Poner un plato de comida en la mesa que contenga carne, pescado, fruta, leche, los nutrientes imprescindibles... Pagar el recibo de la luz, del gas y a ser posible la calefacción y el agua de la ducha diaria, son acciones que para cientos de miles de trabajadores y jubilados se presentan como una cuesta arriba muy empinada, pero para más de un millón de hogares es una terrible cuesta descendente, que los lleva directos al abismo de la exclusión social.
En efecto, más de un millón de hogares tienen a todos sus miembros en paro. Son personas que quieren trabajar y nadie les da una oportunidad, en su inmensa mayoría, sénior de 50, 55 y más años, con baja cualificación, parados crónicos, los primeros en ser despedidos y los últimos en ser contratados. En muchas ocasiones, familias monoparentales de mujeres con hijo/s, que sufren la doble pinza del paro sénior y del juvenil. Al no tener recursos, no pueden formarse para mejorar su empleabilidad, y en los casos más extremos, ni siquiera pueden pagar el transporte para ir a una entrevista de trabajo.
La impotencia se agiganta conforme alargan la permanencia en desempleo: recibos amontonados, hipoteca impagada, la amenaza del desahucio, la pobreza sobrevenida, tener que recurrir a la caridad de ONG, de la familia, de los amigos. En muchos casos, acuciados por problemas de salud mental.
Este drama es el que se oculta tras los fríos datos de la Encuesta de Población Activa (EPA) del último trimestre de 2022, que confirman la desaceleración del mercado laboral español, con disminución del volumen de personas con empleo, que disminuyen en 81.900 respecto al trimestre previo, y un aumento de 43.800 parados entre enero y diciembre respecto a los tres meses anteriores, lo que supone sobrepasar la barrera de los tres millones de desempleados (3.024.000 en cifra redonda).
Fuente: Europa Press
Este empeoramiento generalizado tiene consecuencias dramáticas, como el incremento de los hogares con todos sus miembros en paro, que en 2022 han aumentado en 23.600 (el 2,3% más que en 2021), hasta situarse de nuevo por encima del millón. En total, existen 1.047.500 hogares con todos sus integrantes en el desempleo (de ellos, 320.300 son unipersonales), después de que en el cuarto trimestre de 2022 se incrementaran en 70.100 con respecto a septiembre (el 7,1% más).
¿Qué características debe tener un hogar con todos en paro, para ser considerado como tal? En primer lugar, deben ser familias con al menos un mayor de 16 años en edad de trabajar, pero solo si son personas activas. Es decir, no se computan miembros no activos (jubilados, por ejemplo). También han de ser personas en paro, disponibles para trabajar de modo inmediato y en búsqueda activa de empleo. Por estas razones, la EPA tampoco cuenta a los hijos en edad de trabajar, si dedican toda su jornada a estudiar y no están en búsqueda activa de empleo.
Fuente: EPA
La radiografía de la EPA ahonda en la situación económica de estos hogares, y muestra cómo, al finalizar 2022, había 576.800 hogares sin ningún perceptor de ingresos, 13.100 más que un año antes. Exceptuando 2020, año excepcional por el estallido de la pandemia, la cifra de hogares sin ingresos es la más alta desde 2018, cuando las familias que estaban en esta situación superaron las 593.000.
Edadismo, paro crónico y falta de formación
Tal y como explica Begoña Bravo, responsable de Integración de la Fundación Adecco, el aumento del número de hogares con todos sus miembros activos en paro incrementa exponencialmente el número de personas en riesgo de exclusión en nuestro país. "Una de las características más habituales en este tipo de hogares es la cronificación del desempleo, es decir, en muchas ocasiones, hablamos de personas paradas de larga duración (más de un año en búsqueda activa, inscrito en un portal de empleo). Especialmente expuestos se encuentran los sénior".
La baja cualificación suele ser otro patrón común en los hogares que no cuentan con ningún miembro trabajando, y al no tener recursos, no pueden formarse para ampliar sus competencias. La situación de vulnerabilidad, por tanto, se vuelve cada vez más complicada, razona Bravo, quien apunta otro rasgo típico del perfil de estas familias vulnerables: "Cuando todos los miembros de una familia se encuentran en situación de desempleo, también observamos que pueden darse casos de riesgos psicosociales ligados a problemas de salud mental".
