Cada día es más difícil saber lo que comemos. Con la proliferación de productos envasados y de supermercado, la decisión de una compra saludable está en la mayoría de los casos en la información que facilite el fabricante a través del etiquetado. Muchas veces escogemos un producto en función de que dicen sus letreros más visibles: "0% azúcares añadidos" o "alto contenido en fibra", pero según advierten los nutricionistas, esto no siempre nos llevará a la opción más sana. Por eso en 65YMás nos preguntamos, ¿que se esconde tras las etiquetas de los alimentos? ¿por qué es tan difícil leer la letra pequeña? ¿cómo podemos tener la información básica sobre lo que consumimos?
La confusión en la interpretación de las etiquetas de los alimentos y su difícil lectura es una preocupación común, según el V Estudio de Salud y Estilo de Vida de Aegon. Muchos consumidores consideran que las etiquetas actuales "son complicadas y difíciles de entender, lo que complica la toma de decisiones conscientes sobre su alimentación". Según una encuesta realizada por la Organización de Consumidores y Usuarios (@consumidores), el 44% de las personas presta mucha atención al etiquetado en su primera compra de un producto, mientras que el 47% la ojean por encima y el 9% ni la leen, entre los que destacan muchos mayores de 70 años, por problemas de visión.
Un vaso de bebida de avena Vive Soy contiene 15g de azúcar, equivalente a 3,8 terrones.
El azúcar proviene de la hidrolización industrial de la avena. Rompen las moléculas de almidón en azúcares. Con este procesado añaden azúcar y pueden decir que es “sin azúcar añadido”. pic.twitter.com/QZ4tH9xxuE
Grandes reclamos, utilizados para "desviar la atención"
Lo primero que hay que tener en cuenta, según los nutricionistas, es que en la industria alimentaria nada es casual y llama a desconfiar de los grandes reclamos en el etiquetado frontal que compiten con otros en letra mucho más pequeña, escondidos en la parte de atrás. "Es muy probable que se utilicen para desviar la atención", advierte. Y señala que "en el momento en que la industria recurre a mensajes como "alto contenido en calcio", "con vitamina C, D, B"," bajo contenido en grasas", "con Magnesio" u "Omega 3" en letra grande y visible, eso ya nos esté diciendo que el producto probablemente sea insano", apunta la nutricionista y tecnóloga de los alimentos Beatriz Robles (@beatrizcalidad), autora del libro 'Come seguro comiendo de todo' (Ed. Planeta).
Una realidad sobre la que alertaba también la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (@AESAN_gob_es) en referencia a las alimentos que declarancontener suplementos alimenticios o ser buenos para el sistema inmunitario, debido a que pueden provocar confusiones en el consumidor y no ser "tan buena elección" como parecen. Por eso las organizaciones de consumidores como ADICAE (@ADICAE) llevan tiempo alertando sobre las "etiquetas trampa" que algunas marcas utilizan para vender sus productos a un precio mayor y presionan al Gobierno de España para que obligue a las empresas de la industria a un etiquetado "claro y sencillo", además de reducir la cantidad de ingredientes nocivos para la salud.
Los alimentos que declaran en su etiquetado "alto contenido en vitamina D" o "refuerza el sistema inmunitario" pueden ser una buena elección a primera vista, pero tal vez no lo sean.
Lee primero la etiqueta. ¡Por delante y por detrás!
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Para combatirlo los expertos proponen leer siempre las etiquetas nutricionales, "por delante y por detrás". Es decir, fijarse bien en la letra pequeña y comprobar sus ingredientes así como su contenido en azúcares, sal o grasas saturadas.
1) Denominación de venta: está antes de la lista de ingredientes y define lo que es el producto. Por ejemplo, si un queso lo es o si se trata de un sucedáneo de lácteo hecho a base de grasas saturadas.
