Un pantano es un “terreno hundido de fondo más o menos cenagoso y abundante vegetación, dónde las aguas se estancan de forma natural como depósito de agua”.
En los años del franquismo, NODO nos mostraba al General Franco inaugurando pantanos ante “la pertinaz sequía climática”. Cuando llegó Franco al poder, la capacidad de agua máxima para embalsar no llegaba a los cuatro mil hectómetros cúbicos. A su muerte, eran más de cuarenta mil hectómetros cúbicos, con una población de 36 millones de habitantes. Todo ello según las Memorias Políticas de Federico Silva Muñoz.
En la actualidad, con 47 millones de habitantes, la capacidad máxima para embalsar es de 55.590 Hm/3. La mitad de la diferencia entre una y otra cifra, unos ocho mil hectómetros cúbicos, corresponden a los que se terminaron de construir hasta el año 1987, que ya estaban en construcción o proyectados durante el franquismo. Fuente: Ministerio de Medio Ambiente.
Nos guste o no, la verdad es que estamos bebiendo agua de los pantanos que se construyeron bajo los gobiernos de Franco y más bien antes que después, tendremos problemas con el agua, bien preciado y escaso que comenzó a cotizar en diciembre 2020 en el mercado de futuros de materias primas de Wall Street debido a su escasez, a un precio inicial de 40 centavos de dólar por metro cúbico. Claro que el “no va más” de la insensatez es el de alguien, con presunta disfunción neuronal profunda, que ha asegurado que todos los embalses y pantanos deben ser destruidos para que los ríos recobren su ecosistema.
La política, el ecologismo, el impacto medio ambiental, los cambios de caudal, los niveles freáticos, la flora y la fauna y, sobre todo, el péndulo español de ser más papistas que el Papa y más democráticos que quienes inventaron la democracia, y el que unos cuantos llamen fascistas (palabra de moda en España desde el segundo mandato de Rodríguez Zapatero como Presidente del Gobierno) a quienes no piensen como ellos, aunque no haya agua para beber, denigra lo bien hecho en etapas anteriores, como si hubiéramos pasado del descubrimiento de la rueda a la democracia en la que algunos pretenden vivir sin dar ni sombra al botijo, que como sigamos con la “pertinaz sequía”, habrá que llenar de vino.