Joaquín Ramos López
Opinión

01/01/9999: ¡va por los mayores!

Joaquín Ramos López

Miércoles 28 de junio de 2023

4 minutos

01/01/9999: ¡va por los mayores!

Miércoles 28 de junio de 2023

4 minutos

Para el mundo oficial, ese de las normas públicas administrativas, las personas somos clasificadas de diversas formas y una de ellas es la de grupos por edad. Somos niños y vamos pasando por jóvenes, maduros, mayores y ancianos, por ejemplo.

Prescindiendo de si la edad, los años de calendario oficial vividos, suponen y se portan de forma similar para el conjunto de seres humanos de que se trate, tales grupos se encasillan entre límites numéricos.

La jubilación laboral y por cuenta ajena más extendida comienza a los 65 de edad y si alguien la alcanza antes se le considera un prejubilado. Quien mantiene sus funciones tras traspasar su edad reglamentada de jubilación, es considerado emérito. Actualmente, a todos ellos se les denomina sénior.

Al conjunto de todos los humanos que han superado la juventud, alcanzando la plenitud del crecimiento esperado, y llegan a la vejez, se les considera los adultos. Esta clasificación ya resulta algo más subjetiva, por la flexibilidad que caracteriza los extremos de la horquilla de la madurez como condición y conocimiento.

Y una muestra de la importancia pública de los tramos de edad que van superando los ciudadanos, es la identidad de su personalidad para todos los efectos en los que la vida real y práctica que desarrolla en su existencia, se vea facilitada en su vínculo con la organización social de la que forma parte.

En nuestro caso se trataría del Documento Nacional de Identidad (DNI), en el que la edad, medida desde la fecha de nacimiento, está determinando la vigencia de su validez.

Considerando que a un bebé ya podría serle extendido al nacer, su DNI habría que renovárselo cada dos años. Desde los 5 de edad hasta los 30, la renovación ha de ser cada cinco. Diez años de validez tendrán hasta los 70 cumplidos y después, una última hasta 01/01/9999, o sea: “pa siempre”.

Hete aquí que, para “el sistema”, las personas ahora consideradas sénior permaneceremos indubitados, de edad y fisonomía pues, salvo en caso de cambio de domicilio, que sí procede ser renovado, no es necesario actualizarlo mientras permanezcamos en este mundo.

De este dato cifrado –antes conocido por permanente tiene rareza el hecho práctico de cumplimentar la fecha de validez del DNI de un septuagenario cuando le es requerido indicarlo, por el fastidioso formulario de turno o un acceso informático, supliendo al ordinario vencimiento por el de la fecha de extensión, por demás semi-oculta en el documento.

Lo primero que descartas al ver ese trampantojo (RAE: Trampa o ilusión con que se engaña a alguien haciéndole ver lo que no es) que, de regalarte años de vida, nanay.

Lo segundo es pensar en ¿por qué no un 0000 como más gratificante al desprenderse que la edad –vencimiento– no importa? Pues, ya me dirá Ud. cuanto duraremos vivos los dos entre 2023 y 9999 (7976) tengamos cada uno ahora los que sean ya vividos.

Lo tercero y ya algo malicioso me trae a la consideración el dichoso término tan en boga del edadismo. Para unos concepto motivador como promoción y valor del la última edad y, para otros, negacionista de despreciable pragmatismo.

Resulta muy interesante adentrarse en este nuevo orden social de la gente mayor. Da la sensación, para empezar, que se acaba de descubrir que existen personas de mayor edad que hay que tenerlas especialmente en cuenta, porque sirven para más y mejor vivir del conjunto viviente. O que debe llevarse a cabo un plan sibilino de jibarización, porque somos ya demasiados.

Leo y releo estos días, acudo a conferencias fuera o desde casa, dedico un tiempo importante a sondear y entender estos movimientos. Reconozco meritoria la tarea de muchas instituciones privadas (¿interesadas?) y públicas (¿sinceras?) para otorgar valor a todo aquello que suene a senectud.

Pero ¿qué se ha hecho de nuestros viejos, de nuestros abuelos? Y ¿qué se piensa ahora de los ancestros que estimaban sobremanera a sus ancianos? Gente que no recurría a mandangas con sus mayores y respetaban seriamente la validez de su experiencia. Viejos que se auto-inmolaban para procurar por la subsistencia de su estirpe. ¿Por qué llevábamos tanto tiempo ignorándolos?

¡Venga señores, adoren, veneren y respeten a sus ascendientes, inviertan en afectos de sus descendientes, porque siempre nos irá mejor a todos!

Sobre el autor:

Joaquín Ramos López

Joaquín Ramos López

Joaquín Ramos López es abogado, vicepresidente de la Comisión Séniors del Ilustre Colegio de la Abogacía de Barcelona (ICAB) y autor del blog Mi rincón de expresión.

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