Viaje a Brihuega y sus campos de lavanda

Conocida como El jardín de la Alcarria, Brihuega ofrece al visitante un espectáculo para los sentidos. Sus huertos y jardines, en la vega del río Tajuña, conserva un patrimonio monumental que sorprende. Y sus campos de lavanda son la guinda del pastel.

Los campos de lavanda están en todo su esplendor durante a primera quincena de julio, que es cuando la lavanda está en plena floración y el color del espliego es más intenso y tiñe de morado los cambios alcarreños. Después, la lavanda se seca y pierde su bonito color morado para tornarse más gris.

Y no solo en Brihuega, en los pueblos de alrededor de esta zona de Guadalajara, también podemos ver estos hermosos campos. Hay más de mil hectáreas cultivadas de lavanda y una buena parte de ellos se encuentran en las cercanías de la carretera CM-2005. Puedes acercarte en tu propio coche y dar un paseo por las colinas llenas de lavanda.

En la oficina de turismo de Brihuega puedes informarte de las visitas guiadas y también disponer de un plano con las indicaciones para llegar a los campos y las coordenadas de GPS. Incluso, hay empresas que ofrece visitas desde el aire en globo.

Un gran patrimonio cultural

Pero Brihuega es mucho más que sus campos de lavanda. El patrimonio monumental de la villa es maravilloso. Un ejemplo es el castillo de la Peña Bermeja, cuyo origen está en la época de los reyes taifas de Toledo que pasaban aquí los veranos, pasó por las manos del clero, fue usado en distintas guerras en suelo español y también fue hospital. En el interior del castillo también se halla uno de los cementerios más bonitos, con cientos de tumbas antiguas.

Las fuentes que recorren toda la localidad son de obligada visita. La más bonita de todas es la fuente de los Doce Caños. Dice la cultura popular que la mujer soltera que bebe de ellas encuentra novio. El lavadero municipal y sus tres enormes pilas rectangulares también es digno de mención.

Los jardines de que en su día fue la Fábrica de Paños invitan a dar un paseo por sus dibujos geométricos de cipreses y parterres desde donde puedes ver una bonita vista de la ciudad medieval y el río. Aquí está el mirador de Hemingway, porque el escritor veía desde ahí los combates en 1936, cuando era corresponsal de guerra.

La iglesia de San Felipe es de estilo románico tardío y también merece una visita. Es curioso ver como su campanario está separado de la nave de la iglesia. Era uno de los torreones de la muralla y se aprovechó para campanario.

Otra de las visitas imprescindibles es las cuevas árabes. Realmente se trata de pasadizos excavados en el subsuelo hasta crear un entramado de más de ocho kilómetros de pasadizos que han servido de refugio y de almacén de alimentos, entre otras funciones.