Regeneración y bienestar son las palabras clave de la ginecóloga Miriam Al Adib, y su mantra es dejar de normalizar las molestias que se pueden comenzar a tener a partir de cierta edad.
A lo largo de sus años de profesión se ha ido especializando poco a poco, no sólo en todo lo que tiene que ver con la salud de la mujer, sino en su bienestar integral. Su labor divulgadora no tiene precio porque su máxima es que el desconocimiento, al final, lo único que provoca es sufrimiento en las mujeres.
PREGUNTA.- Puesto que el asunto de la menopausia es un poco tabú, ¿qué es todo lo que tenemos que saber para determinar cuándo tenemos que ir al médico, en este caso al ginecólogo, o no?
RESPUESTA.- La menopausia es una etapa, no es una enfermedad. Significa que hay un cese de la actividad del ovario, y en algunas ocasiones va acompañado de malestar. Quiero que quede claro que no debemos normalizar nunca el malestar. Como dice mi madre, llega una edad en la que sólo estamos para lujos. Cualquier tipo de malestar podemos abordarlo y además siempre lo podemos enfocar de la manera que la paciente quiera. Hay que dar varias opciones terapéuticas y que al final ella tome sus propias decisiones libre e informada.
P.- Alrededor de qué edad empiezan a presentarse esos síntomas atípicos a los que no estamos acostumbradas?
R.- Lo que no falla nunca es la alteración en el patrón de sangrado menstrual. Y luego hablamos de sofocos, sequedad vaginal, irritabilidad, insomnio y un largo etcétera. Pero si estamos mal, no tenemos que conformarnos con eso. La media de edad de la menopausia está entre los 45 y 55 años y se considera menopausia cuando se lleva un año sin la regla. Al antes y al después le llamamos perimenopausia.
P.- ¿Es un mito que la edad a la que te aparece la menstruación tiene que ver después con la aparición de la menopausia?
R.- No tiene por qué tener ninguna relación. Y al igual que la primera regla no te convierte en mujer, sino que se es una niña que tiene la regla, la última regla no te convierte en vieja, que esto también es un mito. Muchas mujeres vienen a la consulta asustadísimas, no saben qué les va a pasar. Y es que esta generación de mujeres que entran en la menopausia con susto es la misma generación que recibió la primera regla también con susto. Por eso hay que hablar mucho de ello y quitar todos esos mitos y tabúes que rodean a esta etapa. Esta etapa se puede vivir perfectamente con bienestar, con plenitud. No es el fin del mundo porque, si estamos mal, vamos a tratarlo para que estemos bien.
P.- ¿Hay algún síntoma que se pueda normalizar, es decir, que no nos deba asustar?
R.- Hay que diferenciar entre signo y síntoma. Los primeros son todas aquellas dolencias que se ven desde fuera. Por ejemplo, si hago una prueba y veo que tienes osteoporosis, es un signo. Pero un síntoma es lo que tú sientes: es algo subjetivo, y esos son los que no hay que normalizar. Si tenemos, por ejemplo, dolor con las relaciones sexuales y lo preguntamos en una consulta médica, aunque nos digan que está todo bien, no lo podemos permitir. En ese caso, hay que indagar por qué te duelen las relaciones sexuales, hacer un adecuado diagnóstico diferencial y poner el tratamiento preciso para la situación. A lo mejor tienes una hipertonía de la musculatura del suelo pélvico o un liquen incipiente que no te están sabiendo diagnosticar; una vulvovaginitis atrófica, o es que estás estresada, o tienes muchos sofocos, o un problema de pareja. Es que dependiendo de dónde viene ese síntoma de ausencia de deseo. Eso no te mata, pero desde luego te roba la calidad de vida por completo. Hay mujeres completamente desesperadas, con sensación de ardor al orinar, por ejemplo, que están pasando un calvario, cuando tiene solución.
P.- Llegará un momento en el que no sabrás por dónde empezar. ¿Cuáles son las afecciones típicas más frecuentes, desde la más habitual hasta la más extraña?
