"Apartamos a la gente mayor cuando nos molesta y nos perdemos toda su sabiduría"

Zapatos de lluvia es el primer libro de Mayte Magdalena (1961), que tras una vida entera dedicada a la docencia, ha decidido embarcarse en la aventura de escribir con un objetivo muy claro: reconciliarse con la figura de su abuela y rendir homenaje a las mujeres mayores que vivieron la Guerra Civil siendo niñas.

A lo largo de estas páginas, la autora cuenta lo que su abuela y otras muchas mujeres y hombres tuvieron que vivir: abandonar su casa en el campo para irse a la ciudad a ganarse la vida. Magdalena considera que es importante que las nuevas generaciones sepan todo lo que tuvieron que vivir sus abuelos y bisabuelos y "relacionarlos con su historia".

 

 

 

 

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PREGUNTA: Esta es tu primera novela porque durante toda vida te has dedicado a la docencia, ¿qué es lo que te ha hecho lanzarte a escribir?

RESPUESTA: Pues me lancé a escribir porque yo estaba pasando por un mal momento, como tenemos todos y como tenía muchos frentes abiertos, quizá dije, voy a reconciliarme con la figura de mi abuela.

Yo nunca he tenido pueblo y siempre me daba mucha envidia a mis compañeros que tenían pueblo y decían 'yo me voy con mi abuela en las vacaciones'. Yo decía, pero ¿por qué yo no me voy con mi abuela en las vacaciones?  Yo no tenía pueblo y tampoco tenía abuelos prácticamente. Además, para mí la figura esa abuela que te quiere y te achucha, no la tenía. Entonces dije, bueno, ya que no he tenido nunca eso, quiero reconciliarme con esta mujer. Entonces, ¿qué voy a hacer? Pues voy a coger lo que sé y lo voy a ficcionar.

P:¿Qué papel ha jugado la historia de tu familia en este libro?

R: La historia de mi familia ha jugado un papel enorme. Mis hermanos y mis padres siempre teníamos sobremesas después de comer y allí se hablaba de todo. Mis padres contaban experiencias, pero siempre desde la perspectiva de la risa, de la diversión, de los chascarrillos, como decía mi madre. Entonces ahí es donde yo me enteré de parte de la historia de mi abuela, porque mi abuela era una mujer hermética que jamás habló de su pasado ni de lo que había ocurrido. Era una señora vestida de negro, muy seria. Pero mi madre sí que nos contaba cosas. Y entonces, a partir de ahí, yo quise, aparte de reconciliarme con ese pasado mío y con esas raíces, quise dar voz a esa mujer que vivió en un momento que yo prácticamente no conocí y que no sabía por qué era así. Reuniendo todas esas cosas que yo había escuchado, documentándome un poquito más y escuchando a gente mayor que había vivido esos momentos, estructuré la obra. 

P: Entonces, ¿la protagonista está inspirada en tu abuela?

R: Claro, porque es que mi abuela, como muchas mujeres en aquella época, no tenían oportunidades en los pueblos por el motivo que fuera, y entonces para ayudar a las familias o para quitar una boca que alimentar porque tenían muchos hijos, las mandaban a servir a la ciudad. Mi abuela fue de una de esas, de las miles que vinieron a Madrid.

Ella empieza siendo joven, porque estamos hablando de 1911, entonces lógicamente en esos momentos ella era muy joven. Y por eso Paola viene a servir a Madrid desde un pueblo en el que está acostumbrada a estar con su familia y a ayudar a su madre en las tareas del hogar porque es la más mayor de las chicas y está acostumbrada a bajar a lavar. En el lavadero era donde se enteraban de todos los cotilleos, donde se contaban todas las cosas  y entonces su madre le dice, 'ojito con esto, porque luego esto se convierte en el chismorreo y no quiero que estés en el medio de los chismorreos'. Esas son las enseñanzas que vivían dentro de ese medio rural, pero cuando ella llega a Madrid no tiene herramientas para protegerse, entonces tiene que evolucionar. 'Estoy sola y tengo que buscarme la vida de esa manera'. La protagonista es joven, por eso, pero claro, sigue representando a mi abuela en aquel momento.

