perder interés en actividades con las que antes se disfrutaba, dejar de salir, perder el apetito, consumir alcohol o acaparar objetos sin importancia…).
Estrés
Si bien está presente en todas las etapas de la vida, las fuentes de estrés varían según la edad. En la infancia y edad adulta se relacionan con la escuela, la búsqueda de trabajo o las relaciones personales, mientras que las personas mayores deben hacer frente a otro tipo de preocupaciones y desafíos. Tal y como señala el estudio, “después de años de autosuficiencia, la incapacidad de realizar tareas, la jubilación, a veces motivada por la imposibilidad de trabajar, y la pérdida de seres queridos son fuentes de estrés, llevando consigo la posibilidad de depresión”.
También con el aumento del riesgo de desarrollar enfermedades crónicas surge la preocupación de padecerlas, y esto puede generar estrés. Pueden desarrollarse adicciones, si bien es un problema que suele subestimarse, dado que se asocia con frecuencia a personas jóvenes y adultas. En esta etapa evolutiva pueden pasar desapercibidas debido a cambios en sus rutinas y obligaciones, lo que dificulta su detección. Asimismo, el informe advierte del deterioro físico propio de la edad que “puede llegar a ocultar los síntomas de la adicción, y, además, la sensibilidad a las sustancias aumenta, produciendo así un riesgo para la salud de las personas mayores”.
Algunas de las adicciones más comunes son la adicción a los medicamentos, al alcohol y a las sustancias ilegales. El informe destaca el papel fundamental de la detección temprana de la adicción en este grupo demográfico, siendo las personas cercanas una parte crucial de este proceso. Es clave prestar atención a las señales, como los cambios en la alimentación, la forma de ver la vida, las alteraciones en el estado de ánimo y las capacidades cognitivas. Dentro del abordaje de las adicciones en personas mayores, el documento señala la necesidad de centrarse en “restablecer la salud física y mental, reforzar los recursos personales y sociales, y facilitar el afrontamiento de los cambios propios de esta etapa de la vida”.
Suicidio
En las personas de 85 años o más presentan la tasa más elevada de suicidio entre todos los grupos etarios. La conducta suicida a estas edades se ve influenciada por una serie de factores que surgen como consecuencia del envejecimiento y sus repercusiones en la esfera biopsicosocial, tales como: el deterioro de la autonomía tanto física como económica debido a la jubilación; problemas económicos; la merma en la salud física con enfermedades somáticas y crónicas, la pérdida de roles y conexiones sociales; los problemas de salud mental; intentos previos de suicidio; adicciones; conflictos familiares; pérdidas recientes; soledad y aislamiento, etc.
Los autores advierten aquí del desafío significativo que representa para la Salud Pública el aumento del suicidio entre las personas mayores de 65 años. En estas edades, afirma, "es complicado identificar las características que presenta una persona con problemas de salud mental, por ello es fundamental fortalecer la atención primaria para lograr un diagnóstico y tratamiento adecuados, así como concienciar a la población sobre la salud mental, especialmente en los mayores".
La terapia oportuna
En este contexto, doumenta Ana Lucas, "la terapia EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimientos Oculares) se presenta como una herramienta valiosa para ayudar a las personas mayores a procesar experiencias difíciles acumuladas a lo largo de su vida. Muchos adultos mayores cargan con duelos no resueltos, pérdidas significativas y situaciones de estrés que pueden afectar su bienestar emocional. A través del EMDR, es posible aliviar la carga emocional de estos recuerdos, reduciendo la ansiedad, el miedo o la tristeza asociados, y promoviendo una mayor sensación de paz y aceptación".
E insiste: "Además, esta terapia no solo es útil para tratar traumas del pasado, sino también para fortalecer la resiliencia ante los cambios propios de la vejez. Permite mejorar la autoestima, reducir la angustia ante el futuro y potenciar una visión más serena y positiva del presente. Cuando combinamos el acceso a terapias eficaces con un entorno que fomente la participación activa y las conexiones sociales, creamos las condiciones ideales para que nuestros mayores vivan esta etapa con plenitud y bienestar.