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La puesta en escena de Lear del director teatral Calixto Bieito ha regresado finalmente a las tablas del Teatro Real entre aplausos tras un parón obligado por la pandemia y con una producción que cuestiona el papel de las personas mayores y la salud mental.
Lear es una ópera de Aribert Reimann basada en la obra de Shakespeare, aunque en esta adaptación podría decirse que uno no está ante un drama tan shakesperiano como cabría esperar. Al fin y al cabo, únicamente un 20% del texto original del libro es lo que ha quedado en la ópera, donde la propia música es la que en muchas ocasiones aporta el contexto a los silencios.
Por ejemplo, con esa competición entre hermanas, Goneril y Regan (interpretadas por las aclamadas también Ángeles Blancas y Erika Sunnegardh) en una de las escenas en las que ambas luchan por conseguir la atención de su padre, el rey Lear, a través de una voz histriónica una y la otra con un "canto frenético excitado por las cabriolas de un clarinete y de una trompeta en sordina".
También en esa semejanza entre las situaciones de Lear y Gloucester, los dos padres engañados por sus hijas e hijos respectivos, y a los que la música pone prácticamente un espejo en cuanto a sonido se refiere en sus relaciones con Cordelia (Susanne Elmark) por un lado; y por Gloucester y Edgar por otra.
Pese al respaldo del público en este estreno, la música atonal ha llevado a algunos espectadores a abandonar sus asientos en el descanso. El propio Bieito ya adelantó que se está ante una versión de Lear que complica la herencia de Shakespeare, puesto que al final todos los personajes del reparto terminan siendo solistas.
Tal y como apunta el director artístico Joan Matabosch, es el personaje del Loco el que asume el papel "del coro de las tragedias antiguas, solo que con un toque de teatralidad brechtiana pasada por el universo de Beckett".
No hay una modificación esencial de la puesta en escena de la ópera que se estrenó en París en 2016 (si acaso, gente vestida con ropajes actuales empujando al abismo al rey Lear). El escenógrafo acompaña estos esfuerzos vocales con una puesta en escena que simula un espacio quemado de madera, casi como un palacio.
Además, por el escenario se suceden reflejos de iconografía de pintura española e imágenes del expresionismo alemán, con bancos de imágenes muy reconocibles en el imaginario de la sociedad: desde el Lamento sobre el Cristo muerto en ese reencuentro entre Cordelia y su padre senil, a La pietà de Miguel Ángel.
'Nada', 'Nada' y 'Nada'
Pero si algo queda en claro de esta lectura que hace Bieito es la de analizar el papel de una persona mayor que ha tenido el poder y que se queda aislada de un mundo absurdo que no comprende. Bo Skohvus, solista principal que encarna por cuarta vez a este Lear, ya cuestionó con mirada crítica la visión moderna en algunas sociedades. "¿Debo admitir que la edad me convierte en un inútil?", pregunta su Lear.
Su personaje sale de esta obra humillado y maltratado, hasta caer a los infiernos de la mendicidad. Pasa por muchos estados, desde la cúspide del poder a la nada más absoluta, y no será casualidad que esa palabra, 'nothing', se repita hasta 29 veces en la obra, antes de repartir las migajas de su reino a sus herederas como si fueran "mendrugos devorados".
Al final, la muerte es la que asoma en la inquietud de una persona que lo ha tenido todo. "En la ópera de Reimann, el sueño parece simbolizar mucho más la muerte a la que el rey aspira y se encamina despojándose del peso del gobierno", concluye explicando Matabosch.