P: Precisamente, ¿cómo, profesora, ves necesario este tipo de historia?

R: Me parece fundamental. En otras culturas, la persona mayor es la más sabia y a la que se le pide consejo y sin embargo, nosotros apartamos a la gente mayor cuando ya nos molesta, cuando no los podemos atender, los apartamos. Y perdemos una sabiduría que nadie lo sabe. Entonces, yo siempre he hecho mucho hincapié en que hay que hablar y a los niños hay que relacionarlos con su pasado, con sus abuelos y con sus bisabuelos.

Yo, para documentarme, hablé con gente mayor, y leí a gente muy mayor. Tienen tantas cosas que contar, tanta sabiduría que dar, y eso se va a ir con ellos. Entonces, creo que desde la educación es fundamental, esa unión de nietos y abuelos me parece muy importante. Y además que les escuchen. O sea, no es la cuestión que yo esté con mi abuela y que me cuide a los niños, no. Es, quiero escuchar a mi abuela, quiero escuchar su vivencia, quiero escuchar qué le pasa, cómo se siente. Y desde el colegio, me parece que es fundamental porque además hay muchos niños que hoy en día pasan mucho tiempo con sus abuelos. Y entonces me parece que escuchar a esos abuelos puede ser importante. Y porque al final siempre funciona la memoria. Porque al final tú sabes lo que tu abuelo te ha dicho que no debe ser. Entonces tú también aprendes lo que no debe ser. 

P: ¿Crees que los mayores también deberían lanzarse a hablar de su infancia, de lo que les tocó vivir? 

R:  ¿Sabes lo que pasa? Que la gente que vivió la guerra, ya es gente muy mayor. Entonces esas historias ya se están quedando muy en el olvido porque los abuelos ya vivieron la posguerra y lo que cuentan son otras cosas, pero aun así da igual porque la sabiduría es la misma. Bien es cierto que yo entiendo que un abuelo que tenga ahora mismo 70 años, 80 años, lo que puede contar es muy interesante, pero no le importa contarlo. Porque no es una vivencia tan trágica. No es hablar de muertos, no es hablar de dolores, no es hablar de pérdidas. Entonces entiendo que ahora es más fácil hablar con un nieto.

P: En todo este proceso de documentación ha habido algo que te haya llamado tanto la atención o te haya impactado, que también lo hayas querido dejar por escrito en esta novela.

R: Me han impactado muchas cosas, sobre todo cuando hablaba con la gente o leía cosas que habían escrito. Y los traumas. Ahora que se habla mucho de la salud mental, que me parece perfecto y fundamental, me pregunto cómo estas personas afrontaban la vida después de los traumas que habían sufrido. Había que seguir adelante, pero no solo los padres, también los hijos. Cuando escuchaba, por ejemplo, cómo hacían las comidas. O sea, ¿cómo con cuatro cosas que no valían para nada tenían que hacer una comida? Que a lo mejor solamente podían comer una vez al día y, por supuesto, ni les alimentaban nada. No sé, me parece durísimo. 

P: ¿Qué mensaje quieres transmitir a los lectores con este libro?

R: Para mí es muy importante el mensaje de las personas de a pie. Es decir, dar voz a estas mujeres que vivieron una época horrible y que tuvieron que apañárselas como pudieron, que tuvieron que cuidar a sus hijos, salir a por comida, salir a trabajar, salir a hacer cosas que nunca pensaron que iban a hacer. Llenarse de coraje, llenarse de fuerza, llenarse de todo para poder hacer todas esas cosas. 

Esas mujeres creo que necesitan una voz, creo que necesitan, porque hemos hablado mucho de los hombres que van al frente, pero también hay mujeres que creo que también se merecen.

Y, por último, otra cosa que creo que es fundamental, y esto lo he repetido hasta la saciedad, se lo he repetido a mis alumnos, se lo he repetido a mis hijos, a todo el mundo, es que la única forma de que las cosas no se repitan es que no se olviden.