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El escritor Arturo San Agustín acaba de publicar Pasaporte sentimental (editado por Catedral), donde describe su "mejor vida vivida" a través de los viajes por todo el mundo que le han dejado recuerdos más intensos.
El autor ha explicado a Europa Press que este libro evoca recuerdos, sensaciones y momentos de medio centenar de viajes por todos los continentes desde su juventud: "La vida es un viaje y yo lo he vivido".
Casi todos los ha hecho por trabajo: primero, como creativo publicitario; después, como periodista, y desde hace años, como escritor de ensayos y novelas: "He estado en los palacios y en las cabañas", dice para demostrar la abundancia que vivió en el sector de la publicidad y la modestia del periodismo. Por eso describe el Cannes de los certámenes cinematográficos (el Festival de Cine Publicitario le premió dos campañas) y el Hollywood que visitó siendo creativo.
"He tenido buenos guías", explica. Como periodista, fue a muchas ciudades para entrevistar o visitar escritores, entre los cuales José Cardoso Pires en Lisboa, Carlos Monsiváis en México DF, Naguib Mahfuz en El Cairo y Barbara Probst Solomon en Nueva York, donde el autor también explica un té con Shimon Yitzhak Horn para hablar del Mossad.
Asimismo, como ensayista y novelista destacan sus muchas visitas al Vaticano, por lo que Arturo San Agustín da cuenta de sus encuentros con la curia y con Joaquín Navarro-Valls, portavoz de Juan Pablo II.
Ucrania y Rusia
También relata su visita a la Ucrania de finales de siglo XX, motivada por una lectura de juventud, el Tarás Bulba de Gogól, y cómo encontró que allí la gente "hablaba de Rusia con recelo"; y de Moscú explica sobre todo su entrevista con Olga Ivinskaya, que inspiró a Pasternak la protagonista de Doctor Zhivago.
Sus evocaciones literarias en cada viaje son tan continuas como las cinematógraficas; por ejemplo, en el Hong Kong de sus mejores años ("Londres con los ojos rasgados") y en la inaccesible China justo después de morir Mao Tse Tung.
Viaje vs. Turismo
Durante el libro, San Agustín demuestra cómo el turismo ha perjudicado al viaje: evoca las visitas solitarias, por delante de las muchedumbres, y el camino tranquilo ("con el avión se llega; con el tren se viaja").
Por último, defiende que salir a visitar el mundo no debe ser una forma de escape turístico: "Nunca he confundido el viaje con la huida, como decía el tango".