Naciones Unidas convocó su Conferencia sobre cambio climático, conocida como COP 25, inicialmente en Chile, donde no ha podido celebrarse por las movilizaciones que sus ciudadanos está desarrollando contra las políticas neoliberales del gobierno de la derecha encabezado por el presidente Piñera, que se iniciaron por la subida del billete de metro, como no, sugerida por un panel de expertos. Estas manifestaciones fueron salvajemente reprimidas por las fuerzas de orden público.
Aunque, como hemos dicho anteriormente, el alza del billete de metro fue el detonante de las manifestaciones, estas han sacado a la luz diversas reivindicaciones pendientes en la sociedad chilena, todas ellas producto de sus profundas desigualdades:
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Chile cuenta con uno de los sistemas educativos más caros del mundo.
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El servicio de agua es privado.
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El sistema de pensiones es privado y está totalmente en crisis, motivo de anteriores movilizaciones masivas.
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Los salarios son bajos, el SMI es de 420 dólares, el billete de metro sería de 48 dólares solo para ir al trabajo diariamente.
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El sistema de salud es mixto y terriblemente caro, inaccesible para la clase trabajadora.
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Hay una gran dificultad para acceder a una vivienda digna.
Por todas estas razones, en las movilizaciones, la consigna es: "No es por 30 pesos, es por 30 años".
Es curioso el observar cómo entre tanta gente preocupada por el futuro de la humanidad (solo la UGT ha protestado) no haya salido de su boca ni una sola palabra reclamando solidaridad hacia el pueblo chileno explotado, represaliado y asesinado. Pero, de lo que queríamos hablar en este artículo, como decíamos, no era de Chile, a cuyo pueblo trabajador enviamos, nosotros si como sindicato de clase, un abrazo solidario, sino del COP 25 que finalmente, bajo la presidencia del gobierno chileno, pero organizado por la ONU y el gobierno español, se ha celebrado en Madrid, desde el 2 de diciembre hasta el próximo 13 del mismo mes.
Las conferencias sobre el cambio climático vienen produciéndose de forma regular, desde hace muchos años atrás. Ya en 1992 se realizó la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, antesala del ya recurrido protocolo de Kioto firmado en 1997, pero que no entró en vigor hasta el año 2005. Seguramente es este protocolo, al menos inicialmente, la decisión más seria de los gobernantes con el objetivo de rebajar la emisión de gases de efecto invernadero e impulsar políticas que afecten positivamente en el cambio climático. Pero como vemos, desde su inicio hasta su entrada en vigor, han pasado, o mejor dicho, la humanidad, ha perdido 8 años en su lucha contra el cambio climático.
EEUU, máximo emisor de gases en este periodo, nunca ratificó el protocolo. Canadá lo abandonó en 2015 para no tener que hacer frente a las multas acumuladas por su incumplimiento del protocolo. Rusia solo lo firmó cuando obtuvo financiación para emprender reformas en su programa de “descarbonización” …
El COP 24, celebrado en París, no ha supuesto ningún avance sobre el protocolo firmado en Kioto, dado que la evolución de la emisión de gases continúa imparable y el calentamiento global cada día se acerca un poco más a esos peligrosos 2 grados de incremento.
El COP 25 de Chile en Madrid tampoco esta suponiendo un avance importante en la adquisición de responsabilidades de quienes tienen la llave para desarrollar políticas que realmente cuiden el planeta y lo hagan sostenible para las futuras generaciones, es decir los gobiernos.
EEUU no ha asistido al evento, y los países que más contaminan, junto a ellos, China, India, Rusia o Canadá, enviarán delegaciones de segundo o tercer nivel de representación institucional.
Por tanto, los grandes titulares, ante la falta de grandes acuerdos, nos lo dejan personajes influyentes en el panorama internacional y expertos en políticas sobre el cambio climático, como el cantante Alejandro Sanz, que exige a los gobiernos que “no tengan miedo de exigir sacrificios a la ciudadanía”. Lo dice desde su avión privado, sus coches de lujo o sus embarcaciones. La tal Greta, viajando patrocinada por grandes multinacionales, las menos ocupadas en el desarrollo de políticas que frenen las emisiones de gases de efecto invernadero, nos ha dejado como titular: “El poco eco que tienen sus planteamientos en los medios de comunicación”. Una persona que abre telediarios diariamente. En escasas ocasiones, les hemos oído hablar y solidarizarse: a él, que ha estado en Colombia, contra las matanzas de activistas ecologistas y políticos progresistas, las mayores producidas en un país, según el propio Sanz democrático. O a ella criticar en su estancia en Canadá las políticas de este país y su abandono del protocolo de Kioto y, por tanto, la escasa sensibilidad y compromiso que ha mostrado no desarrollando políticas activas contra las emisiones o negarse a ser promocionada en eventos pagados por las empresas que más contaminan.
Por otro lado, es curioso el observar cómo funciona la doble moral burguesa permitiendo que las empresas más contaminantes de España aparezcan como adalides y promotores del evento contra la contaminación. Veamos la lista de empresas españolas que han patrocinado la Cumbre del Clima de las Naciones Unidas en Madrid, según ha informado el propio Ejecutivo en funciones: Suez, Acciona, Santander, Mapfre, BBVA, Iberdrola, Tango, Abertis, Gestamp, Endesa-Enel, Indra, Iberostar, Iberia, Siemens-Gamesa, SEAT (Grupo Volkswagen) y Telefónica.
El COP25, nos deja una sensación de culpabilidad, o al menos eso pretenden, quienes nos acusan y responsabilizan, una vez más a lo más desfavorecidos, del escaso esfuerzo que hacemos por ayudar a descontaminar el planeta, de que comemos demasiada carne, utilizamos demasiada agua, plantamos un exceso de vegetales comestibles, viajamos excesivamente en avión e incluso somos tan egoístas que respiramos.
Es indudable que debemos concienciarnos y adquirir hábitos saludables con nuestra vida y la de nuestro planeta, pero la solución no está en que la clase trabajadora siga sacrificándose. La solución pasa por cambiar el modelo productivo, el modelo económico, acabar con la acumulación de capital, redistribuir de forma más equitativa la riqueza. La solución está en tomar decisiones políticas sobre los grandes monopolios generadores de energía, sobre la banca y la industria contaminante. La solución está en el compromiso y la voluntad política, ya que: “Otro mundo es posible y necesario”.
Anatolio Diez Merino
Secretario General de la UJP-UGT