Estamos cercanos a los 40 años desde que Internet popularizó su uso por gran parte de la ciudadanía, con crecimientos graduales del mismo e importantes desafíos y cambios para las generaciones que han estado desde su origen. Vivir y estudiar en Estados Unidos me ha hecho comprender la diversidad de cómo las personas viven su vejez en contextos, escenarios y aspectos sociodemográficos muy diferentes a los que crecí, en el que hay poblaciones que no conocen estas nuevas tecnologías. La forma en cómo estas personas, especialmente las adultas mayores, se comunican y participan en la sociedad de manera tan dispar entre mi país de origen y el de adopción, me llevan a trabajar desde mi profesión como gerontólogo para que este disfrute sea más inclusivo.
Recientemente tuve la oportunidad de hablar con un par de adultos mayores que me compartieron cómo han pasado por todas las herramientas que se tenían en cada época para comunicarse, desde el carteo, el telégrafo o el teléfono de disco hasta las ya más actuales computadoras, que junto con el Internet han revolucionado para siempre esta experiencia. Y yo pensaba con admiración: "¡Guau, qué capacidad de adaptación!"
He podido ser testigo de la importancia de la tecnología, que más que ser una herramienta con múltiples usos es un enlace entre generaciones, tanto para aquellos que vieron sus inicios desde cero como para los nativos digitales, concluyendo que esos cuarenta años de diferencia entre unos y otros no significan nada y que con voluntad los desafíos son menos.
En Estados Unidos vivo con una pareja de adultos mayores desde hace más de un año. La experiencia está siendo interesante y veo como tanto ellos como yo nos necesitamos y aprendemos. Espero que estos espacios de encuentro sean más frecuentes y que desde los gobiernos se fomenten.
La esperanza de vida para los seres humanos ha ido en aumento durante los últimos 25 años, con dificultades y retos que tuvimos que sobrellevar, pero cada día que pasa encontramos personas de 60 años o más en nuestros entornos hablando en América del Norte respectivamente. Quizás jubilados, haciendo voluntariado, otros más siendo maestros y unos más en puestos de liderazgo importantes. Estas personas con mayor formación y poder adquisitivo están reclamando políticas más inclusivas, menos paternalistas.
En la medida de lo posible yo continuaré trabajando para que todo esto suceda, para que merezca la pena esa longevidad.