Lidia Lozano
Viajes
Granada, una ciudad que descubrir más allá de la Alhambra
Tapas, arte, flamenco y mucho más
Granada, cuna de artistas, desde Federico García Lorca a Mariana Pineda; e inspiración para tantas canciones, libros, películas, obras de arte en general. Más allá de la Alhambra, esta ciudad andaluza esconde muchos secretos que hacen que merezca la pena descubrirla.
Miradores de ensueño
Desde los numerosos miradores que se encuentran de camino al Sacromonte o a la ciudad palatina andalusí se ve todo Granada. Casas blancas que parecen colocadas a propósito en distintas alturas y rodeadas de árboles, catedrales, iglesias, montes... Desde allí arriba se puede disfrutar de uno de los atardeceres más mágicos de la ciudad e incluso de Andalucía.
Uno de estos miradores se erige en el Cerro de San Miguel, en la parte más alta del Albaicín. Desde allí, sin aglomeraciones y con una vista panorámica, se ve el centro histórico, el propio Albaicín y sus murallas, la Vega, Sierra Nevada y la Alhambra. La cuesta que lleva a este magnífico -tanto por su tamaño como por su forma- monumento, la de Gomérez, conduce también a otro lugar desde el que observar la Alhambra con otra perspectiva.
Ese paseo, nacido en la Plaza Nueva, acaba en la Puerta de las Granadas, tras la que se extiende una alameda conocida como bosque de Gomérez. Hoy es un espacio de cuatro hectáreas con más de mil árboles entre jardines, fuentes y senderos, que un día fue tan solo un atractivo más de la entrada al palacio.
Sin abandonar el Albaicín, se puede disfrutar de bares de tapas o visitar iglesias, cármenes y conventos. Aunque el barrio puede recorrerse escuchando el agua que se recoge en los 26 aljibes que se acumulan en sus calles. El más grande y antiguo es el Aljibe del Rey o Viejo. Este recurso árabe que servía para acumular agua, tiene una capacidad de 300 metros cúbicos que pueden verse desde dentro. Por otra parte, el de San Luis es el más pequeño, con solo 4,5 metros cúbicos.
Sacromonte y flamenco
También por la parte alta de la ciudad está el Sacromonte, cuyas cuevas se postulan como el origen del flamenco más puro. Ahora, las más antiguas están amuebladas imitando a cómo lo estarían en épocas pasadas, no demasiado lejanas. En 1963, las fuertes lluvias casi hacen desaparecer por completo esta especie de gueto flamenco.
La barriada formada por cuevas -algunas aún habitadas-, humildes cuanto menos, albergó en el siglo XVI una de las primeras universidades privadas de España, la Abadía del Sacromonte, un referente educativo durante siglos, aunque lo más probable es que los vecinos que la tenían más próxima no hicieran uso de ella.
El humanista y obispo de Granada, Don Pedro de Castro, la mandó erigir en 1594 con un estilo interior gótico. Allí se han formado algunos grandes nombres como el escritor y diplomático Juan Varela o el historiador Aureliano Fernández-Guerra y hasta 23 rectores de la Universidad de Granada. Actualmente está en proceso de reforma, pues un fuego del año 2000 destrozó gran parte del interior. Sin embargo, ya es visitable una gran parte de la Abadía, como la Biblioteca, Salas de uso académico o el antiguo Edificio de Canónigos que hoy es área de Archivo.
Siguiendo la tradición flamenca, no son pocos los maestros guitarreros cuyos talleres se encuentran entre bar y bar. Como Francisco Manuel Díaz, abanderado del flamenco y decano de los lutieres en España, que lleva más de cincuenta años fabricando y vendiendo guitarras en su taller, donde reinan las fotografías en blanco y negro con grandes artistas como Camarón y Paco de Lucía. Aprendió el oficio con tan solo 13 años, en el taller del maestro Eduardo Ferrer, y, mucho tiempo después, le pasó el testigo a sus hijos, Víctor y Francis.
Tradición modernizada
Pero no es solo tradición pura lo que hay en Granada, sino que también hay tradición modernizada. Quizá este sea el único lugar en el que se pueda visitar una alberca del siglo XIII situada en una parada de metro -Alcázar de Genil-. El arquitecto granadino Antonio Jiménez Torrecillas se encontró con estos restos arqueológicos almohades que en su día sirvieron como escenario de recreación de batallas navales para entretenimiento de los reyes. Al descubrirlos, no dudó un solo instante en integrarlo con su nueva obra, por lo que se pueden entrever los muros laterales originales y visitar un museo en el vestíbulo.
En el ámbito arquitectónico, destaca una construcción de 2001, la más contemporánea de la ciudad. Aunque parezca mentira, es la sede de la Caja de Ahorros, una enorme caja de hormigón y piedra que captura la luz de una manera de la que Le Corbusier habría estado orgulloso. Una fachada lisa con grandes huecos cuadrados mira hacia la cara norte, mientras que las dos fachadas al sur se protegen del exceso de luz y calor. En el interior, el juego de luces se acrecenta, reflejando los colores en unos frágiles y translúcidos paramentos de alabastro.
Así, hay también otros edificios reutilizados para comercios actuales, como un palacete del siglo XIX rehabilitado como el hotel Villa Oniria, cuyo restaurante Onírico apuesta por platos de toda la vida con un toque de alta cocina. Desde su jardín se puede disfrutar de las vistas del antiguo palacete mientras se degusta un salmorejo de remolacha con helado de mascarpone y aceite de albahaca o cualquier otro plato de su carta.
Para aquellos que prefieran algo más de a pie de calle, sin duda, los bares de tapas. Después de pasear por estrechas calles, ojeando las tiendas de alfombras o souvenires, el Realejo o barrio judío es el mejor lugar para tapear, según los locales y los que conocen bien la ciudad. Un rebujito con salmorejo, habitas, tostas, tomate, o cualquier alimento que bien pueda hacer las veces de acompañamiento de una buena bebida.