Ignacio Casanueva
Ignacio Casanueva es redactor especializado en temas de tecnología y salud.
… saber más sobre el autorComenzar una empresa siempre es un reto apasionante que tiene por igual las ganas y la ilusión, así como las dificultades para ponerlo en marcha. Un sector de la población se ha visto empujado a la inactividad laboral, sobre todo aquellas personas mayores de 50 años que ven cerradas las puertas del mercado laboral bien sea por su dilatada experiencia que no les hace atractivos a las empresas para puestos menores, o porque estas prefieren echar mano de los recién licenciados y aprovechar su inexperiencia.
Una razón u otra puede ser el empujón que se necesita para querer lanzar ese proyecto que siempre hemos tenido en la cabeza y que ahora nos animamos a hacerlo realidad.
Ser emprendedor requiere de cierta cantidad de dinero para comenzar. Y es que las pequeñas y medianas empresas suelen tropezar en sus inicios con la dificultad de acceder a financiación a largo plazo.
Para salvar este bache se nos presentan los préstamos participativos.
Estos préstamos se encuentran a medio camino entre un préstamo corriente y una inyección de capital privado. Destacan porque suelen tener buenos requisitos de acceso y se personalizan a la situación de nuestra empresa. Y es que este préstamo se devuelve según marcha la empresa. En otras palabras, si la empresa no ha tenido suficientes beneficios la cuota puede bajar.
Estos prestamos por tanto se dan a proyectos empresariales viables, que tengan perspectivas de crecer y consolidarse. Esto lleva a que una empresa pública o privada pueda ofrecer estos servicios.
Entre las cualidades que más aportan a estos préstamos tan atractivos podemos destacar tres: el interés, las condiciones de acceso y la amortización.
Además de tener mucha ilusión para comenzar este proyecto que tanto tiempo te ha rondado la cabeza, necesitaremos: