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Nativel Preciado: "Lo sucedido en las residencias me ha parecido un cuento de terror"

Antonio Castillejo

Lunes 21 de junio de 2021

9 minutos

La popular periodista y escritora publica 'El santuario de los elefantes', Premio Azorín 2021

Nativel Preciado
Antonio Castillejo

Lunes 21 de junio de 2021

9 minutos

Nativel Preciado nació en Madrid hace 72 años y en la capital estudió Periodismo y Ciencias Políticas. Cronista parlamentaria en la Transición, durante cuatro décadas ha trabajado en los principales medios de prensa, radio y televisión. Ha recibido numerosas distinciones por su trayectoria periodística, entre otras, el Premio Francisco Cerecedo, el Víctor de la Sernala Pluma de Platael Premio de Honor de la Asociación de la Prensa y el de Periodismo Internacional Manuel Alcántara a toda una vida profesional. Actualmente colabora en InfoLibre y en diversos programas de TVE y de Atresmedia.

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Nativel es autora de ensayos, entre los que destacan Fuera de campoEl sentir de las mujeresAmigos íntimosExtrañas parejasHablemos de la vida (con José Antonio Marina), Nadie pudo con ellos, Si yo tuviera cien mil seguidores y Hagamos memoria, así como de las novelas El egoísta, finalista del Premio Planeta 1999, Bodas de plata, Camino de hierro, Premio Primavera de Novela 2007, Llegó el tiempo de las cerezas, Canta solo para mí, Premio Fernando Lara de Novela 2014, y El Nobel y la corista. Y ahora acaba de publicar El santuario de los elefantes que ha sido galardonada con el Premio Azorín de Novela 2021.

 

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PREGUNTA: ¿Tengo entendido que escribió 'El santuario de los elefantes' durante el confinamiento?

RESPUESTA: Sí, es cierto. Aproveché aquella etapa.

P.: Ya que hemos empezado hablando de la pandemia ¿Cómo la ha vivido?

R.: Con problemas, como todo el mundo. He estado aislada, con covid, aunque muy leve, es decir, que he tenido una suerte inmensa. Dentro de lo terriblemente mal que lo ha pasado la gente, yo he tenido la suerte de no pasar ni muchos dramas ni muchos problemas. He sufrido, como todo el mundo, pero he tenido el privilegio de poder escribir una novela y eso espanta todo tipo de malos pensamientos.

P.: ¿Qué opinión tiene de lo sucedido en las residencias?

R.: Se me rompía el corazón y daba gracias por no tener a nadie en una residencia. A mi se me murió la gente que más quiero cuando era muy joven. No he tenido que ocuparme de la vejez de mis seres queridos, llevarlos a una residencia y estar siempre pendiente de ellos. Pero lo que ha pasado en las residencias, ha sido una desgracia inmensa, de verdad, me ha parecido un cuento de terror.

P.: ¿Debería liberalizarse las licencias de las vacunas en países pobres como los africanos?

R.: Sinceramente creo que sí. Hay muchos expertos que intentan explicar los inconvenientes de tal decisión, pero eso es asunto de quienes tengan que ajustar determinadas cosas. Es totalmente injusto que en Europa, Estados Unidos, el primer mundo, tengamos exceso de vacunas y haya lotes que se estropean porque no da tiempo a vacunar a la gente y que mientras tanto, en el continente africano, que considero el mío por esta novela, no se puedan vacunar porque no tienen vacunas. La decisión de liberalizar las licencias me parece esencial y la de donar vacunas también me parece extraordinaria, pero sin racanería. Se necesitan millones de vacunas, pero las buenas intenciones son pocas. 

P.: Hablando de África, cuéntenos ¿qué va a encontrar el lector en “El santuario de los elefantes”?

