Viernes 29 de mayo de 2020
2 minutos
Tengo añoranzas de cuando las mujeres se juntan y construyen otros mundos posibles. A veces cierro los ojos y me vienen a la mente sus caras, voces, los colores de sus ropas y conecto de alguna manera con la esencia de cada una de ellas.
Tengo añoranzas de sus manos, de sus risas y de las arrugas de la experiencia.
Intento adivinar si surgirán nuevas arrugas en esta nueva situación, difícil para todas, pero especialmente difícil para aquellas que no son vistas.
Lo confieso. Tengo añoranzas de un mundo que existió para nosotras, pero no para todo el mundo. Añoranzas de un mundo, que, como mundo, como macro-mundo, nunca existió. Un mundo donde ellas eran miradas y valoradas por sus virtudes, logros y experiencia acumulada con el paso de los años. Añoranzas del micro-mundo que co-construimos desde el equipo con ellas, protagonistas del trabajo que hacemos.
Me pregunto si esta situación servirá al menos para que la sociedad pueda verlas, en lugar de infantilizarlas, despreciarlas, minusvalorarlas.
Me pregunto si esta situación servirá al menos para que las personas puedan mirarse frente al espejo y cuestionar en qué contribuyen a esa mirada prejuiciosa de las mujeres mayores.
También están las esperanzas…
Tengo esperanzas de que los mundos posibles que ellas construyen tengan cabida en esa nueva no-normalidad. La normalidad donde no eran vistas ni miradas me produce hastío, así que opto por olvidarme de la “normalidad”, al menos, en lo que se refiere al mundo, al macro-mundo.
Tengo esperanzas de poder contribuir a atravesar la tormenta con lo mejor de las personas del macro-mundo y del micro-mundo, como marineras en medio de la tempestad.
Tengo esperanzas de tirar por la borda los envoltorios de prejuicios con que el micro-mundo, influenciado y abatido por el macro-mundo, envuelve a algunas de las mujeres mayores con las que trabajamos.
Tengo esperanzas de poder verlas a cada una de ellas para hacer visible lo invisible, para hacer palpable lo impalpable.
En esta nueva no-normalidad me quedo con la añoranza de los afectos prohibidos y la esperanza de que algún día, podamos recuperarlos.
Ana Gil Rituerto es psicóloga del programa Hazte Visible, Hazme Visible de atención a mujeres mayores y violencia de género de la Fundación Luz Casanova (@F_LuzCasanova)