Descorchar una botella de champagne supone, habitualmente, que el tapón salga disparado y el espumoso se derrame y las copas se llenen de burbujas. Esto ocurre por la diferencia de presiones que hay en el interior de la botella y en la atmósfera que respiramos. Dentro de una botella hay tres veces más bares de presión que los que hay en un neumático. Ahí radica la fuerza del champagne que empuja desde el interior de la botella.
Y con esa misma presión están los hogares españoles después de más de un año de pandemia, en la que se han sucedido confinamientos, cierres perimetrales y restricciones. Estamos deseando retomar una cierta normalidad, deseando abrazar, deseando reunirnos, deseando brindar, y sí, también deseando gastar.
Con la vacunación avanzando a buen ritmo, con la esperanza de que ese ritmo se acelere ahora que ya se está administrando la cuarta vacuna, la de Janssen, y a la espera de que el próximo 9 de mayo se levante el estado de alarma y con él, buena parte de las restricciones, puede ser el momento en el que la botella se abra y se derrame la presión, en forma de gasto.
“El ‘efecto champagne’ que libere el consumo retenido durante más de un año tiene que llegar. Su duración, eso sí, va a ser una incógnita. En Estados Unidos y en otros países donde la vacunación ha sido, hasta la fecha, bastante más intensa y esperanzadora que en Europa, la planificación de ese gasto ya puede producirse en condiciones de mayor certidumbre y es palpable en el ambiente”, asegura Santiago Carbó, catedrático de Economía en la Universidad de Granada y director de Estudios financieros de Funcas, en su blog, No disparen al economista.
Este efecto champagne produciría un acelerón en las ventas. Los consumidores podrían lanzarse a gastar todo lo que no han comprado y consumido hasta ahora.
Este efecto champagne, ¿podría disparar la inflación?
Ya este mes de marzo la inflación ha subido a niveles desconocidos desde hace casi dos años. El Índice de Precios al Consumo (IPC) subió un 1% en marzo respecto al mes anterior para situar su tasa interanual en el 1’3%, casi un punto y medio por encima de la de febrero.
“La posibilidad, es que coincidan recuperación económica con un gran volumen de gasto e inversión pública, abundancia de liquidez con tipos de interés ultrarreducidos. Si, además, en la segunda parte del año, aconteciera un fuerte tirón de la demanda, una especie de ‘efecto champagne’ después de tanto tiempo sin poder gastar las familias con mayor libertad, podríamos ver crecimiento de los precios en algunos países”.
Ahora bien, todo apunta a que el efecto champagne es puntual. “Es un shock de demanda sobre una desviación de demanda del año pasado de un 10 o un 15%. Y un efecto puntual. Son procesos de normalización, que ojalá se produzcan, sería muy bueno” dice José Carlos Díez, Profesor de Economía de la Universidad de Alcalá y socio de Luafund, y autor del blog El Economista Observador .
El ahorro, como el consumo, “es un vaso con agua que no debe rebosar pero tampoco vaciarse”, explica Carbó.
Todo depende del empleo
Que este efecto champagne sea más o menos intenso dependerá, entre otras cosas, del grado de confianza de los hogares. “Y no andan sobrados de ella por muchos motivos”, dice Carbó. El temor a que los ERTE den paso a EREs, los enormes ajustes laborales ya anunciados por la banca, son algunos de los factores que pueden minar esa confianza y retraer el consumo. Para que se produzca ese impulso sobre el consumo, es vital que el empleo no se resienta.