Teresa Rey
Deporte para mayores
Estos ejercicios ayudan a retrasar el envejecimiento cerebral
Teresa Rey
Foto: Bigstock
Miércoles 8 de abril de 2020
ACTUALIZADO : Lunes 19 de julio de 2021 a las 16:39 H
5 minutos
El sendenterismo es un gran enemigo de las enfermedades neurodegenerativas y cerebrovaculares
Realizar ejercicio físico es bueno para la salud en general, pero también lo es para mantener el cerebro sano e incluso retrasar su . De hecho, los expertos aseveran que el sedentarismo es un acérrimo enemigo de las enfermedades neurodegenerativas y cerebrovaculares. Según explican desde la Sociedad Española de Neurología (SEN @seneurologia), varios estudios han demostrado su función protectora frente a estas patologías, de tal manera que realizar ejercicio puede implicar “un retraso de diez o más años en la aparición de las primeras manifestaciones clínicas.”
Cerebro más grande
Precisamente un nuevo estudio acaba de definir qué tipo de ejercicio y durante cuánto tiempo es necesario practicar deporte para reducir el deterioro cognitivo y la demencia, cuyo riesgo se acreciente a medida que envejecemos. En concreto, se ha establecido que quienes caminan con regularidad, nadan, se dedican a su huerto o jardín, o bailan, pueden presentar cerebros más grandes. Así lo ha demostrado en una investigación preliminar realizada por la Universidad de Columbia (Nueva York, Estados Unidos). Este efecto, aseguran los científicos, equivale a cuatro años menos de envejecimiento cerebral.
Durante la investigación se midió el cerebro de los participantes por medio de resonancia magnética, tanto de los que mantenían un rango de actividad como de los que permanecían inactivos. Las imágenes mostraron que estos últimos tenían un volumen cerebral más pequeño Yian Gu, de la Universidad de Columbia, en Nueva York, miembro de la Academia Americana de Neurología, ha destacado la importancia de este hallazgo, pues sugiere que las personas pueden prevenir potencialmente el encogimiento cerebral y los efectos del envejecimiento en el cerebro, solo volviéndose más activas.
Los resultados de los escáneres empleados detectaron que los participantes que se encontraban en el tercer nivel más alto de actividad física presentaban un volumen cerebral que se equivalía a cuatro años más joven en lo que se refiere a envejecimiento del cerebro, que los que se hallaban simplemente en el tercer nivel de actividad.
Los voluntarios fueron un total de 1.557 personas, con una edad media de 75 años, sin que ninguno presentara demencia. No obstante, 296 poseían un deterioro cognitivo leve, y el 28% tenía el gen APOE, relacionado con una mayor riesgo de sufrir alzhéimer.
Se realizaron exámenes físicos, pruebas de pensamiento y memoria, preguntándoles por sus tareas diarias y su actividad física, de modo que los investigadores analizaron cuánto tiempo y energía empleaba cada uno en desempeñar ambas. Así, establecieron tres grupos, por un lado los inactivos; después los algo activos, es decir, los que hacían dos horas y media de actividad de baja intensidad o una hora y media modera o una hora de alta intensidad; y por último, los más activos, es decir los que efectuaban actividad de baja intensidad siete horas a la semana, o en su defecto cuatro horas de actividad moderada o dos horas, pero de alta intensidad.
Tras revisar las imágenes y aspectos relativos a la edad, sexo, raza y estado del gen APOE, determinaron que para los que permanecían inactivos, el tamaño promedio del cerebro era de 871 centímetros cúbicos frente a los 883 de los que eran más activos, es decir, una diferencia de 12 centímetros cúbicos, o, 1,4%, el equivalente a prácticamente cuatro años de envejecimiento cerebral.
La principal conclusión, por tanto, es que una mayor actividad física puede ayudar a prevenir la pérdida del volumen cerebral, y en las personas mayores que la practican con regularidad este es mayor.
Formación de neuronas
Además de esta investigación que asocia el estar activos con el tamaño del cerebro, otros informes científicos han demostrado distintos beneficios. Así, algunos de ellos han demostrado que sobre todo el ejercicio aeróbico ayuda a “estimular la neurogénesis, esto es, la formación de neuronas en el hipocampo, la región del cerebro que participa, entre otras funciones, en la memoria y el aprendizaje”, explica el doctor David Ezpeleta, portavoz del Grupo de Estudio de Humanidades de la SEN. Pero, también se ha constatado que ser activos “mejora funciones cognitivas como la motivación y el impulso a hacer ejercicio, por lo que este a su vez ayuda a vencer la pereza y se promueve a sí mismo, cerrándose un círculo virtuoso de enorme importancia para la salud.”
Al mismo tiempo, esos especialistas aseguran que es importante incorporar elementos de movilidad como parte del tratamiento de las enfermedades neurológicas, pues se ha evidenciado que su práctica ofrece mejoría en la mayoría de ellas. En el caso de migrañas, la actividad física tiene una función analgésica, por ejemplo. En la esclerosis múltiple, es buena para mejorar aspectos relativos con la marcha, la fatigabilidad y la espasticidad. En el caso de la epilepsia, contribuye a la reducción de las crisis, entre otros aspectos, mientras que ante un ictus ayuda moderadamente a la rehabilitación de las extremidades paréticas, pero muy significativamente a la marcha. Por último, destacar que en la enfermedad de Parkinson, “ha demostrado no solo la mejoría de los síntomas motores y no motores, sino que podría modificar la supervivencia y la progresión de la enfermedad.”