R.- La más habitual son los sofocos. Además, en la perimenopausia empieza la sequedad vaginal, y más a medio y largo plazo la vulvovaginitis atrófica. Después, la enfermedad cardiovascular y la osteoporosis, en ese orden. Y es cierto que, dentro del síndrome climatérico a veces se da insomnio e irritabilidad hasta que ya entramos en ese nuevo orden hormonal. Todo esto se puede individualizar perfectamente con tratamiento, pero no hay un tratamiento estándar igual para todas las mujeres. Tenemos que individualizar cada caso.
P.- Imagino que hay un estándar de pruebas diagnósticas…
R.- Cuando atendemos a una paciente siempre hay una parte, la clínica. Luego, las pruebas complementarias; y no al revés. La clínica consta de dos fases: la anamnesis, que es la conversación que mantengo con la paciente, en la que me tiene que hacer un volcado de todos sus síntomas. Y yo tengo que escuchar atentamente todo el malestar que tiene, punto por punto. Porque si no la escucho, ¿qué voy a explorar después? Después llega la exploración y vemos si todos esos síntomas dan la cara en la exploración o si son síntomas de otro tipo que requieran alguna prueba complementaria.
P.- Para el primer nivel de los sofocos y la falta de hidratación, ¿hay alguna herramienta terapéutica más allá de las cremas o los estrógenos?
R.- Hay muchas cosas que podemos hacer. Lo ideal es ponerse en marcha antes de llegar a la menopausia. Prepararse.
P.- ¿Cuánto tiempo antes?
R.- Debería ser siempre, lo que se traduce en tener simplemente buenos hábitos de vida sin esperar a la menopausia, El exceso o defecto de peso, por ejemplo, hay que ponerlo en orden, en primer lugar, para evitar la inflamación, algo de lo que no se habla. Hay una condición llamada inflamación sistémica de bajo grado que demuestra que hay un desequilibrio entre factores que actúan en el sistema inmunológico. La inflamación sistémica de bajo grado favorece la enfermedad cardiovascular, la osteoporosis, e incluso los sofocos, y la producen los malos hábitos. Es importantísimo comer sano y tener bien optimizados los niveles de vitamina D (inmuno-reguladora), porque actúa en el sistema cardiovascular, en el óseo, e incluso en el cerebro.
P.- ¿Cómo suplementarla adecuadamente?
R.- Si tienes la vitamina D baja, hay que suplementar. Tenemos que tener buenos niveles de vitamina D porque el nuevo orden hormonal en la menopausia lo dirigen los andrógenos, que vienen de las glándulas adrenales, situadas encima de los riñones. Esos andrógenos, junto con la vitamina D, evitan esa inflamación sistémica, porque actúan como las hormonas que antes provenían del ovario. Todo esto es tan sencillo como tomar el sol 20 minutos al día, e intentar que sea en la mayor superficie corporal posible. Si hay que suplementarla, hay que hacerlo bajo supervisión de un profesional ya que una de sus funciones es absorber el calcio del intestino. Porque si no tenemos vitamina D, entonces, ¿de dónde sacamos el calcio? Si te suplementas con esta vitamina, además, hay que hacerlo también con el magnesio y la vitamina K2. El magnesio favorece la absorción de esa vitamina D, y la K2 hace que el calcio que extraemos del intestino con la vitamina D se deposite en los huesos y no en los vasos sanguíneos.
P.- ¿Y qué hay de los ejercicios de fuerza de los que todos los expertos hablan?
R.- La osteoporosis, que es la pérdida de mineralización ósea, está en boca de todo el mundo, pero no se habla tanto de la sarcopenia, que es la pérdida de músculo. Este, sin embargo, no sólo sirve para proteger el sistema músculo-esquelético sino que, cuando tienes más músculo, también presentarás menor resistencia a la insulina, con lo que vas a tener un metabolismo muchísimo mejor.
P.- O sea que, a más músculo, más resistencia a la diabetes, por hablar en plata.
