"No ter lata" significa en portugués "no tener vergüenza". Y eso es precisamente de lo que carecen los integrantes del proyecto Lata 65, una idea revolucionaria basada en el envejecimiento activo y consistente en acercar a las personas mayores a una expresión artística generalmente asociada a los más jóvenes: el arte callejero.
El alma máter de esta singular iniciativa es Lara Seixo Rodrigues (@laraseixo), una arquitecta y emprendedora portuguesa que vio en los grafitis la forma ideal de que los mayores lusos rompieran rutinas y se integraran en la vida de sus pueblos y ciudades. Fue en 2011 cuando se le encendió la bombilla, durante la celebración de la primera edición de Wool, el Festival de Arte Urbano de Covilhã, del que es fundadora. Contra todo pronóstico, el evento despertó una mayor curiosidad entre las personas de avanzada edad del municipio. “Todos los días asistían peregrinaciones de mayores de la localidad, que salían de sus casas, no para ir a misa o a echar la partida de cartas, sino para interesarse por los grafitis y las técnicas utilizadas”, asegura Seixo a 65Ymás.
Así, pasó a crear talleres para enseñarles a poner color a los muros grises de sus barrios y pueblos. El primero de ellos se celebró en Lisboa en noviembre de 2012. Desde entonces, ha puesto en marcha multitud de encuentros de este tipo, que duran habitualmente dos días. Financiado casi exclusivamente por Wool y la asociación sin ánimo de lucro Mistaker Maker, el proyecto reúne a pequeños grupos de personas mayores para ediciones de cuatro módulos, tanto teóricos como prácticos.
Seixo Rodrigues y el artista urbano Andrés lideran estos cursos de formación, donde los mayores aprenden sobre la evolución del grafiti, la terminología del arte urbano, el mundo de los tags (las firmas de los grafiteros) y la técnica del stencil (las plantillas utilizadas para los dibujos). Después, las conocidas como graffiti grandmas -porque la mayoría son mujeres- cogen el spray y elaboran sus propias obras de arte urbano en sus barrios, sobre muros cedidos por las juntas municipales o por propietarios privados.
"Se trata de demostrar que conceptos como envejecimiento activo y solidaridad intergeneracional tienen más sentido cada día y que el street art tiene el poder de democratizar el acceso al arte contemporáneo", explica la promotora de Lata 65, nombre en el que se mezcla la edad de jubilación en Portugal cuando se creó el grupo -ahora está establecida en los 66 años- con la palabra ‘lata’, que, además de los botes de grafiti, significa "no tener vergüenza".
Una forma de despertar y motivar a los mayores
En total, más de 500 personas están apuntadas a esta iniciativa. De ellas, la gran mayoría son mujeres, alrededor de 400. La edad de todas ellas va de los 65 años en adelante, habiendo incluso una asistente de 102 años. "Ahora miro a las paredes de forma diferente. Sé lo que hay frente a mí", cuenta Lurdes, una de las grafiteras, que firma como Armando. "Mientras estoy aquí no pienso en las horas y días que faltan hasta que muera", apunta Manuel, más conocido como Balé.
El éxito del proyecto ha provocado que Portugal se les haya quedado pequeño. Tras pintar las paredes de Lisboa, Ponta Delgada (Azores), Reveles, Verride, Abrunheira, Oporto, Covilhã, Fundão, Juncal do Campo, Estarreja, Arganil o Torres Novas, los sprays de estas mayores también han decorado muros de Valencia (España), Sao Paulo (Brasil), Houston (Estados Unidos) o Abeerden (Escocia).
Seixo Rodrigues tiene claro que con estos talleres están demostrando que "la edad es sólo un número": "Hay que despertar y motivar a las personas mayores, presentar a estas generaciones nuevas actividades y nuevas técnicas asociadas a la juventud como una forma de escapar de sus rutinas, generando calidad, jovialidad y bienestar en sus vidas".