El profesor Leopoldo Abadía (Zaragoza, 1933) acaba de publicar su décimo primer libro, con el título de Sonriendo bajo la crisis (Ed. Espasa), en el que con su particular sentido del humor y lenguaje sencillo da varias claves para sacar el lado positivo de la situación económica que atravesamos y anuncia "el cambiazo" que va a producir el coronavirus. Ante el “chaparrón” que suponen estos cambios, Abadía recomienda ser optimista e imitar Gene Kelly en Cantando bajo la lluvia, bailando y sonriendo, esta vez no debajo de un paraguas sino bajo la crisis.
PREGUNTA: Usted asegura en su libro que "nos han cambiado el campo de juego"...
RESPUESTA: Sí, lo han puesto vertical en lugar de horizontal. Antes de la pandemia se me ocurrió escribir sobre los cambios que se habían producido en el mundo y me encontré con que había nada menos que 38: el relativismo, la mentira global, revolución tecnológica, inteligencia artificial, redes sociales, cambio climático... hay tantos que pienso que esto no es una crisis sino un cambio brutal. El que no se entere de que este cambio ha llegado es que está viviendo en el siglo XV. El otro día, el propietario de una mediana empresa me dijo: "No hagas caso a Internet porque esto es una moda pasajera", con lo cual llego a la conclusión de que este señor es un peligro público que se cargará su empresa y todo lo que tenga alrededor. Se ha producido un cambio tan brutal, que no estamos ante un cambio de paradigma sino ante un auténtico cambiazo.
P.: ¿Cuáles son esos factores que determinan este “cambiazo”?
R.: El relativismo, esto de que las cosas no son buenas ni malas sino que depende; la mentira, las fake news que ahora no se llaman mentiras sino post verdad o hechos alternativos, el respeto miedoso a lo políticamente correcto, la manipulada defensa de la libertad de expresión, los milenials, los valores, la demografía, la conciliación familiar... y así hasta 38. Y cuando te das cuenta de que 38 cosas muy gordas han cambiado, no puedes hablar de crisis porque es mucho más, porque lo han cambiado todo.
P.: En su libro le da mucha importancia a la deuda global, ¿puede explicarnos para que todos lo entendamos qué es en realidad esto?
R.: Es la suma de todas las deudas que hay en el mundo. Si usted tiene una tarjeta de crédito y con ella se está endeudando y a su vez, al que usted paga con su tarjeta tiene otra con la que también compra cosas y así sucesivamente y todos tenemos deudas. De la misma forma, los estados también tienen deudas, y son gordísimas, lo que llaman la deuda soberana de cada estado y la suma de todas ellas es la deuda total. Es decir, que la deuda global es la suma de todas las deudas que tienen las empresas, los particulares y las naciones, lo que supone tres veces el producto interior bruto del planeta. Es como si alguien ganase al año 40.000 euros y debiera 120.000.
P.: ¿Piensa usted que Europa nos va a ayudar con esa deuda de la que lógicamente formamos parte?
R.: Bendita Europa. Pero hace tres días ha saltado una noticia que es importantísima porque la Europa seria, la frugal, nos ha dado a fondo perdido 555.000 millones de euros a repartir entre España e Italia. Pero si hacen un regalo a fondo perdido lo lógico es que pongan condiciones. Si usted me regala un millón y al día siguiente ve que me he comprado un Ferrari en lugar de arreglar la casa que se me cae a pedazos, lo lógico es que usted me diga que el dinero no era para el cochazo. La condición que nos pone Europa es que este dinero sea para sanidad y para fomento del empleo. Y resulta que esto coincide con que se les ocurre derogar la reforma laboral. Al minuto siguiente la pobre vicepresidenta económica, Nadia Calviño, pone el grito en el cielo porque supongo que es la que ha negociado con Bruselas todos esos millones a condición de que nos portemos bien, y si al día siguiente derogas la reforma laboral, Europa puede decirnos: "¿De qué vais?". Y como diga eso, nos hemos quedado sin dinero.
