María Callas, la soprano más grande de la historia fue también la diva más controvertida

La que sin duda fue la más famosa cantante de ópera de la posguerra mundial y para muchos la mejor soprano de todos los tiempos, Cecilia Sophia Anna Maria Kalogeropoulou, que con el tiempo vería como todos los teatros de ópera del mundo se rendían ante ella como María Callas, era hija de unos emigrantes griegos y había nacido en Nueva York el 2 de diciembre de 1923.

Su padre, George Kalogeropoulos, que cambió el nombre de su familia por el de Callas al llegar a Estados Unidos, abrió una farmacia en el barrio griego de Manhattan, pero no tuvo suerte con el negocio y los apuros económicos llevaron a su mujer, Evangelia Dimitriadis, a regresar a Grecia con María en 1937. Fue en Atenas donde decidió matricularse en el Conservatorio de la capital griega, donde cursó sus estudios después de mentir respecto a su edad puesto que tenía 14 años y no podía ingresar hasta los 16.

Tres años más tarde, debutó en el Teatro Lírico Nacional de Atenas con una opereta, Boccaccio, y en 1942 llegaría su primer gran éxito en la Opera de Atenas con Tosca de Puccini, uno de los papeles que más veces representaría a lo largo de su vida y el mismo con el que despediría su carrera 25 años después.

Eran los años de la segunda guerra mundial y de la Grecia ocupada. Cuando la flota británica llega al puerto de El Pireo y libera el país heleno, en 1944, la cantante decide regresar a Estados Unidos.

En 1947 debutó en Verona con La Gioconda de Ponchielli en una producción que dirigía Tullio Serafin, que desde entonces se convertiría en su principal mentor. Dotada de una extraordinaria versatilidad, durante sus primeros años la Callas cantó un amplio repertorio que llegó a incluir roles tan complicados como la Isolda de la wagneriana Tristan e Isolda, pero pasado un tiempo se centró en los autores italianos, fundamentalmente Rossini, Bellini, Donizetti y Verdi.

En América las cosas al principio no le fueron fáciles y el éxito se resistió a llegar hasta que la escuchó Edward Johnson, el director general del Metropolitan Opera House que sin dudarlo la ofreció los papeles principales del Fidelio y Madame Butterfly, pero María, famosa por su fuerte carácter, no lo aceptó porque se negaba a cantar el Fidelio en otra lengua que no fuese el alemán y además consideraba que el papel de Madame Buterfly en la obra de Puccini no era adecuado para ella.

Una imagen pública conflictiva    

En Nueva York, María conoce al tenor italiano Giovanni Zenatello, que en aquella época dirigía la opera de la Arena de Verona y éste le ofrece un contrato para cantar La Gioconda en Italia. Fue durante este viaje a Europa cuando la diva conoció a su primer marido, Giovanni Battista Meneghini, un rico empresario de la construcción, 30 años mayor que ella, cuyas relaciones con el mundo de las altas finanzas influyeron decisivamente en el desarrollo de la carrera de la artista.

En la Arena de Verona logró un gran éxito que sin embargo no fue suficiente para presentarla como la soprano excepcional que era, si bien le sirvió para que le ofreciesen el complicadísimo papel protagonista de la wagneriana Tristan e Isolda, el rol con el que debutó un año después en La Fenice de Venecia, al que seguiría el papel de Elvira en I Puritani, con el que, ahora sí, demostró a un asombrado mundo de la ópera la gigantesca talla artística de María Callas.

Su actuación en I Purutani, junto a los buenos oficios de Tullio Serafin y Giovanni Meneghini, le valió a la Callas para debutar en la imponente Scala de Milán cantando Aida y más tarde en la Opera de Nueva York interpretando la Norma de Bellini, un rol que, según los mayores expertos nadie a logrado interpretar jamás como ella y que en su debut la obligó a saludar 16 veces a un público enfervorizado.   

Entre 1950 y 1961 La Scala fue el centro de sus actuaciones y allí cantó bajo la batuta de maestros como Von Karajan, Giulini o Bernstein. Pero al principio de aquella época sufrió un grave problema de sobrepeso llegando a alcanzar los 91 kilos. Sin embargo, en 1954 y dirigida por Luchino Visconti actuó en La Vestal, primera opera del director de cine italiano, y la Callas subió al escenario para sorprender a todos con su figura de 55 kilos.

Pero su éxito en Nueva York se empañó fuera de los escenarios por una entrevista publicada en la revista Time, en la que la madre de la artista desvelaba que su hija la acusaba de haberle robado su infancia y se negaba rotundamente a verla, una postura que mantuvo hasta la muerte de su progenitora.     

Tampoco ayudó a fortalecer su imagen pública el hecho de que en 1958, dos días antes de cantar en la Opera de Roma en honor del entonces presidente italiano, Giovanni Gronchi, la Callas fue vista bebiendo en una fiesta a altas horas de la madrugada. Al día siguiente la soprano perdió la voz y a pesar de eso salió al escenario porque no pudo ser sustituida con tan poco tiempo. Buena parte del público se burlo de su actuación y la soprano abandonó precipitadamente el teatro al terminar el primer acto.

¿Crisis cardíaca o suicidio?    

Un año después de aquel suceso, en 1959, y tras diez años de matrimonio con Giovanni Meneghini, Maria Callas inicia una relación sentimental con el magnate griego Aristóteles Onassis, abandona a su marido y se retira de los escenarios durante una temporada tras la cual su voz, hasta entonces inmaculada, mostraba alarmantes signos de decadencia.

En 1961, durante una representación de Medea en La Scala, el público abucheó la actuación de una María Calas que ignoró la situación hasta llegar a la parte en que su personaje acusa a Jason de "¡Hombre cruel!". Dejó de cantar y mirando al público continuó diciendo "¡Cruel!. Te lo he dado todo". Los silbidos se convirtieron en una cerrada ovación.

Fueron sus años de decadencia artística. Su última actuación tuvo lugar en 1965 en el Covent Garden londinense cantando Tosca, tenía 41 años. Tres años después, Aristoteles Onassis abandonaba a la soprano e iniciaba una nueva relación con Jacqueline Kennedy, la viuda del asesinado presidente norteamericano John Fitzgeral Kenedy.

Fue un duro golpe para la diva del canto. En mayo de 1970 se hizo público que la cantante se encontraba hospitalizada por un intento de suicidio tras ingerir una dosis masiva de somníferos. La última década de su vida transcurrió en un voluntario exilio parisino que sólo abandonaba esporádicamente para aparecer en público junto a su amigo el tenor Giuseppe di Stefano o para impartir clases magistrales en el Juilliard School de Nueva York.

María Callas murió en París el 16 de septiembre de 1977 por causas que nunca fueron claramente determinadas. Hubo quien habló de crisis cardiaca y quien lo hizo de suicidio, pero la rapidez con que fue incinerada tres días después, el robo de la urna conteniendo sus restos, que reaparecería más tarde, y el hecho de que esas mismas cenizas se esparciesen en el Mar Egeo en 1979, imposibilitó una autopsia que podría haber desvelado la causa de la muerte de la gran dama de la ópera.