Mantener la supervivencia de las zonas rurales pasa, en buena medida, por garantizar el acceso al dinero en efectivo, que es el medio de pago más utilizado fuera de las ciudades. La despoblación afecta a las zonas rurales de casi treinta provincias españolas, hasta tal punto, que España es uno de los países del continente europeo que muestra más desigualdades en cuanto a polarización y existencia de desiertos demográficos.
Estas zonas sufren desde hace mucho la pérdida progresiva de servicios, pero que desde 2008 se ha agudizado por la pérdida de los servicios financieros. el número de oficinas bancarias ha pasado de más de 45.700 a las escasas 20.000 que se esperan al final de este año cuando culmine la actual fase de concentración bancaria. El resultado, tal y como se desprende del Análisis del papel del dinero en efectivo en áreas despobladas de España, elaborado por la Universidad de Zaragoza, es que el acceso a los servicios financieros es cada vez más restrictivo para una buena parte de la población en zonas despobladas y que estemos ante un desmoronamiento del sistema financiero en amplias zonas rurales de España.
Los mayores, principales víctimas del desmantelamiento de la red bancaria
Dado que los servicios financieros son un elemento esencial para el arraigo en zonas rurales, las personas mayores, que representan el 28,5% de la población rural, sufren en mayor medida el desmantelamiento de la red bancaria, las dificultades de acceso al efectivo y los riesgos de exclusión financiera, generándoles inseguridad. Este segmento de población está ya englobado en lo que se conoce como consumidores vulnerables; consumidores para los que el efectivo sigue siendo su medio de pago dominante y es el factor determinante para su inclusión social. En definitiva, la falta de acceso al dinero en efectivo provoca exclusión social.
“Pagar en efectivo es una especie de derecho, que en el rural más periférico no pueden ejercer justamente las personas más frágiles, mayores, inmigrantes, los más jóvenes, en las que la liquidez es el modo más habitual” dice Luis Antonio Sáez Pérez, coordinador de este estudio y profesor de la Universidad de Zaragoza, especializado en desarrollo rural. “De alguna manera, la capacidad de ciertas personas que ya tienen limitaciones en otros ámbitos, en su autonomía, ven en esta cuestión otra pérdida, que, aunque no es decisiva, se suma a varias, más aún en las pequeñas poblaciones”.
La ausencia de bancos desequilibra la economía local y las redes comerciales comarcales
La dificultad de acceso al dinero en efectivo no afecta solo a los ciudadanos; el impacto en las economías locales es también cada vez más acusado. El pequeño comercio sufre las consecuencias de la mala conectividad digital en la España despoblada y la dificultad de acceso al dinero y a los servicios financieros de proximidad, sobre todo en municipios de entre 500 y 2.000 habitantes. Las dificultades en el acceso al efectivo pueden desequilibrar la balanza en contra de la economía local. La elección del canal de compra digital frente al físico debilita también las redes comerciales de ámbito comarcal, lo que intensifica el debilitamiento de la propia economía local.
El análisis de la Universidad de Zaragoza constata que en el mundo rural se da en mayor medida un tipo de relaciones sociales y económicas que mantienen la liquidez como medio de intercambio principal. Sin embargo, la falta de acceso a los servicios de entidades financieras es de nuevo limitativa para el bienestar de sus ciudadanos y para la eficacia de un buen número de negocios. El ecosistema social y económico de las pequeñas poblaciones gira en torno al efectivo más que en otro tipo de comunidades. Y es que este tipo de transacciones tiene un porcentaje superior de frecuencia que en el mundo urbano, dado que genera confianza y proporciona una relación más humana, además de que su cultura de pagos asociada es más tradicional. En consecuencia, en aspectos relativos a la vida comunitaria, inherentes en la sociología de las pequeñas poblaciones, la liquidez adquiere un protagonismo que en los escenarios urbanos cotidianos no se percibe con tanta nitidez.
Sin cajero para sacar dinero y sin red para pagar telemáticamente
Ya no hay oficinas en su población, ni cajero, y en la cabecera de comarca son menos entidades y, además, están ubicados en las zonas de sombra con baja cobertura.
La previsión es que, de media, una oficina cubra unos 25 km² (lo que supondría, por ejemplo, una sola oficina para una superficie cinco veces superior a la almendra central de Madrid o cinco oficinas para toda la ciudad de Valencia). Frente al “si no uso la tarjeta puedo sacar dinero del cajero o de la oficina y pagar en efectivo”, en estos lugares se daría el “no puedo pagar telemáticamente porque la línea falla, pero tampoco tengo forma de sacar dinero fácilmente”. No son dos alternativas complementarias lo que se plantea, sino dos negaciones que se refuerzan, un dilema en bucle, concluye el análisis.
Soluciones no desde el ámbito empresarial, sino público, por razones de cohesión social
El análisis de la Universidad de Zaragoza señala que la solución a este problema no debe plantearse en términos estrictamente económicos. Que los mayores sean el grupo de población más afectado aconseja hacer hincapié en la dimensión social del problema, por lo que sería recomendable que los poderes públicos se comprometieran en la búsqueda de una solución por cuestiones de equidad y cohesión.
Respecto a la búsqueda de este tipo de soluciones, Sáez Pérez, insiste en que “dado que el mercado financiero ha acentuado los criterios de rentabilidad, cambiando su modelo de negocio (economías de escala, digitalización, reorientación hacia clientela más rentable), y una parte importante de la población sí se ha adaptado mediante estrategias de movilidad y el acceso digital, quedan encubiertas estas situaciones de exclusión, en algo tan relevante como cómo consumir y cobrar, es decir, organizarte la vida en tus aspectos más personales. De manera que, como dicen los manuales, ante un fallo del mercado debería haber una respuesta colectiva, y los gobiernos más vinculados al territorio deberían liderar las soluciones. Con algo de imaginación, experiencias comparadas y voluntad política podrían plantearse, colaborando la iniciativa privada y la pública”.
Desde el punto de vista de las instituciones públicas, un aspecto esencial pasa por articular los mecanismos que permitan que la distribución del efectivo llegue de forma satisfactoria hasta la “última milla”.
Estas instituciones, señala el análisis, deberían admitir su componente social, colaborando con las entidades de depósito para que la capilaridad del sistema alcance a la mayor parte del territorio. Medidas como la subvención a la instalación y el mantenimiento de los cajeros automáticos o facilitar la permanencia de las oficinas establecidas en las localidades más pequeñas, pueden resultar apropiadas.
Sobre el autor:
Beatriz Torija
Beatriz Torija es periodista y documentalista, especializada en información económica. Lleva 20 años contando la actualidad de la economía y los mercados financieros a través de la radio, la televisión y la prensa escrita. Además, cocina y fotografía.