P.: ¿Estaremos por fin unidos o nos volverán a sacudir desde Bruselas?
R.: Bendita Europa. Aunque en realidad hay dos Europas, la del norte que a sí mismos se llaman los frugales (Alemania, Holanda, Finlandia, Chequia...) y la del sur (España, Italia, Grecia...), sobre cuyos ciudadanos los frugales dicen textualmente que nos hemos gastado el dinero en vino y mujeres. Hay otra versión que a mí me hace gracia, a pesar de que la pandemia no tiene la gracia por ningún sitio, según la cual las dos Europas son, la protestante del norte y la católica del sur. No me diga usted que no tiene gracia que al pobre presidente Sánchez que se declara ateo le peguen collejas desde Bruselas por ser del católico sur.
P.: ¿Es tan grave como nos están anunciando la que se nos viene encima?
R.: De entrada la respuesta es sí, pero ahora vamos a arreglarlo. Había dos posibilidades. Una la de Boris Johnson, que está como una cabra y que antes decía aquello de que aquí no pasa nada, todo sigue normal, pero, gracias a Dios sufrió la pandemia él, acabó en la UCI, cambió de opinión y el virus no se llevó por delante a la mitad de las islas británicas. La otra posibilidad es la que hemos escogido nosotros cuando dijimos que esto era muy grave, cerramos todo, nos metemos en casa y a aguantar.
P.: ¿Cómo podremos salir de esta?
R.: Esta es muy grave porque yo antes desayunaba en una cafetería y ahora no, con lo que no pago nada allí por el desayuno, con lo que el propietario no tiene dinero para pagar a sus empleados y sus camareros que, en consecuencia, no tienen dinero para pagar el colegio de los niños... y así sucesivamente. Nos hemos quedado sin dinero. A mí me parece que lo de la desescalada, donde los bares, en algunos sitios, ya pueden abrir las terrazas, han abierto las tiendas pequeñas... es decir, que si se puede poner en marcha, con garantías desde el punto de vista sanitario, y recibimos de Europa pronto el dinero de la ayuda, se puede salir del bache y además pronto. Por ejemplo, en España tenemos los créditos ICO, es decir, el dinero llega al ICO que se lo reparte a los bancos, que a su vez conceden créditos. Un amigo mío que tiene una pyme consiguió el dinero en cinco días y eso me parece fenomenal, porque si esto se acelera podremos salir adelante, después de un parón brutal, en un plazo poco largo. Esto no se resuelve de la noche a la mañana, pero si empezamos a abrir pronto las tiendas, El Corte Ingles, las fábricas, todo y nos va llegando pronto el dinero de Europa, la salida no será excesivamente dolorosa ni larga.
P.: Ya que ha mencionado a Boris Johnson, dígame... ¿qué papel juega en esto Donald Trump?
R.: Hay dos personajes que no me caen nada bien, Boris Johnson y Donald Trump. El peligro de Donald Trump es que tiene mucho poder y lo peor es que parece que en las próximas elecciones le reelegirán otra vez. Él es el presidente del bloque más grande del mundo, por eso nos interesa mucho que Europa se convierta pronto en los Estados Unidos de Europa, que fue en un principio la idea de los padres de Europa; porque Trump va a la suya que no es otra que la del "America first", con lo que vuelve el proteccionismo, empieza la guerra comercial con China... y Estados Unidos es un bloque enormemente grande. Por tanto, sabiendo que las decisiones de Donald Trump nos pueden fastidiar, conviene unirnos cuanto antes porque es un pájaro a tener en cuenta.
P.: ¿Afectará la crisis a las pensiones de los mayores?
