Paseando de la mano, paramos ante un semáforo. Pasa el camión de la basura... y me dice:
– Abuelo, ¿esos son los señores de la basura?
– No, hijo, no. Esos son los señores de la limpieza. Los de la basura somos nosotros.
El viejo chiste nos sirvió para comentar esa realidad tremenda de la cantidad de residuos que generamos…
– Eres muy pequeño para darte cuenta, pero te voy a poner un ejemplo para que te des cuenta de lo que hoy quiero decirte ¿Te acuerdas del día de Reyes?
– Como no me voy a acordar, abuelo. ¡Fue genial!
– Si. Para todos. Todos abrimos los paquetes con una ilusión inmensa…
– Y el paquetón con el coche de bomberos…
– Y todos los años decíamos lo mismo. ¡Se han vuelto locos! ¡Los Reyes se han vuelto locos! Nosotros, Carlos, nosotros hemos perdido el sentido. Mira: te voy a contar una cosa. Todos esos papeles de envolver y todas esas cajas que tenemos que tirar cuestan mucho dinero. Y lo mas grave es que pagamos por ello. Pagamos por lo que tenemos que tirar. Y debemos pensar en lo que nos cuesta destruir todo eso. También pagamos por destruirlo.
– ¿Y es mucho, abuelo?
– De cada diez euros que gastamos, uno y medio es para el envoltorio. Mira, hubo un tiempo en que se medía el desarrollo por la cantidad de basura que éramos capaces de generar.
– Claro: a más desarrollo, más basura.
– Y así llegamos a presumir de originar cada día miles de toneladas.
– ¿Muchos?
– Para que te hagas una idea: en un año podemos llenar de basura 500 campos de fútbol dando a los desperdicios una altura de 12 metros. Piénsalo despacio: 500 campos de fútbol, con 12 metros de altura, que es como casa de cuatro pisos.
– ¿Y qué es esa basura que tiramos?
- Pues mira: de cada kilo, 600 gramos son de materia orgánica, de desperdicio de comida, por ejemplo. Casi 200 gramos son papeles, cartones, plásticos; y el resto, vidrio, metales o trapos. Eso quiere decir que más de la mitad de lo que lleva una bolsa de basura se pudre. Y puedes suponer lo que significa eso para las moscas y las ratas.
– Qué bárbaro, abuelo. Pero impresiona eso de que de cada diez euros de lo que compramos, uno y medio es va directamente a la basura. O sea, que compramos basura.
– Claro. Se sobreenvasa para hacer más atractivo lo que vayas a comprar; para que parezca mayor, más grande o de más colorido. Luego para disminuir mano de obra se han impuesto los envases de usar y tirar. Eso hace que millones de botellas y de plásticos nos invadan. Ya se va educando a la gente para que recicle, pero queda mucho por hacer. ¿A que no te imaginas la cantidad de latas que consumimos e España?
– Ni idea.
– Pues mira: cada uno de nosotros consume 945 latas al año. Ya se que ni tú ni mamá ni tu hermana consumen eso. Pero es la estadística. Otro dato: consumimos un total de 14.471 millones de litros de refresco al año, lo que equivale a 43.853 millones de latas. Y algo que seguramente no sabes: las latas cuestan más que su contenido.
– ¡Qué barbaro!
– Es que parece que nos preocupan más otras cosas.
– Ya me dijiste alguna vez que había que plantar árboles para limpiar el aire.
– Si. Pero los árboles que podrían absorber el anhídrido carbónico están desapareciendo. Cada cinco minutos se tala en el mundo un kilómetro cuadrado de arbolado. Además tenemos una energía sucia y, por si fuera poco, estamos enterrándonos en los residuos que nosotros mismos producimos.
– Y las pilas, que contaminan muchísimo .
– Una pila, una sola pila alcalina, puede contaminar 167.000 litros de agua. Y si es una pila de botón su contenido de mercurio puede contaminar 600.000 litros de agua.
– Abuelo, ¿no te estás poniendo demasiado trágico?
– Mira, y no te asustes: cada año, solo en Europa, producimos más de 2.000 millones de toneladas de residuos. Ya se hizo el cálculo: haría falta un tren de 100 millones de vagones, de 20 toneladas cada uno y con una longitud de millón y medio de kilómetros para meter todos esos residuos. Imagina, por un momento, ese tren circulando a 160 kilómetros por hora. Bueno, pues tardaría todo un año en pasar delante de nosotros. Y cuando terminara, justo en ese momento, empezaría a pasar el del año siguiente.
– Es verdad, abuelo. Esos señores son los de la limpieza. Los de la basura somos nosotros.