Lourdes Bermejo
Lourdes Bermejo. Doctora en Ciencias de la Educación. Diplomada en Gerontología y experta en Intervención Sociocultural. Coordinadora Técnica L1 Proyecto Comunidades de Cuidados.
… saber más sobre el autorJueves 5 de enero de 2023
2 minutos
Cumplimos años y cada vez, en mi humilde opinión, se evidencia más la complejidad de esto que llamamos vivir. En estas fechas y tras perder hace muy pocos días a una persona de mi familia, no hago más que reflexionar sobre esta complejidad en este periodo navideño.
Más allá del significado religioso para quienes así lo perciben, la Navidad, es una especie de disparador de expectativas y de ilusiones, pero también de recuerdos y vivencias previas. Para mí la Navidad siempre ha sido un momento hermoso y anhelado. Por eso siempre me ha extrañado desde niña como, entre mis amigos y familiares, había personas que abiertamente decían que querían escapar de ella. Así que esta diversidad siempre lo sentí como normal y obvio en una sociedad diversa en la que nos hemos criado.
Sin embargo, últimamente cada vez me doy más cuenta de que muchas personas que siempre disfrutaron y construyeron esos momentos especiales que son la Navidad, ahora están deseando que pase rápido (o que haya pasado). Y, en general creo que se acrecienta con los años. Cuando sumas años y acumulas vida también aumentan la ausencia de “personas clave” en tu vida y, sientes que deberían estar sentados contigo en la mesa. O cuando no puedes estar con los que quieres por 50.000 motivos la Navidad se convierte en ese sueño inalcanzable que al final, prefieres evitar.
Me duele especialmente las personas mayores que viven está ambivalencia de recordar Navidades, tiempos y relaciones que nos han construido y nos han hecho ser como somos, y además felices; con momentos actuales de ausencia, pérdida, soledad, fragilidad, enfermedad. Creo, de alguna forma, que es inevitable que estás pérdidas se produzcan, y lo que observo es que hay personas a mi alrededor que consiguen cada vez agarrarse a la vida, haciéndose cada vez más eso que llamamos resilientes. Capaces de, partiendo de lo que les falta, disfrutar y hacer disfrutar a los demás.
Si me lees, y algo de esto te resuena, a lo mejor ahora puedes reflexionar y actuar sobre tu aporte para que esta ambivalencia se decante hacia lo positivo en las personas de tu entorno. Aprovechemos a ser ese efecto positivo en personas y grupos (familiares o de amigos), y tratar de que de los 50.000 motivos que encontramos para el desencuentro, y que seguro que existen, algunos los limemos, disolvamos, quitándoles importancia, y así, volver a reencontrarnos.
Porque al final en la vida, sea en estas fechas o no, lo que verdaderamente vale la pena es el Amor y la Amistad que recibes y que das. Todo lo demás, con los años también se va relativizando.