R.: Se va a encontrar con una novela de aventuras en la que coexisten personajes muy locos, ambiciosos, insaciables, que viven de espaldas al resto de la gente. Nada empáticos ni conscientes de lo que les rodea que deciden emprender un viaje a Tanzania para blanquear su dinero porque les persiguen y se ven obligados a invertirlo en unos territorios donde en el subsuelo hay un tesoro, la 'tanzanita', una piedra preciosa que les puede enriquecer aún mucho más. Es un libro de viajes y un libro de aventuras y como en toda aventura hay enfrentamientos, enfermedades, accidentes, dramas... mis personajes se enfrentan con una realidad que les supera totalmente.

P.: ¿Supongo que para usted fue imprescindible recordar a Javier Reverte al comenzar la primera parte de la novela?

R.: Sí, era imprescindible porque a parte de haber sido amigo mío, un día le llamé para un asunto que no tenía nada que ver con esto, sino para hablar de los famosos derechos de autor por los que él tanto luchó y que nos afectan a todos. Entonces le comenté que estaba terminando una novela sobre África y, aunque sé que es una osadía, quiero que la leas, le dije, y que, si te gusta, seas su padrino. Pero por desgracia ahí se quedó la cosa, porque no me dio tiempo a terminarla y él no la llegó a leer. Una pena, me habría encantado que me hubiese dicho algunas de esas verdades que él me decía siempre.

P.: Cuando recibió el Premio Azorín declaró que esta novela es “sintética, clara, precisa y grotesca”... 

R.: Sí, mi manera de escribir siempre ha sido un poco así. He sido bastante precisa, clara y exacta al utilizar el lenguaje. Soy muy poco partidaria de las hipérboles y de los superlativos tal y como me enseñó mi profesor de literatura por el que sentí una admiración especial. Un poco en la línea de Azorín, aunque ojalá escribiera como él. Es mi estilo de escritura. Con lo de grotesco me refería a los personajes que, a veces, con cierto sentido del humor, se encuentran en situaciones grotescas. Uno de ellos es un tipo muy peculiar, estrambótico, que vive una situación terrible pero que también forma parte de la aventura. Son unos tipos bastantes extraños y rocambolescos.

P.: ¿Por qué eligió África como escenario?

R.: Porque es donde más contraste existe con esa minoría de gente ociosa que se enriquece a costa de los demás. En África, y concretamente en algunos países como Tanzania, que está muy de moda, hay más contraste con la realidad a la que se enfrentan. Es donde existe el mayor lujo del mundo, para mí el lujo africano es más deslumbrante que el lujo asiático, más natural, más imposible de conseguir en otros lugares... y ese lujo absoluto coexiste con la miseria más total, se mueren de hambre. Me gustaba ese contraste y por eso situé la novela en Tanzania.

P.: Quien haya tenido la suerte de conocer África sabrá que sus gentes son alegres, acogedoras y generosas, pero la imagen que de ellos nos llegan a los telediarios no suele ser esa…

R.: Cualquiera que pone un pie en un país subsahariano, a mi me pasó, ve superadas todas las expectativas que llevaba, en el sentido de que sus habitantes tienen una especial alegría de vivir con nada, porque no tienen nada o muy poco, y eso cuando les dejan vivir y no se mueren de hambre, guerra, enfermedades... Es gente muy alegre, muy agradecida a la vida, generosa, solidaria y acogedora. Y eso sin contar con la belleza y la fuerza de la naturaleza africana. Allí se comprueba, en toda su plenitud, que la naturaleza es más poderosa que todas las multinacionales y los ejércitos. No se puede luchar contra la naturaleza cuando se presenta como un virus, una tempestad, un terremoto... No hay defensas que puedan vencer a la naturaleza. A ver si aprendemos a llevar una vida más sostenible porque la que llevamos ahora es insostenible.

P.: En realidad la novela es un canto a la naturaleza y a la justicia…

R.: A la naturaleza por lo que te he explicado y también a la justicia que hago yo a mis personajes. Es muy divertido escribir y crear tu mundo en el que decides que a este te lo vas a cargar, el otro va a acabar mal, el otro... Pero realmente, eso no existe en la vida real donde algunos se van de rositas a pesar de ser unos canallas, aunque también sucede que e la mala gente tiene su castigo, otras no. Pero en esta novela los malos son malos y acaban mal (Risas).

