¿Le ha ocurrido que ha querido tener información sobre el producto que iba a comprar y o no veía bien la etiqueta o no la entendía? No es el único. Ésta es una de las razones por las que la Asociación de Consumidores y Usuarios (@consumidores)acaba de solicitar a la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición (AESAN) que, en colaboración con las autoridades europeas, reforme la actual normativa para que se aumente el tamaño de la letra del etiquetado.
Lo ha hecho tras constatar a través de una encuesta entre consumidores que gran parte de la población tiene problemas para leer o entender su contenido, especialmente las personas mayores. En concreto la OCU solicita pasar de los actuales 1,2 mm a los 3,0 mm, una reivindicación que ya lanzó hace ya 13 años junto con el resto de las asociaciones europeas de consumidores, pero que no ha sido escuchada hasta el momento.
Al mismo tiempo, y para facilitar una compra más reflexiva y priorizar alimentos más saludables, reclama a las marcas destacar en el frontal del envase la información esencial: fecha de caducidad o de consumo preferente, lista de ingredientes y sistema Nutriscore, "sin que tengan que competir en espacio con mensajes publicitarios". En paralelo, la OCU solicita también al Ministerio de Consumo la realización de una campaña que distinga el significado de la fecha de caducidad de la de consumo preferente: "el 41% de los encuestados aún no lo tienen claro".
Letra demasiado pequeña, la principal causa para no leer la etiqueta
Según los resultados de la última realizada por la OCU a personas entre 18 y 79 años concluye que el 44% de las personas suele prestar mucha atención a la etiqueta cuando compra un alimento por primera vez. Los demás miran la etiqueta solo por encima (47%) o nunca la leen (9%).Entre los que apenas miran la etiqueta destaca que 3 de cada 10 aseguran que no tienen tiempo, hábito o les resulta difícil de entender.
Por encima de todos destaca como motivo principal el tamaño de la letra, "demasiado pequeño para la mitad de ellos; esta dificultad se acrecienta con la edad, ya que la cita el 70 % de los mayores de 60 años", según la OCU. Tal como recuerdan existe un tamaño de letra mínimo establecido de 1,2 mm; en caso de envases muy pequeños se reduce a 0,9 mm (Reglamento 1169/2011 sobre el etiquetado de los alimentos). Estos tamaños, según la OCU, "son demasiado pequeños cuando van impresos en un material plástico, con brillos o con poco contraste entre la fuente y el fondo".
Fuente: OCU
Cómo mejorar la legibilidad
El lugar donde se encuentra la información en el envase afecta también a la legibilidad. En la parte frontal suele localizarse la denominación comercial del producto y es ahí donde, según la asociación "suelen colocarse algunos eslóganes publicitarios, para los que no se escatima el tamaño de la letra. Y es en el reverso donde aparece el resto de la información obligatoria".
A juicio de OCU, las etiquetas deberían diseñarse:
Con letra más legible: letra en tamaño más grande, no apelotonada para hacer sitio a varios idiomas, con contraste suficiente con el color del fondo y tipo de material.
Mostrando la información esencial en lugar destacado: la denominación del producto, la fecha de caducidad y la lista de ingredientes deberían estar bien visibles, sin que tuvieran que competir en espacio con mensajes publicitarios.
Más dificultades para las personas mayores
Según la OCU, la edad influye de forma decisiva en la comprensión, en perjuicio de las personas mayores. Además de tener más problemas que la media con el tamaño de la letra, las personas mayores de 60 años:
Reconocen que tienen más dificultad para entender bien la información de la tabla nutricional y les resulta menos útil que a los jóvenes.
Confunden más que la media los conceptos de fecha de caducidad y consumo preferente.
Les resulta más difícil encontrar la fecha en el envase.
¿Qué es lo que más se mira en la etiqueta?
Cuando compra un alimento por primera vez, el 82% de la gente suele revisar la fecha de caducidad o consumo preferente, según los datos de la encuesta. Los siguientes aspectos más consultados son la lista de ingredientes (69%) y la tabla de información nutricional (51%).
Fuente: OCU
Lo más consultado es el contenido de azúcares, en particular por los consumidores mayores, seguido del número de calorías, sobre todo por personas jóvenes y mujeres. Pero no todos tienen las mismas preferencias:
Los jóvenes menores de 40 años suelen mirar más la tabla nutricional y los reclamos sobre beneficios nutricionales, así como las promociones.
A partir de los 40 años interesan más las instrucciones de cocinado, la conservación del alimento y los beneficios para la salud.
Las personasmayores de 60 años miran mucho más que los de otras edades la fecha de caducidad y el origen del producto.
En general, las mujeres miran más que los hombres la información nutricional, las instrucciones de cocinado, las promociones, los logos relacionados con la sostenibilidad y la información sobre cómo reciclar el envase.
Los reclamos publicitarios influyen a 7 de cada 10 compradores
Muchos envases muestran los beneficios nutricionales del alimento, por ejemplo "bajo en grasas", "bajo en sal", "light", "alto contenido en fibra", y otros supuestos sobre la salud, como "ayuda a reducir el nivel de colesterol". El estudio constata que la mayoría de los consumidores suele prestar atención a estas alegaciones. Y no solo eso: a 7 de cada 10 encuestados les influye en su decisión de comprar el producto, "algo menos a las personas mayores y algo más a las mujeres que a los hombres".
A pesar de que el impacto en el momento de la compra es fuerte, 6 de cada 10 encuestados están de acuerdo en que hay un uso excesivo de reclamos nutricionales y de salud y que forman parte de una estrategia comercial del fabricante. "Solo un 35% cree que los alimentos que muestran alegaciones son más saludables que los demás", asegura la OCU.
Sobre el autor:
Marta Jurado
Marta Jurado es periodista especializada en Sociedad, Economía, Cultura, Política y redactora en el diario digital 65Ymás desde sus inicios. Licenciada en Periodismo por la Universidad Carlos III y en Filología Inglesa por la UNED, ha trabajado en medios de tirada nacional como El Mundo y Público y las revistas Cambio16 y Energía16. Tiene además experiencia en comunicación corporativa de empresas e instituciones como BBVA o INJUVE.