Cada vez son más las voces que se piden que las grandes marcas de alimentación y supermercados revisen el tamaño del etiquetado nutricional, que pese a contener información básica para la salud sobre los productos envasados que consumimos apenas lee la mitad de la población. La razón, según un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (@consumidores), son los problemas de legibilidad de su letra pequeña, que hacen que el 70% de los mayores de 60 años no puedan ver la lista de ingredientes. Un asunto de vital importancia para el futuro ya los mayores de 65 años, que ya son el 20% de la población, están llamados a ser el 30% en la próxima década.
Ante la preocupación de asociaciones de consumidores, plataformas de mayores o el impulsor de la campaña 'Soy Mayor, no Idiota', el médico jubilado, Carlos San Juan, por la falta de medidas para para que toda la población tenga acceso a este tipo de información, este diario se ha puesto en contacto con expertos para saber cómo el ojo humano se adapta al actual tamaño de letra pequeña de las etiquetas alimentarias, fijado por ley en los 1,2 mm.
¿Está preparado el ojo humano para leer la letra pequeña?
“Si pensamos en un consumidor con una agudeza visual normal, con una visión al 100%, es decir, que vea perfectamente, la letra pequeña de los productos comerciales es suficientemente grande. El problema radica en aquellas personas que no tienen buena agudeza visual", explica José Luis Hernández Verdejo, profesor de Óptica y Optometría en la Universidad Complutense (@unicomplutense).
En este sentido el experto recuerda que la enfermedad ocular está muy asociada al envejecimiento (la degeneración macular, la afectación de la retina como consecuencia de la diabetes, el edema macular diabético...) son enfermedades que hacen que la agudeza visual se reduzca, la capacidad para leer letras pequeñas se reduce. Y es en ese grupo de población, probablemente el más vulnerable, es en el que se tiene que pensar para que esa letra pequeña pueda ser legible”.
"Es imposible leerlas cuando tienes más de 45 años o problema de visión"
Mucho más crítico se muestra el veterano oftalmólogo José Ignacio Guerrero Ramírez, presidente de la asociación Unión Médica Profesional (@unipromel) y de la Asociación Profesional de Oftalmólogos de España (APOE). "Estamos hartos de decir que el tamaño actual de etiquetas alimentarias, igual que el de los prospectos de los medicamentos, es muy difícil de leer para personas mayores".
De ahí que considera que el tamaño actual de las etiquetas es "ridículo". Solo lo pueden leer los menores de 45 años sin ningún problema de visión. En cuanto tengas, astigmatismo, cataratas o vista cansada, es imposible leerlo...". Por eso defiende que "la información nutricional más importante debería ir en grande, incluso usar recursos como la mayúscula o las negritas para que se vea mejor". Además señala la importancia de un buen contraste. "El negro sobre blanco es lo que mejor se lee, el problemas es que muchas marcas usan colores similares o imprimen sobre fondo transparente, que dificulta la visión".
¿Cuál sería el tamaño ideal?
Según el Reglamento (UE) no 1169/2011 del Parlamento Europeo y del Consejo, de 25 de octubre de 2011que regula las etiquetas de los alimentos envasados, la información obligatoria debe aparecer "de forma clara, legible y en castellano", con una tamaño de letra igual o superior a 1,2 mm o si la superficie mayor del envase es inferior a 80 cm2, él tamaño de letra será igual o superior a 0,9 mm.
En términos oftalmológicos, los expertos defienden que lo mínimo para que una persona mayor pueda leer esta letra sería duplicar ese tamaño, es decir, llegar a los 3 mm, una petición que llevan más de una década pidiendo las asociaciones de consumidores a las autoridades europeas, sin que se haya hecho aún realidad.
Esto equivaldría en la escala para medir la visión de cerca en la tabla optométrica de Jaeger a J3 o 0,50 (50%de la visión de cerca), que se podría comparar quizás la letra que leemos en el móvil. Mientras que la letra actual de los envasados, se sitúa incluso por debajo del J1, que equivale a al 100% de agudeza visual de cerca, muy similar al prospecto de los medicamentos.
Otros sectores ya están obligados a duplicar su letra pequeña
La modificación obligar a elevar de 1,5 a 2,5 milímetros el tamaño mínimo permitido en la letra de estos escritos. En concreto, el apartado de accesibilidad y legibilidad, se modifica "de forma que permita al consumidor y usuario el conocimiento previo a la celebración del contrato sobre su existencia y contenido. En ningún caso se entenderá cumplido este requisito si el tamaño de la letra del contrato fuese inferior a los 2.5 milímetros, el espacio entre líneas fuese inferior a los 1,15 milímetros o el insuficiente contraste con el fondo hiciese dificultosa la lectura", dicta la norma.
Los QR, una opción que no convence del todo
Respecto a la alternativa que están implantando algunas empresas de alimentación mediante códigos QR con información ampliada, los expertos creen que es una opción para ciertos colectivos, pero no para todos. "En el caso de los mayores fomenta la brecha digital y además habrá que ver cómo lo desarrolla cada empresa, porque en muchas ocasiones te lleva a enlaces y descargas en pdf, que de nuevo redundan en letras demasiado pequeñas", opina Guerrero.
También recuerdan que en 2022 se aprobó una Ley que obliga al etiquetado braille de los bienes y productos de consumo. Pero para los oftalmólogos consultados, "sería preferible no llegar hasta ese punto, además de que no todas la personas con discapcidad visual saben braille. Lo ideal sería crear un etiquetado accesible para todos, con consideración especial a colectivos más vulnerables como los mayores", opina Guerrero.
Sobre el autor:
Marta Jurado
Marta Jurado es periodista especializada en Sociedad, Economía, Cultura, Política y redactora en el diario digital 65Ymás desde sus inicios. Licenciada en Periodismo por la Universidad Carlos III y en Filología Inglesa por la UNED, ha trabajado en medios de tirada nacional como El Mundo y Público y las revistas Cambio16 y Energía16. Tiene además experiencia en comunicación corporativa de empresas e instituciones como BBVA o INJUVE.