Hugh McCulloch (1808 – 1895). Fue el primer Controlador de la Moneda en Estados Unidos en 1863. Ponente en la ley de bancos y la consiguiente Ley Nacional de Banca de 1864, que sigue siendo hoy en día la base del sistema bancario nacional estadounidense. En 1865 fue nombrado Secretario de Hacienda por el presidente Abraham Lincoln, puesto en el que se mantuvo con tres presidentes distintos: A. Lincoln, A. Johnson y Chester A. Arthur.
Años de la Guerra de Secesión americana, confederados y unionistas, lucha entre dos tipos de economías distintas: una industrial-abolicionista (Norte) y otra agraria-esclavista (Sur), debate sobre el papel moneda amparado o no en las reservas y, como en todas las guerras, necesidad de financiación durante la contienda y en la reconstrucción posterior de todo el daño producido.
Las recomendaciones para los bancos nacionales
En 1863 Hugh McCulloch envía una carta a todos los bancos nacionales, la mayoría de reciente constitución, con las siguientes recomendaciones:
“No conceda créditos que no estén asegurados más allá de toda contingencia razonable. No haga nada para animar o promover la especulación. Facilite solamente las transacciones que sean legítimas y prudentes. Que sus descuentos sean por un plazo tan corto como le permita el negocio de sus clientes, e insista en que el pago de todo el papel se realice al vencimiento, tanto si usted necesita el dinero como si no. No renueve nunca una operación o una factura simplemente porque no conozca dónde colocar el dinero con el mismo rendimiento, en caso de que el pago se realizase. De ninguna otra forma puede usted controlar adecuadamente su línea de descuento, o hacerla permanentemente segura”.
“Distribuya sus créditos en lugar de concentrarlos en unas pocas manos. Los créditos elevados concedidos a una firma o a un individuo únicos, aunque pueden ser en ocasiones lícitos y necesarios, son generalmente poco juiciosos y frecuentemente inseguros. Los acreedores importantes pueden tener posibilidad de controlar el Banco; y cuando se produce esta relación entre un Banco y su cliente, no es difícil decidir quién sufrirá las consecuencias al final. Cada dólar que un Banco presta por encima de su capital y reservas, lo debe, y sus gerentes tienen por consiguiente la obligación más estricta hacia sus acreedores, así como hacia sus accionistas, de mantener sus descuentos permanentemente controlados”.
“Trate a sus clientes con desprendimiento, no olvidando nunca que un Banco prospera si sus clientes prosperan, pero nunca les permita que le dicten su política”.
“Si duda de la conveniencia de un descuento, dele al Banco el beneficio de la duda y rechácelo; no realice nunca un descuento si duda de su conveniencia. Si tiene razones para desconfiar de la integridad de un cliente, ciérrele su cuenta. No trate nunca con un bribón en la creencia de que usted puede impedir que le engañe. El riesgo en este caso es mayor que los beneficios”.
“Pague a sus empleados salarios que les permitan vivir con holgura y respetabilidad sin tener que robar; y exíjales la totalidad de su tiempo. Si un empleado vive por encima de sus ingresos, despídalo; incluso si su exceso de gastos se puede explicar en forma consistente con su integridad, aun así despídalo. La extravagancia, aunque no sea un crimen, conduce inadvertidamente al crimen. No puede ser empleado de confianza de un Banco quien gasta más de lo que gana”.
“El capital de un Banco debe ser una realidad, no una ficción; y debe estar en las manos de los que tienen dinero que prestar, y no de los necesitados de él. El interventor tratará de evitar, por todos los medios a su alcance, la creación de un capital ficticio por parte de los Bancos nacionales, mediante el uso de su propia circulación fiduciaria, o de cualesquiera otros medios artificiales; y en sus esfuerzos para conseguirlo confía poder contar con la cooperación de todos los bancos bien dirigidos”.
“Persiga un negocio bancario directo, honesto y legítimo. No deje que la perspectiva de grandes beneficios lo tiente a hacer nada que no esté permitido por la Ley de Moneda Nacional. Los “espléndidos financieros”, en el mundo de la Banca, son generalmente o farsantes o truhanes”.
Hoy en día siguen siendo válidas
Han transcurrido más de ciento cincuenta años desde esta misiva. Siguen siendo válidos todos y cada uno de los párrafos precedentes.
En el negocio bancario hay muchos tipos de riesgos. Uno de ellos es el “comercial”, que solo se pondera cuando aparece una crisis como la del año 2008 por el colapso de la burbuja inmobiliaria, o la financiera en la que estamos en estos momentos, motivada por la pandemia del coronavirus y por las políticas expansivas del gasto público, sin olvidar que la vivienda alcanza otra vez unos precios al que no pueden hacer frente todos los bolsillos.
El crecimiento desmedido y no correctamente analizado, las comparaciones con competidores que lo hacen más rápidamente y en mayor porcentaje relativo, la necesidad de colocar el exceso de tesorería (si los bancos españoles tienen algo de sobra hoy en día es la tesorería, dinero para invertir), hace que se cometan errores de forma repetida en el tiempo, prestar a quien no tiene, ni tendrá, capacidad para devolverlo, y volver a empezar nuevo ciclo tropezando una vez más en la misma piedra.
Hoy todos los bancos españoles son “sanos”, por sentencia de las autoridades monetarias españolas y europeas. Que cada palo aguante su vela, y si hay pérdidas motivadas por crecimientos exponenciales, yo soy más guapo y más alto que nadie, y tengo un bonus por lo que hago hoy y no por sus consecuencias en el tiempo, que las soporten sus accionistas y sus depositantes. No con el dinero de mis impuestos.