Al igual que los electrodomésticos, los edificios y las viviendas también cuentan con una calificación energética. Desde el año 2013, esta etiqueta energética que da pistas de la cantidad de energía que consume el edificio, es obligatoria para vender o alquilar una vivienda.
Se trata de una escala de letras que va desde la A, con la que se etiquetan a los edificios más eficientes, a la G, en a que se encuentran los edificios menos eficientes, construidos antes de la aprobación del Código Técnico de la Edificación en 2006.
Según el banco ING, en su blog En Naranja, “En España existen más 25 millones de viviendas, de las que 6 millones tienen más de 50 años, lo que significa que se han construido sin ningún criterio de eficiencia. Desde que entró en vigor la certificación energética de los edificios, el grueso de las calificaciones se sitúa entre las letras D y G” Bien es verdad que, según el Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía (IDAE), “la rehabilitación de edificios en España, que se vincula a la mejora de la calificación energética, se ve reflejada en los cambios de calificación, mejorando, al menos, una letra, desde las categorías más bajas”.
Aún así, el último informe de estado de la certificación energética de los edificios del IDAE, de diciembre de 2019, más de 680.000 de los edificios ya existentes registran una calificación energética en emisiones G. Un dato que contrasta con los 1.135 edificios acabados de nueva construcción que obtienen esta certificación.
Según este mismo informe, la comunidad autónoma con más calificaciones energéticas en emisiones G registradas de edificios ya existentes es Cataluña (171.470), seguida de Comunidad Valenciana (101.294). En el caso de los edificios de nueva construcción, destaca Canarias, con 688 edificios que obtienen esta mala calificación energética.
¿Qué hacer si obtengo una G en mi certificado de eficiencia energética?
El certificado energético expresa el consumo energético de la vivienda en calefacción, refrigeración y agua caliente por metro cuadrado de superficie útil y las emisiones de CO2 a la atmósfera debido a estos consumos de energía.
No os obligatorio hacer hacer nada. La normativa nos obliga a mostrar la calificación energética del inmueble, en este caso la G, en todos los anuncios y ofertas que hagamos tanto para vender el inmueble como para alquilarlo. Pero la normativa no obliga a realizar ningún tipo de reforma o mejora.
Ahora bien, una vivienda que haya obtenido un certificado energético G, gastará el doble en calefacción, aire acondicionado y agua caliente que las viviendas A. Son los menos eficientes, con diferencia, y los posibles compradores e inquilinos lo saben. De manera que es un factor que los puede espantar o que, en el mejor de los casos, les servirá para negociar el precio a la baja.
Cómo mejorar una calificación energética G
Hay cosas que influyen en el certificado de un edificio y que cambiarlas no está al alcance del propietario de una vivienda. Por ejemplo, la orientación de un edificio o los materiales de la fachada. Ahora bien, siempre habrá alguna cosa que un propietario puede hacer para arañar alguna letra a la certificación. Eso sí, siempre van a pasar por una reforma, ya sea integral o de elementos puntuales.
El propio certificado energético debe incluir una serie de mejoras sugeridas para aumentar la calificación de la vivienda. Son consejos que, de llevarse a cabo, podrían reducir considerablemente el gasto energético del inmueble.
Por un lado, están los sistemas pasivos, es decir, los que mejoran la eficiencia sin implicar gasto de energía, como explica Structuralia. El punto más importante aquí son las ventanas, la fuente más importante de dispersión de calor de una vivienda. Sustituir unas ventanas con vidrio simple por otras con doble capa de vidrio y rotura de puente térmico es una medida muy efectiva para mejorar la eficiencia energética de un inmueble. Además, están todos los sistemas encaminados a aislar la vivienda, como revestimientos o instalación de burletes.
Por otro lado, están los sistemas activos, que son los que consumen energía. El más importante es el cambio de calderas que, dependiendo de su antigüedad, puede consumir mucha energía para calentar el agua. Le siguen, por importancia los sistemas de refrigeración o la instalación de paneles solares fotovoltaicos.