"Tenemos derecho a exigir que se aborde el envejecimiento de una manera integral, pensando en los actuales mayores pero sobre todo en las generaciones siguientes, que tienen que prepararse para gestionar una vida y una sociedad que se nos está yendo hacia los cien años de supervivencia media", asegura Antonio Huertas, presidente de Mapfre (@MAPFRE), la mayor aseguradora española en el mundo, una compañía global con 36.000 empleados y presencia en 45 países. Huertas, que compagina esta labor con la de presidente del Patronato de la Fundacion Mapfre, ha escrito junto a Iñaki Ortega (director de Deusto Business School) el libro La revolución de las canas, donde pone en valor el talento sénior, que debe ser reinvidicado para que siga aportando en el ámbito laboral más allá de los 65 o 67 años, y porque "tenemos que promover que tras la jubilación, con otros 15 o 20 años de vida activa, las personas tengan capacidad y recursos para seguir aportando al crecimiento económico y a la creación de empleo”.
Defensor de la convivencia intergeneracional en las empresas, de la formación continua, de los programas de mentoring inverso y convencido de las bondades de la tecnología, en materia de pensiones Huertas avisa de que la cuantía de la pensión se va a ir reduciendo respecto al salario, un motivo más para abordar, “con tranquilidad y sin demagogia, poner en marcha sistemas de ahorro complementarios vinculados al empleo”.
-La revolución de las canas aborda el envejecimiento creciente, ¿plantea más problemas o más oportunidades?
Detecta los problemas y plantea soluciones. Los problemas que el envejecimiento está produciendo sobre nuestro modelo de bienestar no afloran porque se recojan en un libro, están ahí y lo que los autores hacemos es ponerlos sobre la mesa para impulsar el debate. Reconocer los problemas es el primer paso para abordar su solución.
-Su libro pone en valor el talento sénior. La verdad es que muchos pensábamos que ya era hora de escribir sobre los sénior, después de tanto libro sobre millennials y generación Z. ¿Qué acogida ha tenido?
El libro está siendo muy bien recibido tanto por los jóvenes, que ven en él sobre todo la parte de las oportunidades que la transformación digital está ofreciendo, como por las otras generaciones, que entienden que a pesar de la velocidad de los cambios, podemos hacer las cosas bien y encauzar todo este movimiento hacia las ventajas en vez de hacia el alarmismo, como se ha producido generalmente hasta ahora. El talento sénior debe ser reivindicado por muchos motivos, pero sobre todo porque su capacidad de aportar en el ámbito laboral no debe acabar a los 65 o 67 años, y porque tenemos que promover que tras su jubilación, con otros 15 o 20 años de vida activa, las personas tengan capacidad y recursos para seguir aportando al crecimiento económico y a la creación de empleo.
Antonio Huertas e Iñaki Ortega, autores de La revolución de las canas (Planeta, 2018).
-Usted aborda cómo compatibilizar la longevidad con la estructura de los mercados de trabajo y qué impactos sufrirán los sistemas de protección social. ¿Estamos preparados para los desafíos?
No, no lo estamos. Los diferentes parlamentos han ido tomando decisiones parciales pensando más en el coste político que en la sostenibilidad a largo plazo de nuestro modelo de protección. Pero esto no significa que no podamos prepararnos.
Simultanear trabajo flexible manteniendo la prestación
-El talento sénior en las empresas, como en la vida, ¿está desaprovechado? ¿Qué hacemos para reintegrar a los mayores de 45, 50 años que pierden su empleo?