Un caso particularmente frecuente y preocupante es, según Begoña Bravo, el de "las familias monoparentales, también expuestas a un mayor riesgo de exclusión social, por la dificultad de compatibilizar empleo y cuidados. En el informe Monomarentalidad y empleo, publicado por la Fundación Adecco en 2022, concluimos que el 91% de las mujeres desempleadas al frente de una familia monomarental no encuentra una jornada laboral compatible con la conciliación familiar. En ocasiones, las mujeres con responsabilidades familiares no compartidas encuentran un empleo que les proporciona ingresos para salir adelante, pero que no les ofrece posibilidades suficientes para conciliar. Es por ello, que muchas se ven obligadas a abandonar dichos puestos o a dejar a sus hijos pequeños sin supervisión, un fenómeno que puede conllevar consecuencias psicológicas y de desarrollo".
Es de prever que la situación empeore en 2023
La ralentización del mercado de trabajo que muestra la EPA del cuarto trimestre se manifiesta en un repunte de los hogares con todos sus miembros en paro con especial intensidad, según Lorenzo Serrano, investigador del IVIE, quien pone de relieve que "la cifra de parados es menor que hace un año, pero la de hogares con todos sus miembros en paro es mayor. Esto es preocupante, pues agrava los efectos del desempleo, al no haber otros miembros del hogar cuyos ingresos laborales puedan sostener las necesidades del conjunto, y apunta a una tendencia al empeoramiento en 2023, en un contexto de fuertes aumentos del coste de la vida. Además, hay que tener en cuenta que en 286.400 de esos hogares tampoco hay ningún miembro que perciba pensión de jubilación o de otro tipo o un subsidio de desempleo".
Serrano puntualiza que la situación actual "no es tan grave como la registrada a finales de la gran recesión (a finales de 2013, la cifra de hogares con todos los activos en paro era de 1.927.900), pero mucho más preocupante que la que existía antes del pinchazo de la burbuja inmobiliaria y la crisis financiera (a finales de 2007, existían 454.100 hogares en esa situación)".
La falta de cualificación les condena al paro
El catedrático y subdirector de FEDEA, José Ignacio Conde-Ruiz (@conderuiz), asegura que "las noticias que llegan del mercado laboral son malas, pues la EPA del cuarto trimestre de 2022 confirma que se frena la creación de empleo: la tasa interanual pasa del 2,57% al 1,38%, algo que venía anticipándose con la serie de afiliados". Esta pérdida de fuelle del empleo tiene su correlación en otros indicadores, que empeoran, como el de los hogares con todos sus miembros en paro. "En la medida en la que el empleo pierde pujanza, es más habitual que se den situaciones en las que coincida, por ejemplo, que hayan despedido al cabeza de familia y no haya encontrado empleo, y en el hogar vivan hijos jóvenes, también en paro, o el cónyuge. La mayor dificultad generalizada para encontrar trabajo, en momentos de freno del mercado, perjudica más a quienes ya estaban en situación más vulnerable", argumenta Conde-Ruiz.
Por su parte, la profesora titular de Derecho del Trabajo en la Universidad Carlos III y ex viceconsejera de Empleo de la Comunidad de Madrid, Eva Blázquez (@emblazq), explica que los parados de larga duración tienen un elemento común, que es la falta de formación, sobre todo de recualificación. Por algún motivo, no tienen cabida en el mercado laboral, les falta cualificación para adaptarse a las necesidades que el mercado dicta, y esto genera un tipo de hogar, que también influye en la formación que luego tienen los hijos. Este es el principal motivo de que nos encontremos estos hogares en los que no trabaja nadie. Y es muy llamativo, y preocupante, que cada vez haya más parados de larga, duración y que se sigan manteniendo en el tiempo".
En el mismo sentido, el economista Javier Santacruz (@santacruz_s_a) también apunta a la escasa cualificación, que en algunos colectivos de sénior se hace muy evidente, como rasgo del perfil de los parados de larga duración, que no solo aumentan en número, sino en permanencia en situación de desempleo. Entre los mensajes que se pueden extraer de la EPA del cuatro trimestre de 2022, este experto resalta que "el paro está empezando a repuntar en aquellas familias que en los últimos años han tenido empleos a tiempo parcial, pero que ahora ya no hay más capacidad de mantener un tipo de empleo poco cualificado".
Sobre el autor:
Pepa Montero
Pepa Montero es redactora especializada en temas de economía. Ha trabajado en medios como El Economista y La Gaceta de los Negocios. Es autora del libro de relatos La casa de las palmeras (Azul como la Naranja, 2013).