¿Nunca has tenido la sensación de que cuando ves noticias de subidas en el precio del petróleo, enseguida ves cómo se repercuten en el precio de la gasolina en las estaciones de servicio, o en los billetes de avión en forma de recargo… pero que cuando la tendencia del petróleo es bajista, no notas bajadas en los precios? Pues bien, no es una sensación, es una realidad.
Se trata de un fenómeno económico con el nombre de efecto pluma y cohete cierto y estudiado. Aunque bien podría llamarse ley del embudo o economía con doble rasero. En realidad, el nombre de este fenómeno es muy descriptivo. Para los consumidores, los precios bajan como una pluma pero suben como un cohete.
Con este término, se hace referencia a la forma pausada en la que las bajadas de los precios del petróleo se incorporan al precio de los carburantes. El efecto pluma hace que los precios de gasolina y gasóleo bajen muy despacio, si tomamos como referencia un periodo de tiempo.
Por su parte, el efecto cohete se da cuando los precios de los carburantes aumentan a una mayor velocidad. Es decir, las subidas en el precio del crudo se incorporan de forma inmediata a l precio de la gasolina y del gasóleo en las estaciones de servicio.
En definitiva, cuando el crudo sube su repercusión en las estaciones de servicio es inmediata y cuando baja, tarda algunas semanas en reflejarse.
Tras analizar los precios del carburante y su relación con el precio de la materia prima, la organización de consumidores OCU (@consumidores) ha denunciado que, de nuevo, se ha producido un efecto pluma en las bajadas y cohete en la subidas. En abril del año pasado, cuando el crudo se hundió por la pandemia, los precios medios bajaron hasta el entorno del 1,07-1,08 € para la gasolina y 0,98-0,99 € para el diésel. La velocidad en trasladar las bajadas fue mucho menor, y no llegaron a aplicarse en su totalidad pues se cortaron de raíz con las primeras subidas del precio del petróleo.
Por el contrario, la velocidad de subida ha sido mucho más rápida, sobre todo desde el pasado mes de noviembre (cuando el petróleo comenzó a subir ante la expectativa de una recuperación económica mundial con la llegada de las vacunas).
La OCU ha pedido a la CNMC que investigue el alza de los carburantes y tome medidas necesarias para evitar el efecto pluma y cohete en los precios que tanto perjudica al bolsillo de los consumidores.
El precio medio del litro de gasolina ha alcanzado su máximo en siete años, al superar el coste de 1,40 euros por litro. Habría que remontarse hasta octubre de 2014 para ver precios similares. El gasóleo, por su parte, también registra un notable repunte en su precio, al llegar a los 1,262 euros por litro, algo que no veíamos desde noviembre de 2018. Así, llenar un depósito medio de 50 litros, este verano, nos va costar una media de 70 euros. En lo que llevamos de año, el precio de la gasolina ha subido un 16,7%, mientras que el del gasóleo, en similar medida, se queda en un 16,3%.
La Organización de Países Exportadores de Petróleo, la OPEP, ha decidido elevar el suministro en 400.000 barriles al día cada mes entre agosto y diciembre. De esta forma reducen de manera paulatina los recortes de producción acometidos por los efectos de la pandemia y recuperan los niveles de 2019.
Una decisión que ha tenido una repercusión inmediata en el precio del crudo. El petróleo registró una caída superior al 7% nada más conocer la noticia. Ha sido la mayor caída del oro negro desde junio de 2020. La pregunta que ya se hacen los consumidores es, ¿cuento tiempo habrá de pasar para que el precio de gasolina y gasóleo en las estaciones de servicio, reflejen esta caída?