Los autores contamos en el libro una serie de medidas para ello, pero fundamentalmente son dos: la primera está relacionada con la formación. Los jóvenes que están ahora culminando su formación tienen que ser conscientes de que la profesión que han aprendido ahora no les va a servir para dentro de 20 o 30 años. Antes estudiabas Derecho y eso te servía para toda la vida, pero ahora la vida es más larga y todo se transforma con mucha velocidad. Además de la formación continua, tenemos que ir pensando en varios ciclos formativos en los que a los 50 o a los 60 años incluso nos planteemos estudiar una segunda carrera o profesión para los siguientes 20 o 30 años de vida activa. Esto debe aplicarse también a las personas que con 45 o 50 años se han quedado sin empleo. Hay profesiones que agotan su capacidad de absorber empleos porque, entre otras cosas, la tecnología les ha cambiado las reglas de juego. La segunda vía es que tenemos modelos de regulación demasiado rígidos que hoy no son eficaces. Nada debería impedir que una persona que se está reciclando, o incluso que se ha jubilado, pueda simultanear trabajos flexibles con el mantenimiento de sus prestaciones. Esto mismo debería aplicarse a las empresas, para que esas personas puedan seguir aportando de una manera parcial si es preciso. Deberíamos ir a un modelo de relación más flexible, insisto, para que la gente que quiera seguir aportando pueda hacerlo.
-En la actualidad, 18 de los 35 presidentes de las empresas del IBEX-35 tienen 65 años o más, es decir, más de la mitad (en concreto, el 51,4%) de las compañías del selectivo están pilotadas por personas que han rebasado la barrera oficial de la jubilación y siguen activos. ¿Qué opina?
Afortunadamente para mí yo estoy en la otra parte de la estadística… La edad de jubilación a los 65 años es una barrera artificial que se estableció hace más de un siglo, entre otras cosas porque solo una parte pequeña de la población alcanzaba esa edad y, además, los que lo lograban vivían entre 5 y 10 años más. Es por tanto una barrera artificial que hoy se ha visto superada ampliamente por la evolución de la longevidad. Tenemos que ser capaces de construir un modelo laboral donde la gente que quiera seguir aportando después de su jubilación, pueda hacerlo. Habrá personas que deseen seguir trabajando a jornada completa, pero otras muchas buscarán soluciones parciales pero compatibles con el cobro de su jubilación. Los parámetros han cambiado más rápido que nuestra mentalidad; antes eras una persona mayor con 65 años, ahora eres una persona de 65 años a la que le quedan 20 o más años por delante, y la mayoría de ellos libres de discapacidad. Ese mundo nuevo que se abre hay que organizarlo.
-¿Están preparadas las empresas para la convivencia de la generación Z, los millennials, los X, los baby-boomers..?
Sí, sin duda, nosotros somos el ejemplo: gestionamos una plantilla mundial de más de 25.000 trabajadores de cinco generaciones diferentes, diversa, donde todos suman, porque los mayores aportan y se sienten útiles y los jóvenes aportan y se sienten útiles. Lo que hay que hacer es gestionarlo, mediante programas de gestión de la diversidad e integración. Por ejemplo, una de las acciones más potentes que tenemos son los programas de mentoring inverso, donde son los jóvenes los que están ayudando a acelerar la digitalización de los más mayores.
"El envejecimiento requiere una solución integral"
-¿Qué le parece la ruptura del Pacto de Toledo? Se han quedado en el aire asuntos trascendentales como edad de jubilación, años para el cómputo, vinculación al IPC, fomento de la previsión privada, ¿para cuándo un acuerdo?
El problema del Pacto de Toledo es que solo aborda el problema de una manera parcial. Es deseable y necesario que el sistema de bienestar sea sostenible, pero arreglar eso es solo arreglar una parte del problema. Son cada vez menos numerosos los Estados que hacen descansar sus pensiones y, en general, su modelo de bienestar, en una sola pata, la pública. Las tensiones financieras y de todo tipo producidas por la evolución de la demografía hace tiempo que invitan a que el modelo descanse sobre más apoyos, como puede ser el sector privado. El envejecimiento requiere una solución integral, y esta pasa por tomar cuanto antes decisiones que garanticen a los actuales pensionistas, pero sobre todo a las generaciones venideras, capacidad de renta suficiente para mantener la demanda económica cuando en España una de cada tres personas sea mayor de 65 años, lo que ocurrirá en algo más de una década.
-¿Cuáles son, a su juicio, las reformas más urgentes en materia de pensiones?