R.: No debería afectar a las pensiones en lo más mínimo. Pero no es la primera vez que digo que hay que meterse a fondo con el gobierno central, con las autonomías y ver qué prioridades tienen. Si la prioridad es la independencia de mi autonomía, cuando se llegue a pedir dinero para algo se le dirá que no hay. En el caso concreto de Cataluña algunas farmacias me dijeron que menos mal que llegó el 155 y pudieron cobrar. Esto no puede ser y lo que quiere decir que en Cataluña hay quien ha decidido que es primero la independencia que las farmacias. Entonces, si conseguimos que la gente se de cuenta de cuáles son las prioridades no debe haber ningún problema. Lo normal es que las pensiones fuesen una prioridad absoluta. A los mayores les diría que sigan como están y a las administraciones que se ocupen de ver cuáles son las prioridades de su comunidad autónoma y exigir que lo primero es lo primero y lo segundo es lo segundo.
P.: ¿Es sostenible el sistema de pensiones?
R.: No. No es sostenible porque está basado en el método de reparto, es decir, que los jóvenes pagan la pensión de los mayores. Todos hemos oído decir lo de que "después de todos los años que he trabajado mira lo poco que me ha quedado", pero es que tú que eras joven trabajabas para los mayores pensando que cuando el mayor fueses tú habría jóvenes que trabajarían para ti. Pero han ocurrido dos cosas, primero que en Europa se ha decidido no tener hijos y segundo que con los avances de la sanidad los mayores no nos morimos ni a tiros. Voy a exagerar, claro, pero llegará el día en que habrá un joven del que dependerán 30 mayores que además de su pensión querrán los viajes del Imserso, que les den cultura, que les enseñen a bailar y querrán y querrán. Yo le dije a un chaval que me preguntó en el colegio, también exagerando por supuesto, que habrá un joven atendiendo las necesidades de 30 mayores y al chico solo le quedarán dos posibilidades, o suicidarse o ametrallar a los mayores. El chico se lo tomó en serio y me dijo que eso sería inhumano, entonces le pedí perdón y le dije que había sido una broma de mal gusto, lo retiro totalmente.
P.: ¿Habría que cambiar el sistema?
R.: Sí. Todo lo anterior venía a que yo creo que hay que cambiar el sistema para ir hacia un sistema de capitalización, para que todo lo que le vayan descontando del sueldo al mes, vaya formando un fondo para usted; que si cambia de empleo se lleva el fondo y para que el día que se jubile, en función de cómo haya manejado ese fondo, tendrá, o no, una mejor jubilación. Desde luego, el sistema actual no se sostiene.
P.: ¿Qué le parece el Ingreso Mínimo Vital?
R.: Me parece bien. El problema es: ¿cuántos millones de euros suma en total el Ingreso Básico Vital y de dónde los sacaremos? Sí me contestasen a esas dos preguntas no habría problema, pero lo que sucede es que si ese dinero se saca de los impuestos acabaremos empobreciéndonos todos.
P.: ¿Y cómo puede ayudar el españolito de a pie que se encuentra con otra hecatombe solo diez años después de que el mundo se pusiera patas arriba?
R.: La hecatombe de hace diez años fue menor que la de ahora. Lo que pasó en 2008 fue que unos sinvergüenzas se inventaron unos productos con los que estafaron a medio mundo. Lo de ahora no es medio mundo, es el mundo entero. Es una guerra contra un bichito asqueroso que se nos está cargando. El Ingreso Mínimo Vital y todo lo que sea ayudar a las personas que lo están pasando mal me parece fenomenal, pero la mejor ayuda es conseguirles empleo. Mientras no consigan empleo estos parches están bien pero, insisto, ¿de donde sacaremos las perras?, porque si es de los impuestos luego nos quejaremos de que nos aprietan mucho. Lo mejor sería revisar nuestra estructura de estado porque, ¿no es esto una locura de gasto?
P.: ¿Qué se debería revisar?