R.- Exactamente. El primer paso para una futura diabetes es que va subiendo la resistencia a la insulina. Bien, pues a más grasa, más resistencia a la insulina; y a más músculo, menos resistencia a ella. Por eso, no me vale que digas que pesas lo mismo que hace diez años, porque si has perdido diez kilos de músculo y has ganado diez de grasa, aunque peses lo mismo, tu nivel metabólico te está penalizando. Y esto es algo de lo que hasta hace poco no se hablaba, y que se puede abordar con un especialista en entrenamiento, como también es importante también saber qué tipo de nutricionista se necesita para reaprender a comer sintiéndose con energía.
P.- Valorada. ¿Y en los casos más graves de vulvovaginitis, por ejemplo, ¿qué tipo de aparatología utilizas o qué tecnología?
R.- En la clínica tenemos una línea de ginecología regenerativa, y también trabajamos con diferentes técnicas de simulación como la radiofrecuencia, el plasma rico en plaquetas, las infiltraciones de ácido hialurónico… para regenerar ese tejido. Y todo lo trabajamos además de manera multidisciplinar, porque a veces hay que trabajar la bioestimulación del tejido, otras veces hay que añadir la fisioterapia del suelo pélvico, o a lo mejor hay que hacer trabajar la musculatura para que se recupere. Todo lo abordamos para que la mujer tenga calidad de vida, que es la gran olvidada de la medicina.
P.- Y próximamente tendréis una división además para personas en tratamiento oncológico…
R.- Sí, vamos a lanzar una línea que se llama Reginecare con la que apostamos por esa regeneración, por ese bienestar pleno. Qué menos que decir eso en tu vida, y además lo queremos incorporar también en pacientes oncológicas que no sólo se han curado, sino que además se tienen que encontrar bien.
P.- Ahora vas a publicar un nuevo libro en primavera, pero el último que tienes es Hablemos de menopausia.
R.- Exacto. En él hablo de ese diagnóstico diferencial. Porque fíjate, una cosa que ocurre mucho es que llega la menopausia, y todo lo que nos pasa lo metemos en el mismo saco. Pero la razón puede ser, por ejemplo, un hipertiroidismo por un déficit de vitamina D, así que ¿de qué podría servir una terapia hormonal sustitutiva si hay un hipotiroidismo sin tratar o un estrés de vida tremendo? Claro que el estrés en sí mismo genera inflamación. Es que los síntomas se multiplican.
P.- ¿Qué es lo más bonito que te han dicho del libro del último libro que publicaste?
R.- De las cosas más bonitas que me dicen es “ahora lo entiendo todo y a partir de ahora ya sé lo que tengo que hacer”. Es que al final tú tienes que entender qué pasa en tu cuerpo para poder tomar las riendas de tu salud y saber a dónde tienes que ir, cómo y cómo manejarte.
P.- Así que eres una especie de traductora de lo que nos pasa.
R.- Sí, yo veo mucho sufrimiento, por eso me dedico a la divulgación también, no solo a la ginecología, sino a la divulgación. Veo mucho sufrimiento cuando hay desconocimiento en algo, y además un sufrimiento extra mucho más grande.
P.- Es importante tener paciencia y confiar, ¿no?
R.- Cuando tú ves lo que realmente te está pasando, ya eres la que sabes, la que tiene las riendas de tu salud en sus manos y sabe dar todos los pasos necesarios hasta recuperar su bienestar. Eso es muy importante.
Sobre el autor:
Amelia Larrañaga
Amelia Larrañaga, periodista especializada en belleza, bienestar, actualidad y estilo de vida desde hace más de 25 años. Ha escrito para medios como Elle, Vogue, Woman, Yo Dona, Mujer Hoy, Elle Gourmet, Harper’s Bazaar y Cosmopolitan. Si no hubiera sido reportera, le hubiera gustado ser antropóloga o socióloga, por eso disfruta con ensayos que le ayuden a entender mejor al ser humano y su conducta, individual y en masa, o entrevistando a los expertos para sus artículos sobre psicología y tendencias sociales.