P.: ¿Parece como si al final África se vengase de la frivolidad de la amoralidad occidental que de alguna manera representan algunos de sus personajes?

R.: Así es, está claro que no pueden esquilmar más ni luchar contra la evidencia y hay mucho occidental que va a salir mal parado. No los que entienden el problema y la naturaleza y son conscientes de que posiblemente sea lo más espectacular que vean en su vida y quedan atrapados por lo que llaman 'el mal de África', algo que Javier Reverte explicaba muy bien.

P.: ¿Están decrépitos occidente y los occidentales? 

R.: Llevamos una vida insostenible y se ha comprobado. Se ha visto como los oficios y las personas y trabajos elementales son los que sostienen el mundo. No son solo los científicos o los sanitarios, también los agricultores, los mensajeros, los panaderos, los que recogen la fruta en los árboles... esa es la gente esencial sin la que el mundo no funciona. Pero también están las clases ociosas minoritarias que se quedan paralizadas porque no tienen nada que ofrecer y son verdaderamente inútiles. La pandemia ha dejado en evidencia que hay determinadas personas que parecen prioritarias y son los protagonistas de muchas historias que no tienen sentido. Y también ha dejado claro que todos tenemos que arrimar el hombro y que si no se hace lo vamos a pasar mal. Nadie estará a salvo hasta que no nos salvemos todos.

P.: Después de tantas décadas escribiendo, ¿cómo ha evolucionado su obra y usted misma desde, por ejemplo, 'El Egoísta' o 'Bodas de plata'?

R.: Voy en zigzag porque tengo curiosidad por determinadas cosas. La primera novela, 'El egoísta', fue muy realista, la confesión que un personaje me hizo sobre su vida y que me pareció deslumbrante, aderezada, claro está, con la alquimia de la literatura. También muchas de las novelas que he escrito son muy periodísticas en el mejor sentido de la palabra. Estoy muy orgullosa de tener formación periodística, que no deformación. Es utilísimo ser periodista para escribir narrativa. Yo he ido haciendo experimentos y he escrito novelas muy personales en las que vuelco cosas que resulta evidente que he vivido... Pero quizás esta última sea diferente a todas por ese afán que tenemos de ponernos a prueba y ver si eres capaz de escribir un libro de aventuras, una pura ficción... He tenido muchas dudas e incertidumbres durante el confinamiento, mientras la iba escribiendo, pensando el por qué me metía en otros asuntos cuando lo otro, más o menos, se me da y se me acepta. Pero al final he tenido la inmensa suerte de salir de este penoso año que nos ha tocado vivir, con un premio como el Azorín sobre un escenario, con público presencial que es algo que me emocionó mucho porque pensé que era un respaldo y porque se tenía la sensación de volver a la normalidad, de tener encuentros sobre literatura, de que nos vamos a volver a ver y a hablar, era una sensación muy bonita y contagiosa. Un chute de energía, de vitalidad y de ganas de seguir haciendo cosas. 

P.: ¿Cuáles son sus nuevos proyectos?

R.: Tengo uno que me hace mucha ilusión, pero decidí hace tiempo no hablar de los proyectos que no están terminados (Risas). Además, todavía no se muy bien en qué va a quedar porque tu sabes que se piensa una cosa y al ponerla en práctica, sobre el papel, resulta ser otra. Entonces, para qué voy a anunciar cosas que no tengo (Risas)

Sobre el autor:

Antonio Castillejo

Antonio Castillejo

Antonio Castillejo es abogado y periodista. Comenzó su carrera profesional en la Agencia Fax Press dirigida entonces por su fundador, Manu Leguineche, en la que se mantuvo hasta su desaparición en 2009. Especializado en información cultural y de viajes, desde entonces ha trabajado en numerosos medios de prensa, radio y televisión. Actualmente volcado con los mayores en 65Ymás desde su nacimiento.

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