R.: Tengo la sensación de que a las autonomías se les va bastante la mano en el gasto. Se trataría de hacer un estudio de lo que necesita una autonomías y lo que en realidad existe. Yo preguntaría, ¿qué haría falta en esta autonomía si arrancase de cero?, pues un presidente, tres consejeros, diez parlamentarios, cuatro secretarias y siete ordenadores. No hace falta un palacio, ni un tribunal de justicia, ni una casa del pueblo... Entonces se compara lo necesario y lo no necesario, se multiplica por 17 autonomías más otro tanto de lo mismo en la administración central y yo creo que tendríamos centenares de millones de euros en la caja para vivir como lo que somos, un país medianamente pobre.
P.: ¿Se quedarán los bancos sin dinero?
R.: Yo diría que no. Los bancos están apurados porque de la crisis de hace doce años todavía queda por amortizar mucha porquería. Entonces nos preguntábamos cuándo se acabaría la crisis y siempre estaba el optimista que te decía que ya no quedaba nada y el pesimista que decía que hasta 2023. Precisamente el otro día vi que en el año 2014 los bancos tenían porquería en préstamos que no se iban a cobrar por valor de un billón de euros, pero en estos seis años esa cantidad ha quedado reducida a 580.000 millones gracias a que esas deudas se han ido malvendiendo a un precio más bajo del que inicialmente tenían, por lo que si siguen al mismo ritmo y no hacen tonterías acabaran de amortizar todo en 2026.
P.: Y la actual crisis, ¿cree que nos durará mucho?
R.: Esta nueva crisis no es una crisis sino un cambiazo que no acabará nunca porque nunca acabarán las redes sociales, los temas de conciliación... Lo que sí podemos hacer que acabe pronto son las consecuencias económicas y financieras de la pandemia, es decir, las consecuencias de haber cerrado todo, porque me parece que dependerá de la velocidad con la que recibamos el dinero de Europa y de la velocidad con la que podamos ponernos en marcha ahora. Aún estamos a tiempo si nos ponemos en marcha ahora, pero si esto se alarga un par de meses más me parece que sería muy difícil.
P.: ¿Debemos olvidar para siempre el mundo que hemos conocido hasta ahora?
R.: Pues sí, pero también Felipe II se olvidó de Carlos V. Es decir, la abuela de mi mujer cuando era joven no tenía luz y se alumbraban con quinqués y al final acabó con una televisión en el salón, viendo los partidos de fútbol y opinando sobre los fueras de juego. Esta mujer vivió en 30 o 40 años un cambio radical y lo único que pasa es que nosotros lo hemos tenido en 10 años y nos hemos olvidado de cuando no había redes sociales, de cuando no se hablaba para nada de la conciliación, de cuando no había Brexit ... Nos tenemos que olvidar del mundo que hemos conocido y, o nos damos cuenta de que esto ha cambiado radicalmente, o además de ser infelices seremos unos inútiles.
P.: ¿Será posible sonreír bajo la crisis?
R.: Eso es obligatorio. No es que sea posible, es obligatorio. El título de este libro lo puse jugando con el título de la película Cantando bajo la lluvia en la que Gene Kelly, en aquella escena mítica bailaba y cantaba con un paraguas que no le servía para nada mientras llovía a todo trapo, y charco que veía, charco en el que se metía, y cuando pasa un policía no le hace ni caso y además siempre sonriendo a pesar de que aquella escena la rodó con 39º de fiebre. Esa es la actitud, esto no se hunde ni a cañonazos, aquí se sonríe y se va a por todas. Hay una palabra castellana, que yo he escuchado siempre en Aragón, que es 'no reblar' y reblar es echarse para atrás, rendirse, retroceder y no, aquí no se rebla nadie. Y además, en el entorno de la familia hay que echarle muchas ganas y no vivir el ambiente de pesimismo que podría intentar instaurarse en una familia porque eso es malísimo, terrible, no hay que permitirlo, hay que trabajar todos juntos y ya veréis como esto sale adelante. Aquí no rebla nadie.