Descarbonizar la economía es urgente. La agricultura, uno de los mayores emisores de gases de efecto invernadero, no quiere descolgarse de este proceso, y en ese camino hacia la sostenibilidad, el campo ha encontrado un gran aliado: las energías renovables.
Y no hablamos del uso de energías renovables, sino de la colaboración entre las dos actividades económicas. La generación de energías renovables, ya sea solar o eólica es capaz de convivir en un mismo espacio con actividades agrícolas, complementándose y benficiandose mutuamente.
Define la Real Academia la simbiosis como la “asociación íntima de organismos de especies diferentes para beneficiarse mutuamente en su desarrollo vital” o, en su segunda acepción, como “relación de ayuda o apoyo mutuo que se establece entre dos personas o entidades, especialmente cuando trabajan o realizan algo en común”. Y eso es exactamente lo que ocurre con la agricultura y la ganadería y la generación de energías renovables. Combinar en un mismo territorio plantas de generación de energía renovable con actividades relacionadas con la agricultura y ganadería son más que un sumatorio sencillo. Multiplican los beneficios ya que la combinación de ambas actividades ayudan a la conservación de la biodiversidad biológica de los ecosistemas, cuidando el patrimonio natural de los territorios, tanto su flora como su fauna.
La agrovoltaica es el nombre con el que se conoce a la energía que se obtiene de plantas solares cuando el sector agrícola aprovecha la misma superficie de terreno para su actividad de producción alimentaria, ya sea a través de cultivos, o donde el ganado pasta.
Generalmente se emplean sistemas de soportes fíjos para que las placas solares queden elevadas alrededor de cinco metros. Así, el suelo se puede cultivar y puede acceder maquinaria. La sombra que los paneles solares producen en los cultivos puede afectar a la productividad de algunos de ellos, al recibir menos luz. Otros, sin embargo, salen beneficiados, como en el caso de la viticultura, al reducir su estrés térmico e hídrico. Además, los cultivos se ven más protegidos de algunos fenómenos atmosféricos, como el granizo. Bajo las placas, se genera un microclima que les hace más resistentes frente al cambio climático.
Y allí donde el terreno no es cultivable, o la meteorología no es muy favorable para ello, se pastorea ganado y se cultiva pasto para su alimentación. Durante los meses de más calor, los animales, ya sean ovejas o vacas, pueden aliviarse de las altas temperaturas bajo la sombra de las placas.
Por su parte, también las placas solares se ven beneficiadas por esta doble actividad. Las altas temperaturas que pueden llegar a alcanzar las placas reduce su eficiencia. Los cultivos que se desarrollan bajo ellas, ayuda a reducir su temperatura.
Los estudios calculan que la electricidad generada por los paneles solares aumenta en más del 30% el valor económico de las explotaciones agrovoltaicas al mejorar la eficiencia y el rendimiento del terreno. Y por otro lado, según un estudio publicado por la revista científica Nature, con que solo un 1% de los terrenos cultivables se dedicaran a la producción de electricidad solar, sería posible compensar la demanda mundial de energía.
Producir miel en las plantas fotovoltaicas es otra original forma de simbiosis entre el mundo agrícola y las energías renovables en las que ambos, no solo coexisten, sino que se benefician mutuamente. Introducir colmenas supone para los parques solares una nueva fuente de creación de valor. Para los apicultores, estas plantas fotovoltaicas constituyen hectáreas y hectáreas en las que poder trabajar tranquilos, en entornos protegidos, libres de robos y alejados de monocultivos y ruidos. Así se produce la denominada ‘miel solar’.
Muchos de los terrenos en los que se asientan los parques solares, son susceptibles de ser polinizados. Hay que identificar apicultores y validar esos terrenos, antes de ubicar las colmenas y comenzar la producción de miel. Iberdrola comenzó a finales de 2020 un proyecto de producción de miel solar en sus parques fotovoltaicos de toda la península Ibérica. Desde entonces, el número de colmenas solares y el de apicultores asociados a este proyecto, ha ido aumentando de forma escalonada.
Además de generar energía limpia y evitar emisiones a la atmosfera, este tipo de proyectos ayudan, además, a proteger a estos insectos. Las abejas, grande polinizadoras y garantes de la seguridad alimentaria, son cada vez más frágiles.
Para fomentar un ecosistema de empresas tecnológicas y emprendedores en el sector eléctrico, Iberdrola cuenta con el programa internacional de start-ups PERSEO. Uno de los ejes de este programa es apoyar soluciones que combinan plantas fotovoltaicas con la viticultura, con árboles frutales, bienestar animal o el regadío.
Con este programa, se apoyan ideas de emprendimiento y proyectos concretos: placas solares con un seguidor inteligente para proteger viñedos; colmenas que, bajo las placas, albergan a millones de abejas que se alimentan, al tiempo, de plantas aromáticas; tomates que, gracias a panelees solares fijos o retráctiles, requieren menos riego y están seguros frente al granizo.
Desde su creación, PERSEO ya ha invertido 100 millones de euros en start-ups que desarrollan tecnologías y modelos de negocio innovaciones que permiten mejorar la sostenibilidad del sector eléctrico.