Para las pensiones públicas, todas aquellas que garanticen la sostenibilidad del sistema. Nadie lo discute: siempre habrá pensiones públicas, la duda se cierne sobre la cuantía de las mismas y todas las instituciones advierten de que la cuantía se va a ir reduciendo respecto al salario. Esa es la reforma que hay que abordar, con tranquilidad y sin demagogia, poner en marcha sistemas de ahorro complementarios, vinculados al empleo que es cuando un trabajador puede ahorrar, que permitan ir generando a lo largo de toda la vida laboral un complemento de pensión suficiente. No estamos inventando nada, lo tienen todos los países de nuestro entorno ya que experimentan problemas de envejecimiento similares a los nuestros.
-¿Cómo de alarmante es el aumento de la vida en jubilación, que se calcula aumenta en 2,5 años por década?
No es alarmante, es una buena noticia, y mejor aún si con los avances médicos y las mejoras en la calidad de vida estamos desplazando también la edad libre de discapacidad. Es decir, vamos a vivir más años y con más salud, ¿dónde está la alarma? Lo que hay que hacer es gestionarlo, y eso es lo que defendemos en el libro. El envejecimiento no es un problema, es un éxito de la humanidad para el que debemos prepararnos.
Planes de pensiones: falta pedagogía
-Los planes de pensiones no despegan, ¿se pueden resucitar? ¿Cómo?
Esta es también una reflexión que tiene que formar parte de esa reforma integral a la que antes me refería. No es la única, pero una de las razones por la que no despegan es porque falta mucha pedagogía. La gente tiene que ser informada sobre la pensión que le cabe esperar para que pueda tomar sus propias decisiones con tiempo suficiente. Lo que hay que promover es el ahorro sistemático, a largo plazo, vinculado a cuando se tiene capacidad, que es mientras se trabaja, y si se considera, mediante un sistema obligatorio o semiobligatorio para que grandes capas de la población vayan construyendo su pensión complementaria. Este sistema es el que tienen los británicos, los alemanes, los franceses, los holandeses...
-¿Qué puede hacer la previsión social privada para incentivar el ahorro?
Lo que está haciendo, promover soluciones aseguradoras y/o financieras que permitan ir derivando hacia el futuro el ahorro de hoy, y gestionándolo para que pueda ir creciendo y ganando rentabiliddad.
-¿Qué producto/s de ahorro y de inversión recomendaría a un buen amigo?
Los mismos que recomiendo a mis clientes: confiar el futuro a empresas solventes, serias, que realicen una gestión profesional y que estén a la altura cuando se tienen dificultades.
-¿Es posible ahorrar con el paro tan alto enquistado que tenemos en España?
Para ahorrar hay que tener ingresos, por eso todos los países que han desarrollado sistemas de pension complementarios han apostado por vincularlo al empleo. En España hay más de 19 millones de personas trabajando. El desempleo hay que atajarlo, corregirlo y ofrecer oportunidades de reentrada en el mundo laboral, pero no nos puede llevar a no hacer nada con los actuales trabajadores que son, además, los que se exponen a cuantías de pensión más ajustadas.
-La tecnología ¿mejorará nuestra vida laboral o los robots nos fagocitarán?
La tecnología ya está mejorando. En nuestro caso mejora el servicio al cliente y podemos destinar las personas a trabajos de mayor valor. La tecnología cambia el mundo que tenemos pero no necesariamente en negativo, sino al revés para quienes sepan adaptarse y prepararse. Lo contamos en el libro: hay profesiones que están desapareciendo, como ocurre siempre en este tipo de grandes revoluciones, pero surgen otras muchas para las que debemos prepararnos.
-Los mayores son unos entusiastas de las redes sociales y la tecnología. ¿Cómo se están adaptando los bancos y aseguradoras a estos nuevos consumidores?
Nosotros somos una empresa multicanal, y estamos y estaremos siempre allí donde esté el cliente y relacionándonos con él por los medios que decida. Son las nuevas reglas de juego y no solo las aceptamos, sino que nos retan a trabajar con más intensidad para estar a la altura de ese nuevo cliente digital, informado y conectado. Ese también es nuestro cliente.