El miércoles se nos agrió la leche del café del desayuno al conocer que de nuevo un perturbado había perpetrado una matanza en una escuela de Estados Unidos, en una pequeña, y para nosotros desconocida, localidad de Texas, Uvalde.
Esta vez han sido 19 chavales menores de diez años que apenas habían empezado a vivir y dos profesores que intentaban protegerlos.
La historia se repite… demasiado. Conforme avanzaba el día nos enteramos de que en la última década se han producido en aquel país 900 atentados y tiroteos múltiples. Contando deprisa y corriendo, casi dos por semana.
Y a todo esto, la Asociación Nacional del Rifle, la organización estadounidense cuyo fin es la defensa del derecho a poseer armas, brazo político de la industria armamentística en aquel país, el gran lobby a favor de la tenencia de armas, va a celebrar un congreso en el que la estrella será… Donald Trump.
También estará allí el senador por Texas Ted Cruz que, tras la matanza que se acaba de producir en su estado, ha propuesto introducir las armas en las escuelas para que los educadores defiendan a los alumnos… Como los malos tienen armas, armemos también a los buenos para que nos defiendan de ellos y de paso sigamos fabricando y vendiendo pistolas y fusiles de asalto para que el negocio no decaiga.
Estados Unidos se ufana de ser ‘el país de la libertad’ y por eso en su famosa segunda enmienda a la Constitución de 1787 defiende el derecho de cualquier ciudadano a portar armas. Entonces, en el siglo XVIII, se trataba de impedir una invasión colonialista inglesa y hoy aquella norma sigue vigente no sea que la nonagenaria reina de Inglaterra se presente en el salón de la casa de algún texano para robarle su independencia.
Personalmente me pregunto si de verdad aquel país, al que tanto admiro en muchas otras cosas pero en el que hay más armas en poder de los ciudadanos que ciudadanos, es el de la libertad o el del liberalismo más salvaje y cruel. El país en el que es el individuo y no el estado el que tiene que velar por su propia salud, su propia manutención en la vejez y hasta por su propia seguridad… insisto, o me compro un arma o los malos acaban conmigo.
Sinceramente, prefiero ser europeo. Prefiero vivir en un país como España en el que aunque se lleven décadas recortando los presupuestos aún tenemos una sanidad pública que fue la mejor del mundo y a la que los ciudadanos aplauden desde sus ventanas cuando llega una pandemia asesina.
Prefiero vivir en un país en el que, aunque manifiestamente mejorable, existe un sistema de pensiones para las personas mayores, un sistema sobre el que se discute si se liga o no al IPC, pero con pensiones que existen, que seguirán existiendo y que son viables por mucho que algunos se empeñen en lo contrario.
Un país, en fin, en el que los padres pueden mandar a sus hijos al colegio cada día sabiendo que tendrán que enfrantarse a muchos problemas, pero que entre ellos no está el de que un demente que puede comprar un arma tan solo mostrando su carné de identidad, sin necesidad de tener licencia para ello ni de que se compruebe si tiene antecedentes, les arrebate la vida de los chavales como ha sucedido por enésima vez, antes de la próxima enésima, en el hogar de la ‘Estatua de la Libertad’.