2) Lista de ingredientes: en orden decreciente de mayor a menor peso. Así, podremos saber si un puré de verduras está hecho a base de hortalizas o no. Otro truco es comprobar si tiene harinas refinadas, grasas o azúcar en los primeros puestos, se tratará de un alimento no sano. Pero en general, la norma es que cuantos más ingredientes, peor.
3) Distinguir entre aditivos necesarios o innecesarios: dentro de los aditivos, los nutricionistas señalan que muchos son necesarios para la conservación como los antioxidantes, pero otros, como los que contienen aromas o edulcorantes, no. Los que llevan la letra E- seguida de un número, son seguros, pero sería necesaria una clase de nutrición para distinguirlos. En conclusión, si contienen muchos aditivos, seguramente también sea un producto poco saludable que se recomienda tomar "solo como capricho".
Respecto a la información sobre azúcares, sal o grasas, los nutricionistas reconoces que resulta muy complicado saber el contenido real, solo mirando la tabla nutricional, ya que los azúcares no distinguen entre naturales (fructosa) o añadidos (edulcorantes), por lo que recomiendan volver a la tabla de ingredientes. Lo mismo ocurre con la grasas, que no será posible verificar si son saturadas. Pero sí matizan que un contenido a partir de 1 gr de sal por cada 100 gr se considera alto.
El problema de la letra pequeña para los sénior
Pero para poder acceder a esta información, ésta debe ser legible y tal como denuncian las organizaciones de consumidores y plataformas de mayores, su tamaño regulado en 1,2 mm, es insuficiente para muchas personas con problemas de visión. Una opinión que comparten los nutricionistas consultados, quienes consideran que es "muy mejorable". "No es solo el tipo de letra, sino que en muchas ocasiones tienen un fondo de un color o brillo que dificulta la lectura", señala la nutricionista Andrea Calderón, secretaria científica de la Sociedad Española de Dietética y Ciencias de la Alimentación (@sedcadietetica) y profesora Nutrición de la Universidad Europea (@UEuropea).
Además, según recuerda Beatriz Robles, la legislación europea no estipula otros aspectos clave en su legibilidad como la tipografía y lo deja todo "en manos de la empresa". Por ello considera que "el formato y lectura de las etiquetas con la información nutricional relevante es muy mejorable, y no solo de cara a las personas que tengan limitaciones en la visión, sino para toda la población", pero reconoce la dificultad para hacerlo debido a que está enmarcado en una legislación a nivel europeo. Aún así, reconoce que las marcas podrían mejorar sus etiquetas de manera individual, "pero no interesa".
Qué sectores de la industria lo hacen "mejor" y "peor"
Como ejemplo de compañía que sí apuesta por un etiquetado más claro y sencillo, Robles cita a caldos Aneto, que muestra su lista de ingredientes, sin priorizar otro tipo de mensajes. También considera que muchas otras marcas de purés o gazpachos, pueden llegar a mostrar si su producto es saludable en función de la cantidad de verduras y materias primas contengan.
En el otro lado de la balanza se encontrarían casi todos los productos de desayuno, galletas, bollería industrial "que sabemos que son productos ultraprocesados y poco saludables". También cita a los postres y muchos lácteos, "que pueden esconder con sus reclamos de "calcio" o "magnesio" un contenido poco saludable. Como ejemplo de productos que afecta especialmente a los mayores, la nutricionista cita los destinados a problemas de huesos, que pueden aparecen con la edad. "Ahí habría que ir de nuevo a la denominación de producto y lista de ingredientes para valorar si es saludable en función de azúcares o grasas".
Sobre el autor:
Marta Jurado
Marta Jurado es periodista especializada en Sociedad, Economía, Cultura, Política y redactora en el diario digital 65Ymás desde sus inicios. Licenciada en Periodismo por la Universidad Carlos III y en Filología Inglesa por la UNED, ha trabajado en medios de tirada nacional como El Mundo y Público y las revistas Cambio16 y Energía16. Tiene además experiencia en comunicación corporativa de empresas e instituciones como BBVA o INJUVE.